Un pont¨ªfice de la Compa?¨ªa
Que el Papa sea jesuita puede servir para imponer un nuevo estilo en la Iglesia o para neutralizar a una orden siempre en la avanzadilla
En el cuartel general de los jesuitas en Roma, se respiraba ayer una atm¨®sfera de entusiasmo te?ida con cierta inquietud, ante la absoluta novedad de un papa jesuita. Casi una contradicci¨®n en los t¨¦rminos. La Compa?¨ªa de Jes¨²s, fundada en 1540 por Ignacio de Loyola, huye de los poderes y sus miembros hacen voto de pobreza y humildad. ¡°Pero cuando un jesuita es llamado a asumir una responsabilidad episcopal por el Papa, se le dispensa de los votos¡±, explica Giuseppe Bellucci, portavoz jesuita en la Ciudad Eterna. Y el actual Pont¨ªfice, el argentino Jorge Mario Bergoglio, fue consagrado obispo hace m¨¢s de dos d¨¦cadas.
Su ascenso a la c¨²pula del poder vaticano llega en un momento ¡°crucial¡± para la Iglesia, como reconoc¨ªa en su breve mensaje de saludo al nuevo pont¨ªfice, el Padre General de los jesuitas, Adolfo Nicol¨¢s. En un par de p¨¢rrafos, Nicol¨¢s recordaba el especial voto de obediencia al Papa, y alababa la ¡°generosidad¡± de Bergoglio al aceptar la responsabilidad de guiar a la Iglesia en medio de la tormenta.
Al d¨ªa siguiente de la sorprendente decisi¨®n del colegio de cardenales de elegir a un jesuita al frente de la Iglesia, en muchos centros de poder religioso en Roma se analiza todav¨ªa, se mide, se sopesa, su alcance real. Los jesuitas son, dentro de la Iglesia, una especie de aristocracia en declive, que todav¨ªa impone. En los ¨²ltimos cuatro a?os, han perdido m¨¢s de mil miembros (la cifra no llega ahora a los 18.000), y, con menos de 4.000 efectivos para atender sus m¨¢s de 200 universidades y 700 colegios repartidos por el mundo, tienen que recurrir cada vez m¨¢s a profesores laicos. La sangr¨ªa es constante. Universidades como la de Georgetown, en Washington, han tenido al frente un seglar. Y en Deusto (Bilbao), un centro cuyo rector, el jesuita Jaime Ora¨¢, elogi¨® ayer con entusiasmo al nuevo papa, la abrumadora mayor¨ªa de los m¨¢s de 1.500 profesores son seglares tambi¨¦n.
Comprometidos desde el primer d¨ªa con la evangelizaci¨®n en Am¨¦rica, principales defensores de la Contrarreforma, los jesuitas son hoy un colectivo celoso de su libertad e independencia dentro de la Iglesia. Un ¡®ej¨¦rcito¡¯ que se extiende por las tres cuartas partes del Planeta, organizados de manera un tanto ex¨®tica, en diez asistencias (regiones) y 91 provincias. Dedicados a la evangelizaci¨®n, entendida en primer lugar como asistencia a las personas en dificultades, (pobres, inmigrantes, refugiados), y a la ense?anza, pero tambi¨¦n al estudio y a la investigaci¨®n cient¨ªfica. Son los principales defensores de que la Iglesia recurra a la ayuda de los laicos para mantener su compromiso con los m¨¢s desfavorecidos.
Una ¨¦lite religiosa que apenas se renueva en Europa, y que ha mirado siempre con cierta indiferencia el ¡®escalaf¨®n¡¯ eclesi¨¢stico. Lo que no significa que no sean una presencia visible en la Santa Sede. Controlan la Radio Vaticana, voz del Papa en el mundo, el Observatorio astron¨®mico del peque?o Estado y dirigen una de las universidades pontificias m¨¢s prestigiosa y de mayor solera, la Gregoriana. Federico Lombardi, portavoz del anterior Papa, es un destacado jesuita. Aunque, con todo su poder, cuentan con solo 67 obispos, y seis cardenales. Uno de ellos, eso s¨ª, es desde el pasado mi¨¦rcoles, el Papa.
Los jesuitas han estado siempre atentos a? "los signos de los tiempos"
Los jesuitas han estado siempre atentos a detectar "los signos de los tiempos", tal y como recomendaba el propio san Ignacio. Y esa actitud les ha llevado a ser pioneros en muchas cosas. Antes de que Benedicto XVI tomar¨¢ la revolucionaria decisi¨®n de renunciar al papado, dos padres generales de la Compa?¨ªa (Pedro Arrupe por enfermedad en 1981, y Peter-Hans Kolvenbach, por puro agotamiento, en 2008) hab¨ªan dejado sus responsabilidades por motivos personales.
Han sido entre los primeros tambi¨¦n, dentro del cuerpo organizado de la Iglesia, en despojarse de cualquier rigidez dogm¨¢tica, para buscar la sinton¨ªa con el mundo. A veces con enormes riesgos. Apoyaron la Teolog¨ªa de la Liberaci¨®n, en los a?os ochenta, y se atrevieron a forzar las fronteras de la teolog¨ªa cristiana en un esfuerzo por impulsar la comuni¨®n con otras religiones. La Compa?¨ªa pag¨® un precio de sangre por su defensa de los derechos humanos y su implicaci¨®n social en pa¨ªses como Honduras o El Salvador, donde fue asesinado Ignacio Ellacur¨ªa y otros cinco compa?eros, en 1989.
En el plano teol¨®gico, han recibido muchos tirones de orejas de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe. En 1999, con Joseph Ratzinger todav¨ªa al frente del ex Santo Oficio, el te¨®logo jesuita Jacques Dupuis, fue amonestado por su libro Hacia una teolog¨ªa cristiana del pluralismo religioso. Dupuis exced¨ªa los l¨ªmites de la ortodoxia doctrinal, a juicio de Ratzinger, en su b¨²squeda de la comuni¨®n sobre todo con las religiones asi¨¢ticas.
Con Ratzinger ya al frente de la Iglesia, las publicaciones jesuitas no han dejado de dar quebraderos de cabeza al Secretario de Estado, Tarcisio Bertone, siempre pendiente de ¡®La civilt¨¤ Vattolica¡¯, que ha seguido una l¨ªnea de m¨¢xima dureza en la condena de los abusos sexuales detectados en la Iglesia.
Dentro de la Iglesia, la Compa?¨ªa es una especie de aristocracia en declive, que todav¨ªa impone
Puede que las cosas cambien ahora. Que el esp¨ªritu de la Compa?¨ªa de Jes¨²s arrastre a toda la Iglesia o que la presencia de un jesuita al frente de la curia lleve a la Compa?¨ªa a extremar la obediencia al Papa y a perder su garra combativa. Si hay que juzgar por el entusiasmo con el que muchos destacados jesuitas han acogido la elecci¨®n de Bergoglio, podr¨ªa pensarse m¨¢s en lo segundo. El director de la revista La Civilt¨¤ Cattolica, Antonio Spataro, se declaraba convencido ayer de que el Papa Francisco ¡°unir¨¢ a los pueblos¡±, partiendo de su enorme amor por Roma. ¡°Ha dicho muchas veces que cuando camina por las calles de Roma ve el rostro de Dios¡±, confesaba fascinado.
Apenas elegido, el papa Francisco tiene ya defensores a ultranza, no solo dentro de la Compa?¨ªa de Jes¨²s. El cardenal Camilo Ruini, ex jefe de los obispos italianos, ped¨ªa a la curia que se pusiera al servicio de Francisco, y le apoyara en todos sus esfuerzos reformadores. Vincenzo Paglia, arzobispo responsable del Consejo Pontificio para la Familia, y Andrea Riccardi, ministro del Gobierno Monti, ambos destacados miembros de la Comunidad de San Egidio, se deshac¨ªan tambi¨¦n en elogios de Bergoglio. ¡°Quiere volver al Evangelio¡±, dec¨ªa Riccardi, en el diario ¡®La Repubblica¡¯. El m¨¢s rotundo, el te¨®logo suizo Hans K¨¹ng, que se declaraba encantado con el nuevo Papa, entre otras cosas, ¡°porque siendo jesuita su formaci¨®n y preparaci¨®n teol¨®gica ser¨¢ muy s¨®lida¡±. Elogios que Jorge Mario Bergoglio, como buen jesuita, habr¨¢ dado por no recibidos.
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