El ¨¦xtasis del Tea Party
Prometieron que har¨ªan todo lo posible para parar la reforma sanitaria de Obama
Desde su aparici¨®n en la escena norteamericana, en el verano de 2009, pocos meses despu¨¦s de la toma de posesi¨®n de Barack Obama, el Tea Party ha pasado por momentos de gran relevancia, como en las elecciones legislativas de 2010, y otros de cierto repliegue, como en las presidenciales de 2012. Pero su protagonismo nunca hab¨ªa llegado a ser el factor dominante de la situaci¨®n pol¨ªtica del pa¨ªs. Hasta ahora, con el cierre de la administraci¨®n federal, cuando ha arrastrado a toda la naci¨®n a un estado extremo de ingobernabilidad.
Pocas horas antes de que se consumara la suspensi¨®n de la actividad p¨²blica, Obama dec¨ªa que ¡°una facci¨®n de un partido en una c¨¢mara de uno de los poderes del Estado no puede paralizar todo un pa¨ªs¡±. Se equivocaba. S¨ª pudo. Pudo, en parte, porque su radicalismo no se detiene ante consideraciones como la estabilidad pol¨ªtica, los riesgos econ¨®micos o la imagen de una gran potencia. Pero pudo tambi¨¦n porque al Tea Party le sobra la determinaci¨®n y el arrojo que les falta a todos los dem¨¢s pol¨ªticos del pa¨ªs.
John McCain, que desaprueba por completo las t¨¢cticas del Tea Party, ten¨ªa raz¨®n cuando dec¨ªa anoche que, en el fondo, los congresistas de esa tendencia no estaban haciendo m¨¢s que cumplir con el compromiso asumido ante sus electores. Prometieron en sus campa?as que har¨ªan todo lo humanamente posible para parar la reforma sanitaria de Obama, y eso es lo que est¨¢n haciendo, todo lo posible, sin l¨ªmites, sin excusas sobre intereses de Estado.
Al Tea Party se le podr¨¢ acusar de muchas cosas excepto de incoherencia
Al Tea Party se le podr¨¢ acusar de muchas cosas excepto de incoherencia. Defiende el aislacionismo en pol¨ªtica internacional, y se plant¨® en el Congreso contra la intervenci¨®n militar en Siria. Se opone a los anticonceptivos, el aborto y el matrimonio homosexual, y obstruyen cualquier avance en esa direcci¨®n en cualquier instancia de poder a la que acceden. Abominan del Gobierno, y lo paralizan.
Las huestes del Tea Party en Washington no son, precisamente, pol¨ªticos convencionales. En su origen, muchos de ellos, son simples vendedores de coches, fontaneros o m¨¦dicos. Vinieron a esta ciudad para hacer la revoluci¨®n, no para hacer amigos. Muchos de ellos duermen en sus despachos, entregando cada minuto de sus vidas a una labor que no es un oficio, sino un sacerdocio, una misi¨®n, una causa.
Este Washington de hoy, con el Gobierno cerrado, est¨¢ mucho m¨¢s cerca de su ideal. Les importa un r¨¢bano la cr¨ªtica de que est¨¢n dividiendo al Partido Republicano. Esta crisis es su ¨¦xtasis. No van a ceder f¨¢cilmente.
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