La ciudad del motor se gripa
Detroit fue un pr¨®spero foco de industria y cultura. A?os de decadencia la han convertido en la primera gran urbe de EE UU que quiebra. As¨ª es la vida en las calles donde nadie quiere vivir
En los a?os cincuenta, Detroit, conocida como Ciudad del Motor, lleg¨® a contar con dos millones de habitantes. En la actualidad, el censo lo componen poco m¨¢s de 700.000 personas, cifra a la que se ha llegado desde el lento declive iniciado en 1967 tras unos disturbios raciales que se encuentran entre los m¨¢s violentos de la historia de Estados Unidos. En la ¨²ltima d¨¦cada, el deterioro se ha acelerado de forma brutal: el paro se sit¨²a en el 18% (m¨¢s del doble de la media nacional); cerca de 80.000 edificios est¨¢n abandonados o seriamente da?ados; m¨¢s de la mitad de los parques han cerrado desde 2008, y el 40% del alumbrado el¨¦ctrico, sencillamente, brilla por su ausencia.
Detroit es la mayor urbe de la historia de EE UU que suspende pagos, y lo hace ahogada por una deuda estimada en 20.000 millones de d¨®lares. El paulatino deterioro de la ciudad y el fracaso de todos los intentos de reactivarla han llevado a esta situaci¨®n. La despoblaci¨®n de la ciudad, especialmente de las clases media y alta, ha reducido muy significativamente los ingresos por impuestos ¡ªsolo el 53% de los propietarios de viviendas pagan sus tributos¡ª. En Detroit, m¨¢s de un tercio de las personas viven bajo el umbral de pobreza.
Esta situaci¨®n ha desencadenado un alt¨ªsimo nivel de delincuencia. Expertos en seguridad sostienen que es la ciudad m¨¢s peligrosa de Estados Unidos. La polic¨ªa tarda 58 minutos en responder a una llamada, frente a los 11 de media nacional. Algo parecido sucede con los servicios m¨¦dicos. Solo un tercio de las ambulancias municipales funcionan. Las basuras se acumulan en las calles: el Ayuntamiento no tiene dinero para reparar los camiones de la basura.
El paro duplica la media nacional, la mitad de los parques ha cerrado y la poblaci¨®n es tres veces menor que en los cincuenta
Hubo un tiempo en el que en Detroit todo era lujo y grandeza. Ahora nadie quiere vivir aqu¨ª. La gente acude a trabajar, pero su hogar no es este. Los rascacielos de los gigantes del autom¨®vil, como General Motors o Chrysler, siguen dominando sus extensas avenidas. En algunos de ellos, situados junto al r¨ªo, se han hecho intentos de rehabilitaci¨®n. Se construyeron grandes centros comerciales y cines, pero con escaso ¨¦xito. La gente va en coche a su trabajo y, cuando termina, escapa de la ciudad. No gasta un minuto de su ocio aqu¨ª. Tampoco han triunfado los intentos municipales por captar nuevos habitantes.
Hasta el Instituto de Artes de la ciudad (DIA, por sus siglas en ingl¨¦s), que rivaliza con el Metropolitano, el Guggenheim o el MOMA de Nueva York, ha visto como Kevin Orr, el encargado de gestionar la quiebra de la ciudad, ha pedido una auditor¨ªa de todas sus obras. ¡°Las obras recolectadas durante estos a?os son el resultado del esfuerzo y dinero de grandes coleccionistas y fil¨¢ntropos que quer¨ªan devolver a la comunidad, por medio del arte, todo ese trabajo y esfuerzo que hizo de Detroit una gran ciudad¡±, asegura Salvador Salort-Pons, doctor en Historia del Arte y jefe del departamento de arte europeo del DIA, junto al mural que Diego Rivera realiz¨® para Henry Ford y que narra el trabajo cotidiano en una planta de coches. ¡°El museo adquiri¨® el autorretrato de Van Gogh en 1922 y, como esta, contamos con miles de obras de gran relevancia. La colecci¨®n pertenece a los ciudadanos y es algo que se debe conservar porque cuenta la historia, nuestra historia¡±.
En la oficina del alcalde los nervios son evidentes. ¡°Dave Bing est¨¢ muy ocupado, lo que dicen los peri¨®dicos es verdad, estamos arruinados¡±, explica a EL PA?S el portavoz del Ayuntamiento, Anthony Neely. La corrupci¨®n pol¨ªtica tambi¨¦n ha contribuido al desastre. El pasado 11 de marzo, el exalcalde Kwame Kilpatrick fue condenado por corrupci¨®n. Un jurado le declar¨® culpable de una serie de delitos; entre ellos, asociaci¨®n il¨ªcita. Durante el juicio, que dur¨® cinco meses, Kilpatrick fue presentado como un pol¨ªtico sin escr¨²pulos que recibi¨® sobornos y ama?¨® contratos mientras estuvo en el cargo hasta 2008. La fiscal¨ªa dijo que Kilpatrick operaba una ¡°maquinaria privada de hacer dinero¡± desde la alcald¨ªa de Detroit.
Esta semana se ha celebrado la primera audiencia sobre la bancarrota. La jueza Rosemary Aquilina ten¨ªa, entre otras cosas, que determinar si la solicitud de quiebra era constitucional. Finalmente recomend¨® al gobernador de Michigan, Rick Snyder, que ¡°reconsiderase sus acciones¡± porque este ya hab¨ªa autorizado la bancarrota. Tras la decisi¨®n de la magistrada, el fiscal general de Michigan, Bill Schuette, present¨® una apelaci¨®n y solicit¨® que el proceso se acelerase.
¡°La declaraci¨®n de bancarrota realmente no ha cogido por sorpresa a los habitantes de Detroit¡±, explica Steve Palackdharry, de Southwest Solutions, organizaci¨®n que trabaja para mejorar el bienestar y salud en la ciudad. ¡°Entiendo el alcance medi¨¢tico que est¨¢ teniendo esta situaci¨®n de bancarrota, el problema ahora es qui¨¦n va a conseguir equilibrar la balanza para que salgamos del agujero. Lo importante no es solo desarrollar determinadas zonas, como Downtown, sino hacer de los barrios m¨¢s perjudicados sitios m¨¢s seguros y saludables¡±.
Steve Stanek, investigador del Instituto Heartland y editor de la revista Finance, Insurance & Real Estate News, habla de las consecuencias: ¡°No creo que la quiebra de Detroit vaya a tener un gran impacto econ¨®mico a nivel nacional, pero lo tendr¨¢ a nivel local, y ser¨¢ bueno si los juzgados acaban con los contratos fastuosos que los funcionarios de Detroit han estado recibiendo. Los sindicatos del Gobierno han sido los due?os de la ciudad durante muchos a?os, lo que oblig¨® a la gente m¨¢s pobre a pagar altos impuestos. La bancarrota da a la ciudad una oportunidad de volver a empezar¡±.
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