Los que se van
La creciente emigraci¨®n merma en varios pa¨ªses europeos la posibilidad de regeneraci¨®n social
Arrecia la crisis y los medios de media Europa cuentan cada vez m¨¢s historias sobre los que se marchan, decenas de miles de europeos emigrando desde el este y sur de la Uni¨®n Europea. La emigraci¨®n, que nunca remiti¨® totalmente, se acelera en los b¨¢lticos, los mediterr¨¢neos, Centroeuropa e Irlanda, y sigue elevada en Rumania y Bulgaria. Con los emigrantes se va buena parte del talento profesional que necesitar¨¢n todos estos pa¨ªses para reencontrar la senda del crecimiento, pero tambi¨¦n se da salida al paro, los j¨®venes adquieren valiosa experiencia y llegan remesas que contribuyen a la econom¨ªa local; no faltan an¨¢lisis econ¨®micos a favor y en contra. Pero no hay que olvidar el factor pol¨ªtico: la creciente movilidad, en particular de los sectores m¨¢s j¨®venes e inquietos, desactiva a muchos que podr¨ªan transformar sus sociedades de origen, mermando las posibilidades de juntar la masa cr¨ªtica imprescindible para impulsar el cambio y la regeneraci¨®n pol¨ªtica que nuestros pa¨ªses necesitan mucho m¨¢s que las remesas o el alivio a las estad¨ªsticas de desempleo.
En algunos pa¨ªses, estas partidas traen memorias de tiempos peores: en 2012, por ejemplo, hubo m¨¢s portugueses instalados en Angola que durante la colonizaci¨®n; los aproximadamente 3.000 irlandeses que salieron cada mes de su pa¨ªs supusieron el mayor ritmo de emigraci¨®n desde la gran hambruna de 1845-1852; y Hungr¨ªa vio partir a sus ciudadanos en cantidades inauditas desde los meses posteriores a la intervenci¨®n sovi¨¦tica de 1956. La emigraci¨®n alcanza a amplios segmentos de la poblaci¨®n, en particular de los j¨®venes entre 20 y 35 a?os, que son entre el 50% y el 60% de los que se van. Aproximadamente el 10% de la poblaci¨®n ha dejado su Letonia natal en los ¨²ltimos a?os y, s¨®lo en 2010, uno de cada cien eslovacos se instal¨® en el Reino Unido. En todos estos pa¨ªses, la emigraci¨®n contribuye al desaliento general y ahonda la sensaci¨®n de crisis en poblaciones cada vez m¨¢s envejecidas.
El sur y el este de Europa se hab¨ªan acostumbrado a ver partir a sus cient¨ªficos y a sus mejores gestores hacia otras latitudes, pero la actual sangr¨ªa alcanza nuevas cotas, en particular con profesionales cualificados como los m¨¦dicos griegos, los ingenieros portugueses o los arquitectos espa?oles. Desde Riga y Bucarest hasta Cork y Oporto, j¨®venes y no tan j¨®venes se van en busca de mejores sueldos, de una carrera profesional m¨¢s prometedora o, simplemente, de un empleo que en sus lugares de origen no consiguen. Se marchan tambi¨¦n, no hay que olvidarlo, hartos de enchufismos y mercados laborales cerrados, de discriminaci¨®n por raz¨®n de g¨¦nero, de tener que disimular o pedir perd¨®n por su modelo familiar, su vida sexual, su modo de vestir o sus opiniones. Con ello, sus ciudades de origen se hacen m¨¢s homog¨¦neas, menos tolerantes y, a menudo, todav¨ªa m¨¢s opresivas para los que no pueden o no quieren marcharse.
El auge del nacional-populismo conservador y esencialista que recorre Europa Central y Oriental ser¨¢ dif¨ªcil de frenar si los que detentan valores progresistas y abogan por sociedades m¨¢s abiertas optan por instalarse en Londres, Berl¨ªn o Estocolmo en vez de luchar por la sociedad a la que aspiran en su ciudad de origen. Europa del sur corre el riesgo de seguir un camino comparable, parecido al que ya recorri¨® Irlanda, d¨®nde la sangr¨ªa emigratoria contribuy¨® durante d¨¦cadas a hacer de esta naci¨®n celta uno de los rincones m¨¢s conservadores de Europa. Y pa¨ªses como Rumania o Bulgaria, d¨®nde partes importantes de la poblaci¨®n desespera de poder cambiar la situaci¨®n en su pa¨ªs y sue?a poner tierra de por medio, cada vez lo tienen m¨¢s dif¨ªcil para generar desde la sociedad la imprescindible regeneraci¨®n pol¨ªtica.
La libre circulaci¨®n de personas es, sin lugar a dudas, uno de los grandes logros de la Europa unida. En un contexto de crisis y de desequilibrios, la movilidad, en particular la de los m¨¢s j¨®venes, es casi inevitable, tiene algunos efectos econ¨®micos positivos y abre posibilidades personales y laborales que generaciones anteriores no hubiesen podido so?ar. Pero la facilidad por abandonar el lugar de origen puede resultar letal si los que se van se llevan con ellos la voluntad de transformar, de reformar la sociedad y el pa¨ªs que les est¨¢n fallando. Espa?a en el pasado o Polonia en la actualidad demuestran que el retorno es posible, que hay viaje de vuelta. Pero mientras no llega ese momento, hay que aprovechar la facilidad de las comunicaciones actuales para mantener activos y presentes en lo pol¨ªtico y lo social a los que se emigran, para que su viaje no sea una renuncia sino el principio del cambio de esta sociedad que les neg¨® la posibilidad de progresar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.