El Asad se afianza en Damasco
En la capital siria los ciudadanos defienden a El Asad y reclaman su independencia Sus calles respiran aliviadas una vez se ha disipado la amenaza de un ataque de EE UU
La capital respira aliviada, la amenaza de los bombardeos norteamericanos disipada y recobrada la esperanza de que la relativa tranquilidad no sea un espejismo, sino el inicio del camino de vuelta a la anhelada normalidad. La orillas de la guerra, sin embargo, llegan insidiosas a la vida cotidiana de Damasco, una capital que se aferra a lo que queda de un pasado cosmopolita, cuando la naci¨®n se abr¨ªa lentamente al mundo. De d¨ªa y, m¨¢s frecuentemente, de noche, se escucha la artiller¨ªa, banda sonora de una batalla que llama a la puerta. Los puestos de control militar trazan el nuevo tr¨¢fico de la ciudad. Los soldados guardan con celo los accesos desde el extrarradio, ad¨®nde se asoman los rebeldes. Damasco es una fortaleza, que no se siente ¨²ltimo reducto sino avanzadilla de la restauraci¨®n plena del poder de Bachar el Asad en toda Siria.
¡°A Bachar lo llevamos en el coraz¨®n¡±. Nabila Hadi, peluquera de 37 a?os, le agradece al presidente poder mantener algo de la vida cotidiana de hace dos a?os. Es cierto, tiene menos clientes. Del campo llegan historias terribles, ejecuciones y torturas. Pero a¨²n hace lo que sol¨ªa hacer. Por ejemplo, no verse forzada a cubrirse el cabello con un velo, a pesar de ser musulmana. ¡°?Por qu¨¦ queremos a Bachar? Porque aqu¨ª siempre tuvimos nuestra libertad. Estuvimos seguros. Y nuestro presidente nos defendi¨®. Nos ofreci¨® educaci¨®n, cultura. ?No lo quieren llamar democracia? Bueno. Pero la democracia no es s¨®lo una palabra. La democracia son hechos¡±.
El Asad hered¨® la presidencia de Siria en 2000, a la muerte de su padre Hafez. En principio no hab¨ªa sido este su destino. El aspirante siempre hab¨ªa sido Bassel, hermano mayor formado en el ej¨¦rcito. Muri¨® en accidente de tr¨¢fico en 1994 y Bachar, que hab¨ªa estudiado oftalmolog¨ªa en Gran Breta?a, regres¨® a Siria a tomar las riendas. Tras el fallecimiento del padre, el estado le coloc¨® la alfombra roja: el parlamento rebaj¨® la edad m¨ªnima para presidir el pa¨ªs de 40 a 34 a?os y un refer¨¦ndum le otorg¨® el 97,3% de apoyos. Trajo aires de reforma que a¨²n se recuerdan, la llamada primavera de Damasco: permiti¨® nuevos medios de comunicaci¨®n, abri¨® el pa¨ªs a Internet y liber¨® a 700 presos.
Luego lleg¨® el levantamiento, aquellas manifestaciones de marzo de 2011 en la provincia de Der¨¢ que fueron la semilla en Siria de otra primavera, la ¨¢rabe. En Egipto ya hab¨ªa ca¨ªdo Hosni Mubarak y en T¨²nez, Zine el Abidine Ben Al¨ª. Siria qued¨® rota. Muchos opositores predijeron la ca¨ªda de El Asad, menospreciando sus verdaderos apoyos. Naciones Unidas ya ha contado m¨¢s de 100.000 muertes y seis millones de desplazados. Y la guerra contin¨²a.
¡°Al principio parte de la poblaci¨®n pens¨® que aquellas manifestaciones traer¨ªan un tipo de gobierno nuevo, no visto en el mundo ¨¢rabe¡±, explica el se?or Mohammed Sadat, cristiano de 74 a?os, quien anota en un cuaderno en el concurrido caf¨¦ Al Kamal. Le escribe a su hermano, que apoya el levantamiento y con quien dej¨® de hablar hace dos a?os. ¡°Quiero que retomemos el contacto. Tras tantos meses y tanta sangre, le debe haber quedado claro que esa lucha no es por la libertad. Mucha gente que apoy¨® a los que llaman rebeldes se ha dado cuenta de que son terroristas. No luchan contra Bachar sino contra lo que nosotros hemos sido, nuestro pa¨ªs e historia¡±.
No se encuentra f¨¢cilmente en Damasco la narrativa del dictador que aplasta sin piedad una revuelta popular. Donde otros gritan despotismo, muchos damascenos ven un esfuerzo del gobierno por mantener unido un complejo mosaico religioso y social. ¡°Si en dos a?os y medio de crisis Bachar se mantiene en pie, no es porque sea un d¨¦spota. Es porque aqu¨ª a Bachar se le quiere¡±, asegura Bachar Aljahin, de 42 a?os, que ha perdido su casa Muadamiya y, empleado del museo nacional, duerme all¨ª. ¡°Esta no es la lucha de un r¨¦gimen contra unos revolucionarios. Es todo un sistema que resiste contra una amenaza extranjera¡±.
Los extranjeros son la amenaza. Siria, con las zonas que el gobierno controla cada vez m¨¢s cerradas al exterior, se siente en varias mirillas. Hasta hace unas semanas, la de Estados Unidos, que finalmente congel¨® su anunciado ataque. Tambi¨¦n la de los pa¨ªses del golfo P¨¦rsico, Arabia Saud¨ª y Catar, que han armado a los rebeldes. Inquieta la presencia, cada vez m¨¢s innegable, de islamistas extranjeros en las milicias opositoras. ?Por qu¨¦ se llama uno de los grupos rebeldes que m¨¢s terreno est¨¢ ganando Estado Isl¨¢mico de Irak?
Despu¨¦s de que El Asad aceptara hace dos semanas entregar su arsenal qu¨ªmico, con la mediaci¨®n de Rusia, para evitar un ataque de EE UU, los mercados de Damasco han vuelto a una relativa normalidad. En toda la ciudad ondean banderas nacionales. En grandes carteles, El Asad saluda a los conductores o contempla el horizonte con atuendo militar. En el zoco de la ciudad vieja, se vendes colgantes, pendientes y llaveros con su faz estampada. ¡°?Bachar?¡±, dice un joven que los vende a la puerta de la mezquita de los Omeyas, mientras se golpea el pecho. ¡°Bachar en el coraz¨®n¡±.
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