Por qu¨¦ Estados Unidos no quiere intervenir en Siria

Barack Obama sabe lo que significa montar una farsa para justificar una intervenci¨®n militar (como la organizada por su predecesor para invadir Irak en 2003). Pero su petici¨®n de que se realice una evaluaci¨®n definitiva que aclare las dudas existentes sobre el posible uso por parte del r¨¦gimen sirio de armas qu¨ªmicas solo busca en realidad ganar tiempo para no tener que enfrentarse a la decisi¨®n de adoptar medidas militares directas.

De hacer caso a su propio anuncio ¡ªsosteniendo que ese uso supondr¨ªa cruzar una l¨ªnea roja que tendr¨ªa consecuencias dolorosas para El Asad¡ª y a las acusaciones directas de Israel, Francia y Reino Unido, hoy estar¨ªamos asistiendo a los preparativos de una nueva intervenci¨®n militar liderada por Washington. Y, sin embargo, ni el despliegue de selectivas unidades de operaciones especiales ni los 200 efectivos de la unidad de cuartel general de la 1? Divisi¨®n acorazada que ahora se le sumar¨¢n en suelo jordano apuntan en esa direcci¨®n.

Y esto es as¨ª por una acumulaci¨®n de factores entre los que cabe citar la aversi¨®n de la Administraci¨®n Obama a repetir los errores registrados en Afganist¨¢n e Irak (como ya se pudo constatar en Libia), liderando aventuras militaristas que se han saldado con considerables costes pol¨ªticos, econ¨®micos y hasta de imagen. Tambi¨¦n cuenta la impopularidad de una posible intervenci¨®n entre la opini¨®n p¨²blica estadounidense y el alto coste de un despliegue al que dif¨ªcilmente cabr¨ªa poner fecha de finalizaci¨®n. Todo ello sin olvidar el temor a una desestabilizaci¨®n general que afecte a¨²n m¨¢s a los pa¨ªses vecinos. Pero lo que mejor explica la renuencia a activar su maquinaria militar es que el (a todas luces muy probable) uso de armas qu¨ªmicas no afecta de momento a lo que realmente teme Washington: la p¨¦rdida de control del arsenal qu¨ªmico por parte del r¨¦gimen y, por tanto, su posible traspaso a manos de grupos como Hezbol¨¢, el Frente al Nusra o similares. Dicho de otro modo, la muerte de algunos civiles o rebeldes por gas sar¨ªn no constituye para EE UU un casus belli, mientras El Asad d¨¦ muestras de que no ha perdido el control de esos arsenales o de que esas armas sean usadas contra alg¨²n vecino (con Israel en cabeza).

Por tanto, para quien sigue hoy empe?ado en imponerse a sus opositores ¡ªaprovechando su fragmentaci¨®n y su inferioridad militar¡ª poco sentido tendr¨ªa cruzar las l¨ªneas que forzar¨ªan una intervenci¨®n militar internacional. Entendido de ese modo, solo cabe concluir que los ataques qu¨ªmicos realizados son un test del r¨¦gimen explorando los l¨ªmites de la paciencia internacional o, lo que ser¨ªa m¨¢s alarmante, una muestra del descontrol derivado de las luchas internas de un r¨¦gimen en el que algunos podr¨ªan estar apurando sus bazas como alternativa a una Siria postAsad. Da la impresi¨®n de que EE UU opta por la primera interpretaci¨®n, aunque solo sea porque la segunda le obligar¨ªa a preparar el despliegue inmediato de no menos de 70.000 efectivos para asegurar el control total del arsenal sirio. Y no hay ninguna se?al de que est¨¦ en ello.

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