El rodillo que cambi¨® Alemania
Merkel recibe el mandato de un pa¨ªs que respalda su pragmatismo
El merkelismo es lo contrario a una monta?a rusa: todo cambia sin sacudidas ni estremecimientos. En ocho a?os, Angela Merkel ha convertido a Alemania en la ¨²nica pieza ineludible del tablero de la Uni¨®n Europea, a Berl¨ªn en su capital oficiosa y al programa de sus democristianos en un caj¨®n de sastre centrista que se acerca a la mayor¨ªa absoluta en un Bundestag que vuelve a tener solo cuatro partidos.
El pa¨ªs se ha entregado con entusiasmo a una nueva era merkeliana. Tras ocho a?os con ella, Alemania se demuestra entusiasmada al darle un tercer Gobierno con una mayor¨ªa arrolladora y un mandato centrista. Ni su oratoria, a menudo menesterosa, ni sus volantazos pol¨ªticos de los cuatro ¨²ltimos a?os paran el rodillo de su popularidad. Las elecciones del domingo sacaron a la superficie los efectos colaterales de su avance aplastante, certificando que Alemania protagoniza cambios dr¨¢sticos a la manera de Merkel: sin histrionismos ni discursos brillantes, como si no pasara nada. La figura de Merkel se agiganta cada vez que esto queda en evidencia: tras cada cita electoral y tras cada cumbre europea en la que deja su impronta ideol¨®gica.
La consecuencia m¨¢s espectacular del terremoto pol¨ªtico del domingo fue el hundimiento del partido liberal FDP, que no aguant¨® el abrazo del oso que le aplic¨® Merkel en los cuatro a?os de Gobierno conjunto. Hasta 93 diputados y 600 colaboradores se quedan en la calle tras una debacle inusitada en la historia Alemania. Es el fin, al menos provisional, de seis d¨¦cadas largas como principal partido bisagra del pa¨ªs. No es poco cambio para un pa¨ªs con semejante reputaci¨®n de inmovilista.
La Alemania merkeliana no deja lugar a dudas de que quiere un Gobierno centrista. Mejor a¨²n si es de gran coalici¨®n entre centroizquierda y centroderecha. La propia Merkel, que dirigi¨® la m¨¢s reciente entre 2005 y 2009, encarna la flexibilidad ideol¨®gica y la apertura de miras que se requiere para que los rivales en las urnas alcancen acuerdos estables y capaces de aguantar una legislatura.
El debate p¨²blico, que dos d¨¦cadas todav¨ªa estaba marcado por las manifestaciones y el compromiso pol¨ªtico de los rescoldos del 68, ha quedado reducido a buenas palabras que pueden resumirse en el mantra que Merkel usa para defender su pol¨ªtica europea: ¡°no hay alternativa¡±. No hay alternativa a Merkel ni a los rescates ni a su talante comprensivo y cauteloso. Cuando defiende Europa, Merkel recurre a un tono similar al que usa cuando habla de ni?os: son el futuro y a todo el mundo le gustan. Pero (entonces vuelve al tono firme), Alemania no va a ceder en su pol¨ªtica de solidaridad a cambio de duras contrapartidas. Sintetiza su ideario econ¨®mico en la palabra ¡°competitividad¡±. Estas expresiones encuentran un eco muy favorable en los medios alemanes, que en palabras del fil¨®sofo J¨¹rgen Habermas se han entregado a una fogosa ¡°devoci¨®n merkeliana¡±. Cuando los grandes no polarizan llega la hora de los peque?os. Merkel se apropia sin recato de puntos enteros del programa de los socialdem¨®cratas y abona as¨ª su variopinto jard¨ªn de votantes. El SPD ha tratado de imprimir un giro a la izquierda en su programa y se ha desgajado as¨ª de los votantes de centro que le perdonan a Merkel una pol¨ªtica europea con la que quiz¨¢ no comulguen. A cambio de que no les suban los impuestos. El SPD, arrinconado, no tendr¨¢ m¨¢s remedio que buscar, antes o despu¨¦s, alg¨²n tipo de acuerdo con los excomunistas de Die Linke para no caer en la eterna insignificancia. Este podr¨ªa ser el pr¨®ximo cambio hist¨®rico forzado por el merkelismo.
Por ¨²ltimo, Merkel estuvo a punto de fracasar en el viejo dictado democristiano de no dejar sitio a ning¨²n partido a su derecha. El flamante Alternativa Para Alemania (AFD) roz¨® el 5% que abre el Bundestag. La pol¨ªtica de Merkel, con su af¨¢n de consenso, ha alimentado al primer partido populista y euroesc¨¦ptico capaz de alcanzar tan buen resultado.
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