C¨®mo acaban las guerras
El nuevo conflicto que vive el S¨¢hara es en parte consecuencia del final incierto de la guerra de Libia
El problema no est¨¢ en saber c¨®mo empiezan las guerras, sino c¨®mo acaban. La toma de rehenes en Argelia es la ¨²ltima de una serie casi infinita de consecuencias nefastas de conflictos mal cerrados. El Tratado de Versalles, que cerr¨® la I Guerra Mundial tratando de buscar hueco a los restos de dos imperios difuntos y con unas reparaciones que arruinaron cualquier oportunidad de prosperidad alemana, fue el germen de la II Guerra Mundial. Cuando en 1945 termin¨® el mayor conflicto que ha conocido la humanidad, en Occidente se aprendieron lecciones del pasado ya que Berl¨ªn y Par¨ªs comenzaron a planear la construcci¨®n europea cuando el continente estaba todav¨ªa lleno de ruinas y refugiados. En Oriente las cosas fueron muy diferentes: la ruptura de Europa (y del planeta) en dos bloques enfrentados estuvo a punto de llevar al mundo a una guerra nuclear y estallaron decenas de conflictos de mayor o menor envergadura, empezando por Corea, en 1950.
Algunos conflictos de la antigua Yugoslavia, como el de Croacia, han terminado con un final m¨¢s o menos feliz. Otros, como el de Bosnia, todav¨ªa son una inc¨®gnita: los acuerdos de Dayton frenaron los combates (bueno, junto a la intervenci¨®n de la OTAN) pero a la vez legitimaron las fronteras creadas por la limpieza ¨¦tnica. Han pasado 18 a?os desde Dayton y Bosnia sigue en paz, aunque el peligro de un nuevo estallido est¨¢ all¨ª, escondido en el mismo pacto que llev¨® la paz de los cementerios a Sarajevo.
Despu¨¦s de Versalles, tal vez el cierre m¨¢s desastroso de un conflicto se produjo en Afganist¨¢n tras la retirada de los sovi¨¦ticos en 1989. Estados Unidos hab¨ªa tenido la feliz idea de armar a los muyahidines hasta los dientes sin importarle su creciente radicalismo o que algunos de ellos se dedicasen m¨¢s al bandidaje que a la yihad. Cuando las tropas de Mosc¨² se fueron, comenz¨® la guerra civil entre los se?ores de la guerra que arras¨® lo poco que quedaba en pie del pa¨ªs centroasi¨¢tico (no hay que olvidar que Kabul fue destruida durante la guerra civil, no durante la invasi¨®n sovi¨¦tica). De aquel desastre surgieron Al Qaeda y el terrorismo isl¨¢mico contempor¨¢neo. Todav¨ªa hoy vivimos una prolongaci¨®n de aquel conflicto mientras la OTAN planea abandonar Afganist¨¢n en los pr¨®ximos meses. La posibilidad de que la historia se repita es evidente.
Lo ocurrido los ¨²ltimos d¨ªas en el S¨¢hara, en Mal¨ª y en Argelia, es tambi¨¦n la consecuencia de varios conflictos mal cerrados. Despu¨¦s de que Occidente bendijese el golpe de Estado que se produjo tras la victoria de los partidos islamistas argelinos, en diciembre de 1991, estall¨® una guerra civil en la que las dos partes cometieron atrocidades. De dioses y hombres, la extraordinaria pel¨ªcula de Xavier Beauvois sobre el asesinato de los monjes de Tibhirine, o la gran novela de Boualem Sansal El pueblo del alem¨¢n, prohibida en su pa¨ªs, resumen muy bien todas las preguntas sin respuesta de la sangrienta y despiadada guerra civil argelina. Una parte de las guerrillas islamistas siguen ah¨ª y han recobrado fuerza en el santuario del norte de Mal¨ª bajo poder yihadista. Si hay algo que el Sahara no tiene son fronteras, como ha quedado claro en la tragedia de In Amenas.
Pero tampoco puede explicarse la toma de rehenes masiva sin el final del conflicto de Libia y la ca¨ªda de Muamar el Gadafi, puesto que de ah¨ª parece que proven¨ªa una parte importante del comando.Incluso si al final quedase demostrado que su origen era otro (tal vez Mal¨ª), el final del conflicto libio llen¨® la regi¨®n de armas hasta los topes. Y la mayor¨ªa de ellas acabaron en las manos equivocadas. Siempre se ha dicho que es imposible ganar las guerras desde el aire, que se necesitan tropas de tierra. En Libia, fue relativamente f¨¢cil machacar a las fuerzas del dictador Gadafi con bombardeos m¨¢s o menos precisos, dar la guerra por terminada y dejar el pa¨ªs en manos de una mir¨ªada de partidos, se?ores de la guerra y milicias sin desarmar con m¨¢s o menos voluntad de construir un Estado democr¨¢tico (o simplemente un Estado). El asalto contra el consulado de EEUU en Bengasi fue la primera prueba de que los islamistas estaban ganando terreno en la anarqu¨ªa ambiental.
Regresando al pasado, en el invierno de 2001, la victoria de la Alianza del Norte en Afganist¨¢n fue fulminante, pero las cosas no eran lo que parec¨ªan: los talibanes decidieron retirarse de ciudades que sab¨ªan imposibles de defender para reagruparse y lanzar una guerra de guerrillas. Doce a?os despu¨¦s siguen teniendo bajo su control una parte del territorio y los ataques en la capital son constantes: el ¨²ltimo este mismo lunes. Algo muy parecido puede estar pasando ahora mismo en Mal¨ª, donde se ofrece otra oportunidad ¨²nica para olvidar las lecciones del pasado y cerrar en falso un conflicto.
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