La negociaci¨®n deja en evidencia la crisis del Partido Republicano
La clase pol¨ªtica ers culpable de que Estados Unidos se halle al borde de la recesi¨®n
Aunque Barack Obama, como presidente, acabar¨ªa cargando con la responsabilidad hist¨®rica de dejar caer al pa¨ªs por el abismo fiscal, el Partido Republicano est¨¢ pagando por ahora el precio m¨¢s alto, en cuanto a deterioro de su imagen y p¨¦rdida de credibilidad, por el estancamiento de las negociaciones para evitar una crisis econ¨®mica tan innecesaria.
Pocas veces ha sido tan clara la culpa de la clase pol¨ªtica por permitir que un pa¨ªs que est¨¢ creando empleo y creciendo a un ritmo bastante saludable acabe en una probable recesi¨®n. Pocas crisis econ¨®micas habr¨¢ habido en Estados Unidos m¨¢s evitable que esta que ahora se anuncia.
Toda la clase pol¨ªtica norteamericana pagar¨¢, seguramente, las consecuencias ante los ciudadanos. Un 31% de la poblaci¨®n, seg¨²n una encuesta de Reuters, responsabiliza por igual a Obama, al Partido Republicano y al Partido Dem¨®crata por haberse llegado a esta situaci¨®n.
Sin embargo, de esos tres principales protagonistas del drama, son los republicanos los que se llevan la peor parte: seg¨²n la misma encuesta, un 27% echa al culpa al partido de la oposici¨®n, un 16% al presidente y solo un 6% a los dem¨®cratas. En otra encuesta reciente de la cadena CNN, m¨¢s de la mitad de los estadounidenses juzga a los republicanos como ¡°demasiado extremistas¡±. Para los republicanos este episodio es, por tanto, un paso m¨¢s en su proceso de distanciamiento de la sociedad.
El Partido Republicano ha afrontado la negociaci¨®n sobre el abismo fiscal en medio de una duda hamletiana sobre su ser o no ser dentro de la pol¨ªtica estadounidense. Las fuerzas que le empujan a ser un partido ideologizado y marcadamente conservador pugnan con las que le exigen recuperar su car¨¢cter centrista y ofrecer una imagen menos intransigente.
Esa tensi¨®n entre la derecha y el centro es una tradici¨®n dentro del republicanismo, pero siempre prevalecieron las tendencias m¨¢s pragm¨¢ticas que mantuvieron al partido dentro los l¨ªmites que se exigen a una organizaci¨®n mayoritaria y con vocaci¨®n de gobierno. As¨ª ha sido hasta la irrupci¨®n del Tea Party, que rompi¨® ese equilibrio y sataniz¨® a los moderados hasta el punto de sacar a varios de ellos del Congreso y de la pol¨ªtica.
La derrota de Mitt Romney en noviembre puso en evidencia el fracaso de esa l¨ªnea. Muchos candidatos del Tea Party perdieron sus esca?os, mientras los electores hu¨ªan de las posiciones aventureras y extremistas que se hab¨ªan o¨ªdo en la campa?a. El partido entr¨® en una fase de reflexi¨®n y reconstrucci¨®n que apenas ha empezado. Aunque muy disminuido, el Tea Party a¨²n no ha tirado la toalla, y los republicanos no han resuelto oficialmente la duda sobre si su derrota fue provocada por su exceso de conservadurismo o por haber presentado a un candidato que no lo era lo suficiente. Al no haber despejado esa duda, no ha sido tampoco capaz todav¨ªa de encontrar un liderazgo.
En estas condiciones, la negociaci¨®n con los republicanos para un asunto tan delicado como la pol¨ªtica presupuestaria se ha hecho extraordinariamente dif¨ªcil. Su dirigente m¨¢s visible, el presidente de la C¨¢mara de Representantes, John Boehner, sufri¨® la afrenta la pasada semana de que sus propios compa?eros de filas le echaran abajo su ¨²ltima propuesta.
Ese fracaso de Boehner fue la prueba m¨¢s palpable del desconcierto que vive el partido. Es verdad que el Congreso actual cuenta todav¨ªa con la presencia de muchos seguidores del Tea Party elegidos en su apogeo de 2010, y que el pr¨®ximo, que toma posesi¨®n el mes pr¨®ximo, ser¨¢ algo m¨¢s moderado. Pero eso no va a resolver autom¨¢ticamente el dilema sobre qu¨¦ rumbo adoptar.
A falta de un proyecto nacional, el Partido Republicano se ha convertido en una lucha por la supervivencia individual. La principal preocupaci¨®n hoy del l¨ªder republicano en el Senado, Mitch McConnell, es conseguir la reelecci¨®n en 2014 en el muy conservador estado de Kentucky. La de Boehner es asegurarse que el pr¨®ximo d¨ªa 3 sus compa?eros lo mantienen al frente de la C¨¢mara de Representantes. En ambos casos, el abismo fiscal es solo la prueba que tendr¨¢n que salvar para alcanzar sus objetivos.
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