Obama no es Bush, pero se le parece
La escasez de liderazgo del actual presidente de Estados Unidos recuerda a su predecesor
En menos de un mes, Barack Obama ha expresado su voluntad de poner fin a la guerra contra el terrorismo ¡ª¡°esa guerra, como todas las guerras, tiene que acabar¡±¡ª, ha completado un equipo de pol¨ªtica exterior situado bastante a la izquierda del establecimiento pol¨ªtico y ha justificado la vigilancia de millones de comunicaciones telef¨®nicas y de Internet sobre la base de que hay que sacrificar cierta privacidad a favor de m¨¢s seguridad.
En realidad, nada nuevo, el mismo Obama de siempre, en esa lucha contante entre el compromiso con la leyenda del Yes, we can y la realidad del gobierno. Probablemente, esa es la esencia misma del poder: los l¨ªmites entre lo que se quiere hacer y se puede hacer.
En el caso de Obama, el episodio de los registros telef¨®nicos y el rastreo de correos electr¨®nicos, chats o fotos en todo el mundo, ha acabado de decepcionar a algunos de sus m¨¢s entusiastas seguidores. The New York Times dec¨ªa rotundamente en un editorial que ya ¡°no se puede confiar¡± en ¨¦l. En las televisiones y redes sociales, las cr¨ªticas, tanto de la izquierda como de la derecha, han sido dominantes, y, con ese capacidad de s¨ªntesis que caracteriza a los periodistas, algunos titulares lo expresaban as¨ª: ¡°George W. Obama¡±.
La idea de que Obama es una repetici¨®n de Bush es f¨¢cil de entender, mucho m¨¢s f¨¢cil de transmitir y cuenta con muchos adeptos, tanto entre quienes intentan exonerar a Bush como entre quienes siempre tuvieron sospechas sobre Obama. Pero el asunto es algo m¨¢s complejo.
Obama hered¨® la estrategia completa de guerra contra el terrorismo elaborada por el Gobierno de Bush, incluidos los dos programas de vigilancia de las comunicaciones que ahora se han conocido, y la verdad es que no ha hecho gran cosa para sustituirla por otra. Quiz¨¢ lo intent¨®, pero le convencieron de que no se pod¨ªa. Como confes¨® inocentemente el viernes, ¨¦l era inicialmente esc¨¦ptico sobre el valor de esos programas, pero sus asesores le recomendaron mantenerlos.
Una buena direcci¨®n exige, por supuesto, escuchar a los colaboradores. Pero el liderazgo se forja en el riesgo personal que un presidente asume a solas en determinadas ocasiones. Se cumplen ahora 50 a?os del asesinato de John F. Kennedy, de quien se recuerda c¨®mo se mantuvo solo, frente a la opini¨®n de todos sus asesores militares, en su posici¨®n de no atacar Cuba durante la crisis de los misiles, lo que probablemente evit¨® una guerra nuclear.
Obama no es la repetici¨®n de Bush por su concepci¨®n del mundo, del papel de Estados Unidos o del uso de los medios que tiene a su disposici¨®n. Pero se le parece, en el sentido de que ha sido incapaz hasta ahora de establecer su propia y diferenciada presidencia. El problema no es que Bush sea el modelo de Obama, que no lo es. El problema es que, en este momento, es imposible saber para qu¨¦ quer¨ªa Obama un segundo mandato y hacia donde conduce al pa¨ªs. No es que sea como Bush, es que la escasez de liderazgo ha hecho recordar a Bush.
Para ser justos, es preciso reconocer que el registro de llamadas telef¨®nicas, sin escuchar su contenido, o el seguimiento de los movimientos en Internet en el mundo, ocasiona a los individuos un da?o menor que las torturas, las c¨¢rceles secretas o los secuestros clandestinos. Obama ha eliminado los ingredientes m¨¢s nocivos de la guerra contra el terrorismo y, en l¨ªneas generales, ha creado un entorno de cooperaci¨®n y entendimiento internacional. Eso es mucho, cuando se valore en perspectiva.
Pero, de nuevo, el problema es que esos m¨¦ritos no se corresponden con una l¨ªnea de actuaci¨®n coherente y constante. Ni siquiera hubiera sido tan dif¨ªcil defender la vigilancia de las comunicaciones, que puede tener su l¨®gica, dentro de un proyecto propio y razonado.
Algunos de quienes apoyan a Obama, y el propio presidente, se han encargado de recordar que los dos programas ahora conocidos exist¨ªan ya durante la anterior Administraci¨®n. Mala excusa, que solo pone en evidencia el continuismo, la par¨¢lisis y escasez de ideas de la Administraci¨®n actual.
Bush ten¨ªa su plan, por muy descabellado que fuera. Pero, ?cu¨¢l es el de Obama? Un poco de aqu¨ª y un poco de all¨¢, unas ideas gen¨¦ricas de futuro, mezcladas con mucho de la realidad del pasado. Ante la confusi¨®n de la respuesta, se va haciendo fuerte la idea de que Obama ha continuado el plan de Bush.
Es decepcionante, cuando se tiene en cuenta lo que Obama representa en la historia como el primer presidente negro, e injusto, cuando se conocen un poco las cualidades personales e intelectuales de un hombre que piensa mucho mejor de lo que act¨²a. Pero es el precio que se paga por la indecisi¨®n.
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