Par¨ªs no debe jugar de tapadillo
Francia es demasiado importante para el equilibrio europeo y no debe permitirse ese creciente complejo de inferioridad frente a Alemania
Lo que Fran?ois Hollande deba reclamar a Angela Merkel, se lo debe reclamar cara a cara, o en el Consejo Europeo. Nunca de tapadillo, emboscado en unas mediocres menciones personales en un documento de uso interno del PS, perpetradas por cualquier empleado menor. Tampoco, como a veces tantea Mariano Rajoy, clamando en una rueda de prensa y callando luego en la cumbre europea.
Francia nos es demasiado importante para el equilibrio europeo; no debe permitirse ese creciente complejo de inferioridad frente a su socio preferente, cada vez m¨¢s poderoso. A Hollande las cosas le van m¨¢s bien mal, pero ha hecho buena parte de lo que prometi¨® y era factible. Aunque el motor de su econom¨ªa renquea y se estanca, ha logrado en su primer a?o cierto control del d¨¦ficit, un reparto menos injusto de la factura fiscal, el blindaje de la ense?anza p¨²blica.
A nivel europeo alcanz¨® un hito enorme: el Pacto por el Crecimiento y el Empleo aprobado por los Veintisiete a final de junio de 2012, un hijo que muchos padres reclaman como propio pero que sin su f¨®rceps no hubiese nacido.
El Pacto supon¨ªa ampliar en 10.000 millones de euros el capital del Banco Europeo de Inversiones para que aumentase en 60.000 millones sus pr¨¦stamos; la reordenaci¨®n de los fondos estructurales comunitarios en favor de los m¨¢s vulnerables y la profundizaci¨®n del mercado interior, hacia lo digital. Contribu¨ªa a compensar la hegemon¨ªa indiscutida de la austeridad excesiva, mediante est¨ªmulos selectivos al crecimiento.
Pero la derrota de los partidarios de un mayor presupuesto europeo ¡ªFrancia a la cabeza¡ª y las dificultades dom¨¦sticas, incluido el fraude fiscal del ministro del ramo, paralizaron al nuevo presidente y a su Gobierno, como presos de un electroshock. En las salvas de aquel Pacto inicial parec¨ªan haberse gastado todos sus polvorines. Ni seguimiento de sus realizaciones, ni ampliaci¨®n de sus horizontes, nada nuevo han hecho para convertirlo en una verdadera pol¨ªtica: Pol¨ªtica.
A falta de tal, la queja ensimismada contra la monocorde austeridad alemana. O un clamor por planes indispensables, pero tr¨¦mulo. Seguro que es bueno que el BCE, sin tocar el tratado, se oriente m¨¢s al crecimiento; que se permita una mayor inflaci¨®n dilutiva de los altos endeudamientos; que se mutualicen las deudas mediante eurobonos; que se federalicen los fondos de garant¨ªas de dep¨®sitos bancarios, como sostienen los hollandistas... y muchos otros. Y que haya mayor inversi¨®n europea. ?Qui¨¦n pone el dinero?, pregunta el ministro alem¨¢n Wolfgang Sch?uble. Pues la deuda del BEI (limitada y prudente), la cofinanciaci¨®n p¨²blico-privada, la tasa Tobin. ?Acaso no hay f¨®rmulas disponibles sin agredir al contribuyente alem¨¢n? Se lo digan.
Para balizar el camino a ese horizonte, Francia debe dar un salto y alinearse con la propuesta de uni¨®n pol¨ªtica abanderada por los alemanes. Que a veces usan el recelo franc¨¦s como excusa para retrasar ad infinitum esos deberes. Pero la uni¨®n pol¨ªtica es ineludible si se pretende el control democr¨¢tico de las competencias eecon¨®micas en proceso de transferencia a la Uni¨®n. ?O no, Hollande?
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