Momentos estelares
Obama y Rohan¨ª no se han hecho todav¨ªa la foto que abra una nueva era de paz entre Ir¨¢n y EEUU
De momento no hay foto. Obama y Rohan¨ª no nos van a proporcionar una imagen que describa una ¨¦poca, como hicieron Mao Zedong y Nixon en Pek¨ªn en 1972, Reagan y Gorbachov en Rejkiavik en 1986 o Arafat y Rabin en 1993 en la Casa Blanca. La China que hoy conocemos, a la zaga de Estados Unidos, no se explica sin aquel viaje de aires interespaciales entre dos civilizaciones alejadas, que prepar¨® Henry Kissinger y protagoniz¨® Richard Nixon, el presidente m¨¢s desprestigiado del siglo XX. Tampoco el fin de la guerra fr¨ªa y la extinci¨®n del mundo bipolar se entienden sin el encuentro island¨¦s entre el antiguo actor de Hollywood y el ¨²ltimo presidente de la extinta Uni¨®n Sovi¨¦tica. O el apret¨®n de manos entre el primer ministro israel¨ª y el jefe palestino ante la mirada complacida de Clinton, emblema desesperanzado y frustrante de una paz nunca alcanzada.
Ambos dirigentes, Obama y Rohan¨ª, as¨ª como sus diplomacias respectivas, han hecho todo el trabajo previo. Tambi¨¦n lo han hecho, como siempre, las circunstancias: el ahogo de la econom¨ªa iran¨ª, el imprescindible papel de Teher¨¢n en la estabilizaci¨®n de Siria, el temor a la bomba nuclear persa, el cansancio b¨¦lico de Estados Unidos y Occidente en general y el contraste con la disposici¨®n israel¨ª al uso de la fuerza... Pero ha faltado el aliento final para fabricar el momento estelar que se esperaba en la cita anual de Naciones Unidas.
La realidad de los hechos es que en este tipo de encuentros no suele suceder nada. La conversaci¨®n entre el anciano Mao y el inquieto Nixon fue m¨¢s filos¨®fica que pol¨ªtica. Todo lo que hab¨ªa que acordar fue obra de Kissinger y Zou Enlai y qued¨® registrado en un protocolo de intenciones, conocido como la Declaraci¨®n de Shangh¨¢i, en la que ambos pa¨ªses se propon¨ªan normalizar sus relaciones. Algo similar sucedi¨® en la capital de Islandia, donde se encontraron los dos l¨ªderes de la guerra fr¨ªa con el prop¨®sito de eliminar los misiles nucleares de largo alcance con los que se amenazaban ambas potencias. No hubo acuerdo pero s¨ª suficiente sinton¨ªa como para alcanzarlo un a?o despu¨¦s y abrir adem¨¢s la puerta al final de la guerra fr¨ªa. Yitzhak Rabin y Yasir Arafat rubricaron los Acuerdos de Oslo, cuyo naufragio persiste a pesar de que entonces promet¨ªan conseguirlo todo.
La foto que no se hicieron Obama y Rohan¨ª en Nueva York estaba destinada a recorrer un camino similar. Continuaci¨®n de una multitud de peque?os gestos emitidos desde Washington y Teher¨¢n, deb¨ªa expresar la voluntad de entendimiento que a estas horas parece ya evidente entre ambas capitales. Obama fue el lejano pionero cuando felicit¨® el a?o nuevo persa en marzo de 2009, justo despu¨¦s de instalarse en la Casa Blanca, con una menci¨®n expl¨ªcita a la Rep¨²blica Isl¨¢mica de Ir¨¢n. Hubo que esperar al nuevo presidente iran¨ª, Hasan Rohan¨ª, para que surgieran palabras y gestos amistosos, incluso hacia Israel, hasta romper el tab¨² del islamismo pol¨ªtico sobre el reconocimiento del Holocausto.
Alguien, presumiblemente en Teher¨¢n, ha decidido por prudencia posponer la foto. Una imagen de este calibre es siempre una promesa, una flecha que se?ala al futuro e incluso una profec¨ªa que se cumple a s¨ª misma. Cuando empieza el deshielo entre dos pa¨ªses que llevan casi 35 a?os enfrentados, basta un apret¨®n de manos y una sonrisa para que se d¨¦ por bueno el cambio emprendido. No ha sido ahora el caso. De momento, solo hay palabras conciliadoras en los discursos de Obama y de Rohan¨ª ante la Asamblea General. El presidente estadounidense apuesta por la v¨ªa diplom¨¢tica y elude la amenazadora frase de rigor acerca de todas las opciones que hay encima de la mesa, que l¨®gicamente incluye el uso de la fuerza. El iran¨ª, por su parte, hace notar esta feliz ausencia en su discurso e insiste una y otra vez en una idea esperanzadora para la pol¨ªtica de la zona: la era de los juegos de suma cero ha terminado.
Los astros est¨¢n en l¨ªnea, cada uno sigue desgranando gestos y palabras, pero falta la foto, la imagen estelar, el coraje del gesto definitivo. El momento es extra?o, porque poco se sabe de la fuerza de Rohan¨ª, finalmente subordinado al supremo ayatol¨¢ y caudillo de la revoluci¨®n iran¨ª, Ali Jamenei, a quien pertenece la ¨²ltima palabra sobre el arma nuclear. Y hay serias dudas respecto a la fuerza de Obama, presidente debilitado en casa por un Congreso irresponsable y hostil y fuera por el papel creciente de Putin. Pero no ser¨ªa la primera vez que de la debilidad de dos negociadores surge la fuerza que dobla el brazo a una vieja historia de antagonismos.
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