Thatcher y las convicciones
La gran liberal que fue en lo econ¨®mico no se vio correspondida en lo pol¨ªtico tan claramente
Que la discusi¨®n sobre el legado de Margaret Thatcher, que dej¨® el poder hace 23 a?os, sea tan acalorada lo dice ya casi todo. Sin su figura no se puede entender c¨®mo ha evolucionado la relaci¨®n entre Estado y mercado en los ¨²ltimos 30 a?os. El d¨²o formado por Thatcher en el Reino Unido y Reagan en Estados Unidos protagoniz¨® el rearme ideol¨®gico de la nueva derecha y, posteriormente, un asalto ideol¨®gico al Estado sin precedentes desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Ambos se emplearon a fondo en la tarea. Reagan elev¨® gasto militar hasta doblegar a la URSS: en el ¨¢mbito estrat¨¦gico con la iniciativa de la ¡°guerra de las galaxias¡± y el aumento del gasto en defensa; en Europa, con el despliegue de los llamados ¡°euromisiles¡± y el refuerzo de la OTAN, y en el resto del mundo presentando batalla a Mosc¨² donde quiera que fuera, desde Afganist¨¢n a Centroam¨¦rica pasando por Angola. Mientras, Thatcher concentraba su tarea en, internamente, someter y desarticular a los sindicatos, concebidos como un obst¨¢culo para la libertad de mercado y, externamente, en bloquear cualquier avance en el ¨¢mbito de la integraci¨®n europea que no fuera exclusivamente destinado a, igual que en casa, liberalizar, privatizar o desregular.
Thatcher y Reagan cruzaron la delgada l¨ªnea que en pol¨ªtica separa la firmeza de la arrogancia
Si de algo no se puede acusar a Thatcher, ni en casa ni en Europa, es de haber tenido una agenda oculta. Su discurso en el Colegio de Brujas en 1988 lo deja claro: ¡°No hemos hecho retroceder las fronteras del Estado en el Reino Unido para verlas reaparecer en Bruselas en forma de un s¨²per-Estado¡±. Por eso, Thatcher, a pesar de ser fundadora del euroescepticismo, promovi¨® el Acta ?nica Europea y acept¨® que en materias de mercado interior se adoptaran las decisiones por mayor¨ªa cualificada. Su pol¨ªtica europea puede pues entenderse como el reverso de su discurso de Brujas: ¡°Hemos extendido el mercado en el Reino Unido y queremos tambi¨¦n extenderlo en Europa¡±.
Que la liberalizaci¨®n de los mercados financieros haya acabado tan mal, obligando a esos supuestamente anquilosados e ineficientes Estados a salvar a los bancos con el dinero de los contribuyentes, lo dice todo sobre la doble moral de ese tipo de liberalismo econ¨®mico, siempre presto a privatizar las ganancias y a socializar las p¨¦rdidas. Si fueran coherentes, los herederos de Thatcher estar¨ªan reformando el sector financiero para que, en el futuro, los bancos comerciales y de inversiones pudieran, como las fruter¨ªas, quebrar sin arrastrar a los ciudadanos, es decir, para que el sector funcionara como un mercado de verdad. Por eso, esta crisis, que la senilidad de Thatcher le ha impedido ver, habla por s¨ª sola sobre hasta qu¨¦ punto se disfraza de eficiencia econ¨®mica y de l¨®gica de mercado lo que generalmente no es sino pura ideolog¨ªa e intereses de una minor¨ªa.
Otra gran sombra del legado de Thatcher es que la gran liberal que fue en lo econ¨®mico no se vio correspondida con un liberalismo pol¨ªtico tan claro. M¨¢s all¨¢ de su feroz anticomunismo, su compromiso democr¨¢tico fue pillado en falta en numerosas ocasiones. Llegada la hora de apoyar la adhesi¨®n a la UE de las j¨®venes democracias espa?ola y portuguesa, prefiri¨® mirar hacia otro lado, reclamar su ¡°cheque¡± y endosar la factura al resto de sus socios europeos. Llegada la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, que Reagan y ella tanto hab¨ªan promovido, su reflejo geopol¨ªtico antialem¨¢n la llev¨® a hacer todo lo posible para bloquear la reunificaci¨®n alemana, despreciando as¨ª el objetivo por el que tantos alemanes hab¨ªan luchado durante d¨¦cadas de opresi¨®n. Y llegada la hora de hacer valer el imperio de la ley, la democracia y los derechos humanos, prefiri¨® elogiar a Augusto Pinochet y apoyar su vuelta a Chile en justo pago por su apoyo durante la guerra de las Malvinas.
Lo m¨¢s parad¨®jico de ambos casos es que tanto Reagan como Thatcher, elogiados siempre por sus firmes convicciones y su inflexibilidad, acabar¨ªan siendo v¨ªctimas de su incapacidad de poner l¨ªmites a esas convicciones. En Reagan, el anticomunismo visceral le llev¨® a autorizar la venta de 47 millones de d¨®lares en armas al r¨¦gimen iran¨ª del ayatol¨¢ Jomeini (en guerra contra un Irak al que EE UU apoyaba e instigaba) para financiar a la contra nicarag¨¹ense y, en paralelo, a permitir al c¨¢rtel de Medell¨ªn enviar coca¨ªna a Estados Unidos para, a cambio, transportar armas a esa guerrilla. Thatcher, por su parte, tambi¨¦n acab¨® siendo v¨ªctima de su ceguera y soberbia al negarse a retirar un impuesto directo universal sumamente regresivo (poll tax) que estaba provocando un enorme da?o electoral al Partido Conservador, lo que provocar¨ªa una humillante destituci¨®n por sus compa?eros de partido. Despreciando la flexibilidad como debilidad, ambos cruzaron la delgada l¨ªnea que en pol¨ªtica separa la firmeza de la arrogancia.
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