Venezuela aspira a la normalidad
M¨¢s all¨¢ de la pugna ideol¨®gica, la sociedad venezolana acude a las urnas con la prioridad de superar la inseguridad ciudadana y la escasez de alimentos y de empleos
¡°Not¨¦ que entre mis secuestradores hab¨ªa chavistas y opositores. Estaban armados y discut¨ªan entre ellos de pol¨ªtica, pero no se amenazaban. ?Por qu¨¦ no se mataban? Porque ten¨ªan una motivaci¨®n mayor que era el delito. ?Por qu¨¦ los venezolanos no nos ponemos de una vez al pa¨ªs como nuestra principal motivaci¨®n?¡±, cuenta el humorista Laureano M¨¢rquez, una figura popular en Venezuela, que el martes por la noche sufri¨® un secuestro expr¨¦s, un fen¨®meno que se ha convertido en una pandemia en las calles de la capital.
M¨¢rquez fue ruleteado, como se dice en el espa?ol local, por la ciudad durante cuatro angustiosas horas. El viernes anterior hab¨ªa participado en un acto de apoyo al candidato opositor Henrique Capriles organizado por un amplio grupo de artistas y al principio no descart¨® que fuese una agresi¨®n pol¨ªtica. Pronto comprob¨® que era una v¨ªctima m¨¢s del hampa, que ha convertido a Venezuela en uno de los pa¨ªses m¨¢s violentos del mundo con 16.000 asesinatos el a?o pasado.
¡°Ni me hab¨ªan reconocido. Me dieron un golpe con la pistola en la cabeza, y tem¨ª por mi vida porque conozco casos que han tenido desenlaces tr¨¢gicos, pero luego me tranquilic¨¦ y me dediqu¨¦ a observarlos. Eran cuatro o seis muchachos entre los 18 y los 22 a?os. Se entabl¨® una discusi¨®n en la que me argumentaron que se dedicaban a secuestrar gente porque no encontraban un trabajo de 8.000 bol¨ªvares [algo menos de 1.000 euros] al mes. Me sorprend¨ª. ?No ten¨ªan ambici¨®n, con esa cantidad apenas se sobrevive en este pa¨ªs! Me pidieron que les diese los nombres y direcciones de mis amigos. Les dije que la mayor¨ªa eran profesores universitarios y que no cobraban mucho y, de pronto, uno de ellos coment¨®: ?C¨®mo puede avanzar un pa¨ªs que paga una miseria a un profesor universitario? ?Me estaban describiendo su propia tragedia!¡±, recuerda M¨¢rquez.
El humorista, al que a¨²n no se le ha pasado el susto, reconoce que el incidente le ha hecho ¡°estallar sentimentalmente¡± y angustiarse m¨¢s a¨²n por el destino de su pa¨ªs. ¡°Somos una sociedad enferma. Fingimos naturalidad pero estamos perturbados por la inseguridad, la intolerancia y la arbitrariedad¡±. Como tantos venezolanos, M¨¢rquez se siente en ¡°la orfandad institucional¡± ¡ªel Estado chavista discrimina su protecci¨®n¡ª y como opositor vive el acoso y la exclusi¨®n pol¨ªtica del Gobierno. ¡°Cada d¨ªa recibo una catarata de odio y de insultos a trav¨¦s de las redes sociales y me han prohibido actuar, incluso alojarme, en los hoteles del Estado¡±.
La inseguridad ciudadana es el problema n¨²mero uno que se?alan en las encuestas los venezolanos de toda condici¨®n, pero con un agravante. Como dice C¨¦sar Miguel Rond¨®n, director del programa de radio de mayor audiencia del pa¨ªs, ¡°las fronteras entre la violencia del hampa y la pol¨ªtica no est¨¢n claras. El r¨¦gimen es c¨®mplice del delito por razones ideol¨®gicas. Parte de la idea de que el lumpen se enfrenta la burgues¨ªa y por tanto reivindica la causa, y ni lo reprime ni lo castiga¡±.
La violencia en las calles ha impuesto su ley en la vida cotidiana. ¡°Cada vez se sale menos por la noche y se va al cine m¨¢s temprano¡±, dice el economista ?ngel Alay¨®n.
Mar¨ªa Elisa Flushing, una mujer fuerte y joven, cuenta que trabaja a cuatro cuadras de su casa pero que prefiere ir en coche por si la atracan. Su hijo, de 21 a?os, viste como ¡°un indigente¡±. ¡°Se acab¨® la ¨¦poca de salir bonito y perfumado. Vivimos en una tensi¨®n permanente¡±.
Mar¨ªa Elisa se?ala otro problema: es rubia y de piel blanca. ¡°Te miran feo por ser rubia. Te ponen obst¨¢culos en los tr¨¢mites administrativos o te cobran de m¨¢s. No eres de la misma especie, no eres afrodescendiente, como dice el Gobierno. A veces pido a una amiga morena que me haga la gesti¨®n, que negocie ella por m¨ª¡±.
Son v¨ªsperas electorales y muchos venezolanos quieren un cambio, pero sobre todo, a lo que aspiran es a la normalidad. Empezando por hacer la compra, que se ha convertido en una verdadera carrera de obst¨¢culos, dada la escasez de alimentos.
¡°Los consumidores se han acostumbrado a sustituir algunos productos y sus marcas favoritas por lo que encuentran. Tampoco se hace la compra ya en un solo sitio sino que se recorren varias tiendas hasta dar con lo que se busca¡±, comenta Alay¨®n.
¡°En mi caso¡±, dice Mar¨ªa Elisa, ¡°entre mis hermanas y las vecinas hemos montado una aut¨¦ntica red. Si nos pasan el dato de que ha llegado papel higi¨¦nico o aceite a tal supermercado nos organizamos como si fuese una cacer¨ªa¡±.
Lo mismo pasa con medicinas y repuestos de autom¨®viles y maquinaria. Cuentas de Twitter y p¨¢ginas de Facebook indican a pacientes y consumidores donde encontrarlos. La falta de una pieza por una aver¨ªa simple puede suponer quedarse sin coche cuatro meses o es t¨ªpico que el taller repare el veh¨ªculo si el cliente busca los repuestos. Hay largas listas de espera para comprar algunos electrodom¨¦sticos y viajar por el interior del pa¨ªs puede convertirse en una pesadilla por el mal estado de las carreteras.
¡°Un viaje de Caracas a Valencia, que est¨¢ a 170 kil¨®metros, se hac¨ªa antes en dos horas. Ahora puedes tardar hasta seis por la falta de mantenimiento de la carretera¡±, cuenta Alay¨®n.
Para este economista, el problema es que ¡°la oferta no se corresponde con una demanda que no ha dejado de crecer por el aumento de poblaci¨®n. Adem¨¢s, ha ca¨ªdo la producci¨®n y hay dificultades para importar por falta de divisas¡±. Son algunas de las malas pasadas del populismo, cuya intolerancia y ret¨®rica no alcanzan para ocultar los dramas del d¨ªa a d¨ªa.
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