Ah¨ª est¨¢ el detalle
Reflexione sobre una mala pel¨ªcula de suspenso que los medios nos han puesto por delante: la sucesi¨®n de Ben Bernanke en la presidencia de la Reserva Federal
Estimado lector, hay poco en la vida que supera al cine que hechiza. Su magia encandila porque libera nuestra imaginaci¨®n en viaje hacia el interior de nosotros mismos, en una aventura que remece sentimientos adormilados por el vaiv¨¦n de la vida cotidiana, que nos pone cara a cara con aspiraciones y temores, con sue?os y desencantos, que nos enfrenta con alg¨²n misterio humano solamente descifrable, qui¨¦n sabe, por la sapiencia del esp¨ªritu. El buen cine opaca la celebridad de un excelente actor frente al prop¨®sito de ensalzar algo mucho m¨¢s grande de lo que es: un protagonista que retrata el car¨¢cter social de los tiempos que vivimos, tambi¨¦n un arquetipo que vivifica algo que trasciende las razas, las culturas, las religiones, los tiempos. Charles Chaplin fue un cineasta extraordinario porque sus pel¨ªculas, piense usted en Tiempos Modernos, reflejaron las condiciones despiadadas de la sociedad econ¨®mica de su ¨¦poca y el drama por el que atraviesa el hombre de a pie para sobrevivirlas y mantener su humanidad.
Cr¨¦ame, el buen cine es especialmente indispensable en situaciones como hoy, donde el foro p¨²blico no aborda las sinrazones de un paradigma que mantiene un dominio pernicioso sobre la sociedad entera. Me refiero a la doctrina de la econom¨ªa del libre mercado que somete la conciencia de la gran mayor¨ªa del pueblo norteamericano. No obstante que los datos de mayor pobreza, y desigualdad saltan a la vista, ni las instituciones pedag¨®gicas de mayor prestigio, ni los medios emblem¨¢ticos, ni los comentaristas de opini¨®n m¨¢s encumbrados cuestionan la arquitectura de un orden de cosas que de libre mercado tiene cada vez menos y de plutocracia y oligopolios cada vez m¨¢s. A ese enriquecimiento obsceno, econ¨®mico y socialmente injustificable, del famoso 1% o 0.1%, pr¨¢cticamente no se le toca, y los mandamientos y pr¨¢cticas de la doctrina que lo han hecho posible no se les disputa. Frente a tal irracionalidad, la doctrina del libre mercado pervive sin mayor incomodidad, sin que su legitimad social, hasta donde se puede observar, est¨¦ amenazada. Sin duda, esta doctrina se reviste de una ideolog¨ªa que persuade, y que al igual del hechizo que los libros sagrados ejercen sobre los fieles, embruja.
El buen cine, en principio, puede contribuir a despertar conciencias por su ventaja, f¨ªjese bien, de ocupar los mismos espacios donde el discurso ideol¨®gico del presente ejerce con mayor impacto su capacidad para deslumbrar. Me refiero a los espacios que hacen posible el consumo en masa de todo lo que barniza la cultura de nuestros tiempos: el culto a la celebridad. En el campo de la econom¨ªa pol¨ªtica, el culto a la celebridad se incuba y manifiesta a trav¨¦s de la alianza impl¨ªcita entre los medios informativos e instituciones relevantes, las pol¨ªticas y educativas entre ellas, cuya bisagra es el incentivo y la oportunidad de todos para alzarse con ingentes sumas de dinero. Esta alianza potencia el discurso ideol¨®gico, posibilita su vigencia, ingeni¨¢ndoselas para que las realidades que incomodan no le hagan mella. No tiene importancia alguna que el discurso pueda ser p¨¦simo porque la celebridad, al tener brillo propio, se da el lujo de decir lo que le da gana. Nada mejor revelada esta lamentable condici¨®n que en Sarah Palin cuando renunci¨® a su cargo de gobernadora de Alaska a cambio de un contrato de Fox News por dos millones de d¨®lares al a?o para recitar los consabidos mandamientos ¨C todo lo que es mercado o sector privado es bueno, todo lo que es gobierno o sector p¨²blico es malo. Tampoco importa que el personaje c¨¦lebre incurra en errores f¨¢cticos o de an¨¢lisis imperdonables porque es inmune a la pena por evidencia de yerro garrafal. Al respecto, observe que los responsables intelectuales de la crisis del 2008 mantienen sus espacios de opini¨®n sin necesidad de reinventarse, ni siquiera justificarse, por cuanto el ostracismo intelectual no entra en el c¨¢lculo. A ellos, al igual que a los responsables de otro desastre, la guerra en Irak, los blindan instituciones respaldadas por grandes empresas y grupos o personas adineradas que tienen agenda propia, mientras que los medios se encargan de celebrar su presunta sabidur¨ªa. La licencia de uno de los economistas de mayor renombre, Niall Ferguson, para proclamar sin impunidad sus ¨²ltimas barbaridades, como la de atribuir la homosexualidad de Keynes a su despreocupaci¨®n por lo que sucede en el largo plazo, se explica porque este profesor de Harvard tiene el status de celebridad.
Una buena obra de cine, una que ofrezca la radiograf¨ªa de esta insania puede sacudirnos del letargo. El problema es que lo que abunda es el cine malo, justamente el que menos necesitamos por ser reverente, porque se inclina, por as¨ª decirlo, ante un todo-social donde la ideolog¨ªa, el dinero, el poder, la tribuna y la celebridad se amalgaman en un compacto impermeable a nuevos vientos. En el interior de este todo, los voceros c¨¦lebres, consciente o inconscientemente, nos ofrecen peque?as verdades para ocultar las grandes mentiras, precisamente la caracter¨ªstica central del mal cine. Observe por ejemplo el espacio donde convergen los medios informativos con los partidos pol¨ªticos. Cada ciclo electoral es como una pel¨ªcula que informa sobre la duelo entre dos partidos, un drama que pone frente a frente a candidatos que tienen el aura de celebridad y que ignora lo que verdaderamente importa: los partidos compiten no sobre dos pero sobre una agenda ¨²nica, la que tiene el sello del gran capital corporativo. Reflexione tambi¨¦n sobre una mala pel¨ªcula de suspenso que los medios nos han puesto por delante -- la sucesi¨®n de Ben Bernanke en la presidencia de la Reserva Federal. Uno de los dos candidatos que el presidente Obama considera es Larry Summers, un economista graduado en Harvard que fungi¨® como sub secretario y secretario del Tesoro en el gobierno de Clinton y con el pergamino de haber aparecido en la car¨¢tula de la revista Time en febrero del 1999 al lado de otros dos personajes notables de la ¨¦poca, Robert Rubin y Alan Greenspan. A esta troika la revista la denomin¨® nada menos que el ¡°Comit¨¦ para Salvar el Mundo¡± por su esfuerzo para contener la crisis financiera esos a?os, la que azotaba a Rusia y a otros pa¨ªses deudores.
Pues bien, es conocido que Summers jug¨® papel decisivo en la eliminaci¨®n de las barreras que por seis d¨¦cadas impidieron que los grandes bancos comerciales se convirtieran en lo que hoy son, grandes casinos. Con toda justicia entonces se le puede cargar responsabilidad por la crisis de 2008, pero cuando uno ya ha alcanzado la celebridad suprema -- ?puede haber m¨¢s cuando tengo el t¨ªtulo de salvador del mundo? ¨C no es complicado encontrar la explicaci¨®n que lo justifica todo y que lo mantiene inc¨®lume. Y qu¨¦ f¨¢cil resulta abrirse paso hacia nuevas posiciones que le dan m¨¢s lustre a mi status y m¨¢s dinero a mis bolsillos, ?verdad? Porque cuando uno es c¨¦lebre todo lo que es imaginable es posible, como ser fichado por el presidente en 2009 para presidir el comit¨¦ de consejeros para asuntos econ¨®micos, o hacerse millonario en el sector privado asesorando a un hedge fund, tipo de instituci¨®n que desde la c¨²spide de su carrera p¨²blica Summers contribuy¨® a desregular.
La pregunta relevante no es por qu¨¦ un personaje de una trayectoria que debiera descalificarlo puede ser el pr¨®ximo presidente de la Reserva Federal, sino por qu¨¦ su candidatura no despierta sorpresa ni es causa de repudio o espanto. L¨¦alo bien por favor. Todas las explicaciones que podemos barajar, incluidas las esbozadas por este autor, no alcanzan para calibrar un drama que es verdaderamente incalificable. Vea Ud., a lo largo de la historia las sociedades, a trav¨¦s de sus mitos, se las han ingeniado para preservar sus valores supremos con el sacrificio de los que los faltaban, con ritos de purificaci¨®n que a su vez pon¨ªan a salvo la magnificencia de las instituciones. Por desgracia, al paso que vamos, estos actos redentores no se avizoran. Lo que Summers y los muchos otros como ¨¦l encarnan no es el genuino desprendimiento del estadista notable, sino fidelidad a la ideolog¨ªa que arropa el todo-social que previamente hemos aludido, ese todo que les confiere visibilidad, presencia, poder, dinero, celebridad. Dentro de ese todo nada es ¨¦ticamente cuestionable si se apega cuidadosamente a un marco legal que se asienta sobre la idea de que la econom¨ªa de libre mercado y el orden natural de la sociedad son la misma cosa. Adentro entonces valen cosas como el trato tributario preferencial a la ganancia de capital, el uso de para¨ªsos fiscales, los millonarios contratos de derivadas sin regulaci¨®n o, por ¨²ltimo, buscar poner en primera fila a los bancos y en la ¨²ltima a los pensionistas municipales en las decisiones que proceden por la bancarrota de Detroit. Ya lo ve, la banalidad del mal puede presentarse en varias formas.
Buena suerte al que todav¨ªa cree que los mandarines y sacerdotes del libre mercado son susceptibles a la cr¨ªtica razonable, al que contin¨²a en el intento para demostrar, por ejemplo, que el estancamiento del salario real desde hace 35 a?os, o el gradual empobrecimiento de las clases medias no son buenos para la econom¨ªa ni aceptables para la sociedad. Alg¨²n d¨ªa caer¨¢ en la cuenta de que predica en el desierto porque el bendito todo-social est¨¢ herm¨¦ticamente cerrado a toda idea que viene de afuera, que adentro reinan hombres convencidos de que est¨¢n por encima del bien y del mal. No los conciba como a un San Pablo pronto a emprender viaje a Damasco, no espere su conversi¨®n a la sensatez. Perc¨ªbalos m¨¢s como los papas que defenestraron a Galileo o como los prelados indolentes a la venta de indulgencias.
Estimado lector, si no hay Lutero a la vista cifre su esperanza en que aparezca una obra maestra de cine, una que ponga al desnudo la insensatez amoral que vivimos y que haga de ¨¦sta su causa c¨¦lebre. Charles Chaplin ilumin¨® su ¨¦poca con sus Tiempos Modernos. Por mi parte le cuento que estoy a la espera con la mente puesta en otro monstruo del cine, Cantinflas, a quien el mismo Chaplin en una oportunidad lo consider¨® talento superior. ¡°Dios m¨ªo no me des, s¨®lo ponme donde hay¡± es una frase c¨¦lebre del mexicano genial. Nada como esta frase para expresar el car¨¢cter social de ese M¨¦xico de mediados del siglo veinte lacerado por la corrupci¨®n carnal y del esp¨ªritu. No encuentro otra mejor para revelar el rasgo distintivo de los Larry Summers de esta ¨¦poca.
Jorge L. Daly es economista pol¨ªtico.
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