El partido de los cu?ados
La sociedad ¨¢rabe tradicional es endog¨¢mica. La tasa de casamientos entre primos alcanza el 35% de los matrimonios
La sociedad ¨¢rabe tradicional es fuertemente endog¨¢mica. La tasa de casamientos entre primos llega hasta el 35% de los matrimonios. Para el dem¨®grafo franc¨¦s Emmanuel Todd, esta es una de las claves de las revueltas ¨¢rabes de 2011. ¡°La democracia es la irrupci¨®n del ciudadano, del individuo libre en el espacio p¨²blico. La endogamia es exactamente lo contrario, la cerraz¨®n en el grupo familiar¡±, se?ala en su libro Al¨¢ no tiene nada que ver con esto. Egipto es uno de los pa¨ªses ¨¢rabes donde m¨¢s ha disminuido la endogamia, actualmente 20 puntos por debajo del modelo ¨¢rabe tradicional, y este es uno de los elementos que explican, seg¨²n Todd, las movilizaciones que condujeron al derrocamiento de Mubarak y, por supuesto, las actuales para echar tambi¨¦n a Morsi.
Esta explicaci¨®n tiene un inter¨¦s adicional porque los Hermanos Musulmanes son especialmente endog¨¢micos, en buena correlaci¨®n con su proyecto de adaptar la sociedad moderna a los preceptos cor¨¢nicos, no lo contrario. No conozco estad¨ªsticas sobre el grado de endogamia de sus militantes y dirigentes, pero basta repasar sus biograf¨ªas para observar que la f¨®rmula del matrimonio entre primos es la m¨¢s habitual, empezando por el presidente Morsi.
No es la ¨²nica forma de endogamia entre los dirigentes, que con frecuencia est¨¢n casados tambi¨¦n con las hijas o las hermanas de sus compa?eros de Hermandad. La gran mayor¨ªa de quienes se oponen a Morsi, adem¨¢s de combatir sus ideas, resulta que tambi¨¦n difieren en el estilo de familia por el que optan, m¨¢s abierta y moderna que la de los Hermanos Musulmanes. Desde este punto de vista, la sociedad egipcia va hacia una direcci¨®n y la Hermandad musulmana va en la contraria. Estamos hablando de estructuras de familia, no de ideolog¨ªas y menos todav¨ªa de propuestas y decisiones pol¨ªticas. Sobre el papel cabe perfectamente que una estructura de fuertes ra¨ªces tradicionales encabece una renovaci¨®n de la sociedad que vaya en sentido opuesto. Pero a la vista est¨¢ que no ha sido el caso.
El n¨²cleo dirigente de la Hermandad est¨¢ formado por hombres de larga experiencia como cofrades, que han pasado largos procesos de selecci¨®n, tuvieron la oportunidad de bregarse contra la dictadura militar y actuaron como dirigentes de sindicatos, uniones profesionales y organizaciones de la sociedad civil. Este era el capital que les permiti¨® vencer en las urnas y colocar a uno de los suyos en la presidencia.
A la vista del desastroso balance de la presidencia de Morsi un a?o despu¨¦s de su toma de posesi¨®n, est¨¢ claro que la Hermandad solo supo leer su victoria como un mero asalto al poder que le permitir¨ªa aplicar su programa de islamizaci¨®n y colocar a los cu?ados, y no como la oportunidad para transformar y modernizar un pa¨ªs como Egipto que tiene todo lo que hace falta para convertirse en una potencia emergente.
Para encabezar una transici¨®n democr¨¢tica no basta con tener la legitimidad que emana de las urnas, tal como la obtuvo Morsi en 2012, sino que se requiere un esfuerzo especial cuando hay que hacerlo desde organizaciones encerradas en s¨ª mismas, los partidos endog¨¢micos en los que cualquier desviaci¨®n o p¨¦rdida de poder es detectada y evitada por la vigilancia de los cu?ados. No basta con un talento pol¨ªtico regular sino que se requieren las dotes de Mandela, De Klerk, Gorbachov o Su¨¢rez para poner a las formaciones pol¨ªticas respectivas en su lugar y despegarse a la b¨²squeda de una base pol¨ªtica m¨¢s amplia que permita una democratizaci¨®n efectiva y no meramente formal.
Morsi ha hecho una gesti¨®n sectaria y se encuentra aislado. Ni siquiera el partido salafista Nur le da su apoyo para que siga en la presidencia. Como Erdogan hace unas semanas, no ha dudado en movilizar a sus seguidores en contra de los manifestantes que piden su dimisi¨®n. La experiencia demuestra que los l¨ªderes que no vacilan en jugar con la divisi¨®n de su pa¨ªs, sin importarles el clima de guerra civil que fomentan, no merecen continuar al frente de las responsabilidades de Gobierno y suelen terminar de la peor forma posible.
Con esta ya son dos oportunidades perdidas. Los militares no supieron dirigir la transici¨®n en la primera fase y el primer presidente civil salido de las urnas tampoco ha sabido gestionarla en la segunda fase, devolvi¨¦ndole la mano al Ej¨¦rcito, otra estructura endog¨¢mica, masculina y llena de cu?ados, para que ejerza como el papel de ¨¢rbitro de ¨²ltimo recurso al que nunca han renunciado desde el golpe de Estado de 1952.
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