Cuando la sotana de Juan Pablo I se manch¨® con la sangre de Videla
La Iglesia cat¨®lica debe aclarar la connivencia que ha mantenido con dictaduras tanto de izquierdas como de derechas
En agosto de 1978, en la misa de inicio del pontificado del papa rel¨¢mpago Juan Pablo I, en la plaza de San Pedro estaba, entre los representantes de los Gobiernos de todo el mundo, el general argentino Jorge Rafael Videla.
Roma no vio con buenos ojos la presencia del dictador. El Partido Radical italiano lanz¨® globos de colores durante la solemne ceremonia con frases contra el general argentino.
Yo estaba en aquella plaza. La gente llegaba a abarrotar hasta la Via della Conciliazione. Dio la casualidad que uno de los globos, en el que estaba escrito ¡°Fuera Videla¡±, cay¨® durante la misa sobre la cara del dictador.
Esa ma?ana, el diario L¡¯Espresso, de larga tradici¨®n liberal democr¨¢tica, public¨® una foto emblem¨¢tica. En ella aparec¨ªan el Papa reci¨¦n estrenado Juan Pablo I y el general Videla abraz¨¢ndose. Al separarse, el papa se miraba sorprendido la sotana blanca en la que hab¨ªan quedado impresas, con sangre, las huellas de las manos del dictador.
Aquel papa dur¨® s¨®lo 33 d¨ªas despu¨¦s de haber descubierto una trama mafiosa en la Banca vaticana dirigida entonces por el obispo americano Paul Mercinkus que acabar¨ªa perseguido por la justicia de Italia y que tuvo que huir del Vaticano para no ser encarcelado.
A Juan Pablo I le sucedi¨® semanas despu¨¦s el papa polaco Juan Pablo II, que visit¨® Argentina en 1982, en pleno conflicto de las Malvinas, en el mismo viaje en que antes hab¨ªa visitado Inglaterra.
Durante aquel viaje, Wojtyla se encontr¨® con Videla en el avi¨®n. El papa hab¨ªa defendido ante los periodistas que le acompa?¨¢bamos la doctrina tradicional de la Iglesia sobre la ¡°guerra justa¡±.
El aterrizaje del avi¨®n papal en Buenos Aires fue como un presagio de guerra. Justo en el momento de aterrizar, bajo una lluvia torrencial y un golpe de viento fort¨ªsimo, el avi¨®n empez¨® a dar bandazos y dentro de ¨¦l todo empez¨® a caer en el suelo. Hice con Juan Pablo II cien viajes internacionales y fue la primera vez que tuve miedo. Nos dijeron despu¨¦s que la gente que estaba esperando al papa en el aeropuerto, bajo una lluvia cerrada, empez¨® a rezar al ver tambalearse el avi¨®n.
Los militares argentinos recibieron en esa ocasi¨®n la comuni¨®n de la mano del Papa. A?os m¨¢s tarde Juan Pablo II tambi¨¦n visitar¨ªa al dictador Augusto Pinochet en Chile. Juntos dieron la bendici¨®n a la gente desde uno de los balcones del palacio presidencial en el que hab¨ªa muerto Allende.
Dos dictadores, dos sanguinarios, dos amigos de los papas, a los que les gustaba comulgar y que hoy descansan en paz con sus miles de muertos sobre sus conciencias. Hoy el papa Francisco, es argentino, tierra de m¨¢rtires de una de las dictaduras m¨¢s crueles de Am¨¦rica Latina. Ha habido quien ha querido manchar su imagen acus¨¢ndole de haber sido tibio con los militares, algo que el Nobel de la Paz Adolfo P¨¦rez Esquivel ha negado rotundamente.
Ahora que preside la Iglesia y que pronto visitar¨¢ Argentina, con Videla ya muerto, el primer papa de las Am¨¦ricas tendr¨¢ la oportunidad de hablar con claridad sobre los pecados de la Iglesia en sus no siempre di¨¢fanas relaciones con las dictaduras tanto de derechas como de izquierdas.
Francisco ya prometi¨® abrir los archivos vaticanos sobre el nazismo. Ahora deber¨ªa anunciar la apertura de los archivos vaticanos sobre las dictaduras de Argentina y Chile, entre otras.
Jes¨²s dec¨ªa a sus ap¨®stoles que deb¨ªan gritar la verdad desde ¡°los tejados¡± de las casas.
La Iglesia no deber¨ªa tener temor de iluminar las negras sombras acumuladas en el Vaticano y que la persegu¨ªan desde P¨ªo XII hasta hoy, para limitarnos a la Iglesia moderna.
Los cristianos serios lo est¨¢n esperando.
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