Per¨², diez a?os cicatrizando
Diez a?os despu¨¦s de la creaci¨®n de la Comisi¨®n de la Verdad y la Reconciliaci¨®n la atenci¨®n a las v¨ªctimas del conflicto que se vivi¨® entre 1980 y el a?o 2000 sigue con lagunas
La Hoyada, una explanada de la ciudad de Ayacucho, en la sierra sur de Per¨², que en la d¨¦cada de los ochenta fue el tiradero de cad¨¢veres del cuartel principal del Ej¨¦rcito, est¨¢ ahora en gran parte invadida por casas, pero tambi¨¦n tiene espacio para una cruz que recuerda a los desaparecidos.
Es una zona que las organizaciones de v¨ªctimas de la violencia del periodo que fue de 1980 al a?o 2000 esperan que sea reconocida como un santuario de la memoria. Este a?o se cumple una d¨¦cada de la Comisi¨®n de la Verdad y Reconciliaci¨®n, que document¨® que el departamento de Ayacucho fue el m¨¢s afectado por la violencia del grupo terrorista de Sendero Luminoso y por la lucha contrasubversiva.
Los ayacuchanos reivindican la importancia de construir un relato que recupere la memoria de aquellos tiempos de violencia, y lamentan que el Estado peruano a¨²n no se muestre preparado para resolver ni simb¨®lica ni materialmente las penurias de la posguerra.
¡°El informe no tuvo el impacto que se esperaba¡±, comenta a EL PA?S el antrop¨®logo y profesor de la Universidad San Crist¨®bal de Huamanga Mariano Aron¨¦s. ¡°Pero eso no significa que el tema no se trate, ni que las personas no quieran recordar, sino que se da en otros espacios como, por ejemplo, los de las familias. De muchas maneras es posible decir que se vive el trauma. Hay desencanto entre quienes hicieron servicio militar y no los retribuyeron en nada, hay padres que violaron a mujeres y ahora son muy celosos de sus hijas¡±, refiere el acad¨¦mico, que ha realizado investigaciones sobre exmilitares y polic¨ªas.
Aron¨¦s, hijo de un polic¨ªa asesinado por Sendero Luminoso en 1983, considera que el informe de la Comisi¨®n no ha sido aceptado como un texto de valor institucional porque desvela culpas que no se quieren asumir: ¡°Asigna responsabilidades con nombres y apellidos, y en este pa¨ªs de irresponsables nadie quiere reconocer sus errores¡±.
¡°Queramos o no somos una sociedad convaleciente. En Ayacucho escucho permanentemente: ¡®?C¨®mo el Estado no es capaz de voltear la mirada y atendernos? Hubo p¨¦rdidas y el Estado debe decirnos¡¯¡±, a?ade el antrop¨®logo, que recuerda que siendo candidatos a la presidencia, Alan Garc¨ªa y Ollanta Humala se reunieron con las organizaciones de v¨ªctima de Ayacucho para ofrecerles encargarse de las reparaciones, y que desde entonces, sin embargo, ha habido pocos avances.
La parte positiva durante estos ¨²ltimos a?os, seg¨²n el profesor Aron¨¦s, ha sido la cantidad de exhumaciones que ha habido y la entrega de los restos a las familias de las v¨ªctimas. M¨¢s all¨¢ de las dificultades, darles sepultura es una sanaci¨®n. Los familiares dicen, ¡®por fin puedo dormir tranquilo¡¯. Esa s¨ª es una forma de resarcir sus sufrimientos. Seg¨²n un informe difundido esta semana por la Defensor¨ªa del Pueblo, hay 6.462 sitios de entierro en el pa¨ªs y, seg¨²n la Fiscal¨ªa de la Naci¨®n, son m¨¢s de 15.700 las personas que desaparecieron en los 20 a?os de violencia.
El mismo reporte de la Defensor¨ªa del Pueblo indica que hay aspectos pendientes que el Estado debe resolver. Por ejemplo: quienes murieron o resultaron heridos como producto de acciones antiterroristas o antisubversivas posteriores al a?o 2000 no son considerados por ley v¨ªctimas que merezcan una reparaci¨®n.
Aron¨¦s tambi¨¦n destac¨® un aspecto no abordado por parte del Estado: la necesidad de un protocolo para las personas (incluidos menores) que fueron reclutadas por Sendero Luminoso y que han sido rescatadas en acciones contrasubversivas.
¡°Un abogado me pidi¨® un informe pericial como antrop¨®logo por dos mujeres de la etnia ashaninka que fueron detenidas en un campamento de Sendero Luminoso. Una fue llevada por Sendero cuando ten¨ªa dos o tres a?os, la otra un poco mayor. Cuidaban a los ni?os, preparaban comida, nunca salieron del campamento, no sab¨ªan en qu¨¦ parte del pa¨ªs estaban, no ten¨ªan apellido, nunca hab¨ªan visto dinero¡±, relata el antrop¨®logo, cuyo peritaje evit¨® que las mujeres fueran sentenciadas por terrorismo. ¡°No entend¨ªan bien castellano, ni ten¨ªa ideolog¨ªa, pues ni entend¨ªan¡±.
Yuber Alarc¨®n, asesor en Ayacucho del programa Apoyo para la Paz, considera que entre 2004 y 2005 ¡°la poblaci¨®n de Ayacucho y las v¨ªctimas s¨ª hicieron suyo el informe y acompa?aron el trabajo de difusi¨®n. Entonces creci¨® el n¨²mero de organizaciones de v¨ªctimas en las provincias, pero desde fin del gobierno del presidente Alejandro Toledo ha perdido vigencia y significado¡±.
Otra mirada es la del antrop¨®logo y retablista ayacuchano Edilberto Jim¨¦nez, autor de un libro que retrat¨® las masacres en Chungui, distrito de Ayacucho que perdi¨® al 17% de su poblaci¨®n entre 1983 y 1984: 1.384 muertas o desaparecidas. ¡°Gracias a la visi¨®n de la Comisi¨®n de la Verdad se sabe cu¨¢l ha sido la dimensi¨®n de la guerra sucia o la violencia¡±.
Treinta a?os de b¨²squedas
Adelina Garc¨ªa es la presidenta de la Asociaci¨®n de Familiares de Secuestrados y Desaparecidos del Per¨², la primera organizaci¨®n de v¨ªctimas de la violencia, que este 2 de septiembre cumple 30 a?os de fundaci¨®n. La dirigente, quechuahablante, perdi¨® a su esposo cuando ¨¦l era estudiante universitario en Ayacucho. Debido a los golpes que sufri¨® cuando se lo llevaban, ella tambi¨¦n perdi¨® un beb¨¦ en gestaci¨®n.
Para Garc¨ªa, el principal logro de la Comisi¨®n de la Verdad es la existencia actual del Registro ?nico de V¨ªctimas de la Violencia, una de las recomendaciones que s¨ª cumpli¨® el Estado. Se trata del listado de quienes deben recibir una reparaci¨®n, sea econ¨®mica, simb¨®lica, en salud o en educaci¨®n. Actualmente hay registradas 182.350 v¨ªctimas: un 59% son v¨ªctimas directas de la violencia y el 41% restante son familiares de las primeras.
Muchos pueblos a donde no llegan las carreteras se han quedado sin dar testimonio del horror
La presidenta de la asociaci¨®n de familiares reconoce que los comisionados no pudieron investigar todo debido al poco tiempo de trabajo. ¡°Muchos pueblitos y anexos adonde no llegan los carros ni las carreteras se han quedado sin dar testimonio¡±, expresa en su local del Parque Maravillas, en Ayacucho.
Adelina Garc¨ªa critica que una tercera parte de los casos se ha judicializado pero en muchos est¨¢n archivando las investigaciones o absolviendo a los culpables. ¡°A veces hay m¨¢s dolor para nosotros¡±, dice. Ella tambi¨¦n considera que las v¨ªctimas reciben poco dinero: 3.500 d¨®lares por familia, sin tener en cuenta cu¨¢ntos miembros tiene cada familia o si en una familia ha habido m¨¢s de una v¨ªctima.
Mientras tanto, el antrop¨®logo Lurgio Gavil¨¢n, autor del libro m¨¢s revelador sobre estos a?os de violencia, Memorias de un soldado desconocido, afirma que pese al tiempo transcurrido y a los proyectos de cooperaci¨®n de las ONG, algunas comunidades de su regi¨®n que eran pobres en el tiempo de la violencia, siguen as¨ª. ¡°Ahora hay m¨¢s necesidad. M¨¢s plata hay que hacer; la tierra se empobrece, hay que comprar televisor, celular, gastar en servicios que antes no ten¨ªan¡±.
Y las herramientas de asunci¨®n del dolor que todav¨ªa usan en pueblos ayacuchanos, seg¨²n cuenta Gavil¨¢n, que estuvo en Sendero Luminoso desde ni?o y de adulto lleg¨® a ser fraile franciscano, a menudo son primarias. El puro silencio es una de las maneras que tienen las familias de rehuir a los rencores entre vecinos. Rencores que solo asoman a veces, como en los carnavales, cuando la gente est¨¢ bebida. Tambi¨¦n emplean ritos simb¨®licos vinculados con el odio y el perd¨®n. Un ejemplo de esto es que la familia de un culpable le regale un toro a la familia afectada por este.
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