Sin acuerdo en EE UU a menos de 24 horas de la suspensi¨®n de pagos
Alguien va a salir derrotado de este pulso y esa derrota influir¨¢ en las pr¨®ximas elecciones presidenciales y legislativas y en el rumbo pol¨ªtico del pa¨ªs
Una de las propuestas que este martes, cuando faltaban menos de 48 horas para la suspensi¨®n de pagos en Estados Unidos, surgi¨® del grupo republicano en la C¨¢mara de Representantes qued¨® descartada apenas una hora despu¨¦s de su aparici¨®n. Pero minutos despu¨¦s, hab¨ªa ya se?ales de otra distinta. Al mismo tiempo, en el Senado, se trabajaba en un plan diferente con un pron¨®stico igualmente dudoso. Este es el desconcertante escenario. Nada s¨®lido hay a¨²n sobre la mesa para impedir la cat¨¢strofe que se anuncia y que, de evitarse, ser¨¢ en el ¨²ltimo momento y a un precio pol¨ªtico alt¨ªsimo.
Es, precisamente, ese precio pol¨ªtico tan elevado lo que hace tan compleja la situaci¨®n. Alguien va a tener que salir derrotado de aqu¨ª, y las consecuencias de esa derrota, no solo van a influir en el futuro de determinados personajes en el poder, sino en los resultados de las pr¨®ximas elecciones legislativas y presidenciales y en el rumbo pol¨ªtico del pa¨ªs.
Lo que est¨¢ en juego en EE UU es, de forma inmediata, la soluci¨®n de un atasco presupuestario que tiene la administraci¨®n federal cerrada desde hace m¨¢s de dos semanas y que puede obligar a la naci¨®n m¨¢s poderosa del mundo a declararse en suspensi¨®n de pagos a partir de la medianoche del mi¨¦rcoles. Pero, con una mayor perspectiva, lo que se decide en esta crisis es la fuerza de cada cual para imponer sus puntos de vista en la forma en que EE UU organizar¨¢ sus finanzas y establecer¨¢ sus prioridades de gastos e impuestos en el futuro inmediato.
Si los republicanos m¨¢s conservadores, amalgamados en torno al Tea Party, salen victoriosos de esta sangrienta batalla, lo que ahora mismo parece improbable, pudiera convertirse en protagonistas de la situaci¨®n pol¨ªtica de este pa¨ªs por mucho tiempo. Si, por el contrario, esta crisis se resuelve en la l¨ªnea de lo que desea Barack Obama, su partido y el sector moderado del Partido Republicano, habr¨ªa razones para celebrar, quiz¨¢, el declive del radicalismo revolucionario de la extrema derecha.
La incertidumbre era tal en el momento de escribirse esta cr¨®nica que era arriesgado anticipar en qu¨¦ direcci¨®n se inclinar¨ªa la balanza. Ambos bandos ¨Crepublicanos radicales, por un lado, y dem¨®cratas y republicanos centristas, por otro- dispon¨ªan a¨²n de argumentos y, por supuesto, de recursos legislativos para resistir en la pelea, incluso para tratar de justificar el fracaso de una suspensi¨®n de pagos.
La m¨¢s viable de todas las soluciones que circulaban este martes era una que se gestaba en el Senado de forma bipartidista y que pretend¨ªa retrasar la fecha fat¨ªdica de la suspensi¨®n de pagos hasta el 7 de febrero y extender el presupuesto para la reapertura de la administraci¨®n hasta el 15 de enero. Eso, sin concesiones relevantes en la reforma sanitaria y con un compromiso de negociar un nuevo marco presupuestario antes de mediados de diciembre. Pero esa propuesta no ha sido todav¨ªa votada en el Senado, y menos a¨²n se sabe c¨®mo puede ser aprobada en la C¨¢mara de Representantes.
En realidad, existen los votos para su aprobaci¨®n inmediata. La combinaci¨®n de dem¨®cratas y republicanos centristas da mayor¨ªa tanto en el Senado como en la C¨¢mara. ?Por qu¨¦ entonces no se aprueba y se pone fin de una vez a esta pesadilla? La respuesta tiene que ver con la carga pol¨ªtica que hay detr¨¢s de esa decisi¨®n y, particularmente, con el papel de John Boehner, el presidente de la C¨¢mara de Representantes y m¨¢xima figura republicana en el Capitolio.
Aprobar la salida de esta crisis con una mayor¨ªa de votos dem¨®cratas y una modesta aportaci¨®n de votos republicanos ser¨ªa tanto como reconocer que solo Partido Dem¨®crata merece confianza para dirigir al pa¨ªs en periodos de turbulencia. Y tendr¨ªa que ser Boehner, el ¨²nico que tiene autoridad legal para llevar cualquier eventual acuerdo a votaci¨®n del pleno, qui¨¦n tendr¨ªa que admitir esa dura realidad para su partido. Una profunda divisi¨®n en el seno del republicanismo ser¨ªa la consecuencia casi inevitable de un paso como eso. El Tea Party, que empez¨® exigiendo la abolici¨®n de la reforma sanitaria para evitar la suspensi¨®n de pagos, seguramente entender¨ªa el acuerdo que se negocia en el Senado como una capitulaci¨®n y emprender¨ªa acciones de castigo contra los actuales l¨ªderes del partido, empezando por el propio Boehner.
Boehner se resiste a que el pa¨ªs y la econom¨ªa mundial se salven a costa de infligir un da?o tan severo al Partido Republicano. Todo el tiempo transcurrido hasta ahora, no ha sido m¨¢s que el periodo necesitado por Boehner para encontrar la f¨®rmula m¨¢gica que le permita salvar su cabeza y apaciguar al Tea Party. Todo el tiempo que se tarde a¨²n en cerrar esta crisis ser¨¢ el tiempo que requiera Boehner en insistir en esa b¨²squeda.
En ¨²ltima instancia, cuando el reloj marque la hora temida, si esa f¨®rmula m¨¢gica no ha aparecido ¨Cy es muy dif¨ªcil que aparezca-, Boehner tendr¨¢ que sacrificarse y someter a votaci¨®n la soluci¨®n propiciada por los dem¨®cratas y la Casa Blanca. De lo contrario, caer¨¢ sobre sus espaldas la responsabilidad principal de haber permitido que, por primera vez en la historia, EE UU incumpla con sus obligaciones de pago.
Si esa f¨®rmula aparece ¨Cy para ello los republicanos m¨¢s prudentes del Congreso est¨¢n tratando de convencer a sus colegas del Tea Party del da?o que pueden causar al partido-, a¨²n as¨ª, le ser¨¢ dif¨ªcil a la oposici¨®n evitar que, como ya indican las encuestas, Obama resulte favorecido de la crisis, al menos como la cabeza m¨¢s fr¨ªa entre una clase pol¨ªtica que se ha revelado temperamental, apasionada e impredecible.
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