?Ha apretado Obama lo bastante?
Obama ha ganado otra vez. Y tiene buenas bazas para que eso vuelva a ocurrir el 7 de febrero, cuando acabe el plazo obtenido
Ha logrado tirar la pelota hacia adelante, o sea, "kick the can down the road". Ha conseguido el aplazamiento de la guillotina a su gran empe?o presidencial, la reforma de la sanidad. Ganar tiempo puede ayudarle a ganar la partida de fondo, a convencer a los beneficiarios de las bondades de su sistema Obamacare, hasta ahora muy mal gestionado burocr¨¢ticamente.
Ha colocado la pelota en el campo republicano, que el 7 de febrero deber¨¢ decidir si disparar otra vez contra la sanidad p¨²blica, a riesgo de suicidarse. Perdi¨® el partido republicano y perdi¨® el Tea Party que lo atenaza, de acuerdo, porque la opini¨®n p¨²blica les culpaba de antemano de una eventual suspensi¨®n de pagos que habr¨ªa destruido a Am¨¦rica como poder mundial. Pero, derrotados, siguen.
Ha ganado la batalla ideol¨®gico-moral en la medida en que se evidenci¨® que la derecha extrema solo pretend¨ªa estorbar, en contra de toda l¨®gica econ¨®mica, que es la que suele legitimar a las derechas: ?c¨®mo pod¨ªan respaldar los mercados y las agencias de calificaci¨®n la credibilidad financiera mundial de EE UU si Washington se aprestaba a suspender pagos? Los republicanos que desafiaron al presidente se han rendido con armas y bagajes. Lo han reconocido, John MacCain, siempre elegante, el primero, sin embozo.
Obama ha ganado otra vez. Y tiene buenas bazas para que eso vuelva a ocurrir el 7 de febrero, cuando acabe el plazo obtenido. Quiz¨¢ a cambio de alg¨²n cambio cosm¨¦tico, menor, en su revoluci¨®n sanitaria.
Algunos destacan que esta pelea se produce porque el extremismo del partido del t¨¦ ha roto en clave de chantaje los equilibrios de poder, el imperativo de las responsabilidades de la oposici¨®n, el delicado juego entre lealtades y disenso. Si esto es as¨ª, en febrero, a la cuarta intentona ¡ªtras las citas de verano de 2011, Navidad de 2012, anteayer¡ª, el problema del precipicio fiscal se reproducir¨¢ en t¨¦rminos similares, a no ser que los talibanes muerdan el polvo del desprecio de la opini¨®n y visualicen su desastre electoral. Estamos ante una carrera entre la validaci¨®n social de la reforma y el ¨¦xito de los augurios de su boicot.
Otros subrayan el coste pol¨ªtico mundial que supone la amenaza de la ingobernabilidad interna para el prestigio de la gran potencia. A?¨¢dase: C¨¢mara y Senado de los EE UU parec¨ªan estos d¨ªas el Consejo de Ministros de Agricultura de la UE, negociando ag¨®nicamente hasta el ¨²ltimo minuto de la noche para obtener una pat¨¦tica validaci¨®n de sus heroicidades localistas. Por esta v¨ªa remedaremos la insidia atribuida a Henry Kissinger: "?A qu¨¦ tel¨¦fono hay que llamar para hablar con EE UU?": ese riesgo de irrelevancia.
Queda otra inc¨®gnita: ?ha apretado Obama lo bastante para diluir la amenaza de los del t¨¦? Le quedaban pocos instrumentos. El principal, la Enmienda 14 a la Constituci¨®n, secci¨®n cuarta. Dice que "la validez de la deuda p¨²blica de EE UU (...) no ser¨¢ cuestionada". Y da poderes al presidente para endeudarse y redimir deuda. Pero solo enarbolar esa sugerencia de rebeli¨®n ante la C¨¢mara romper¨ªa el juego de equilibrios que los moderados est¨¢n por principio obligados a preservar, aunque los revienten los extremistas. Y producir¨ªa incertidumbre. Ay, el tiempo, ya todo se comprende, que escribi¨® Gil de Biedma.
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