La CIDH, la esperanza de Puracal para reformar el sistema judicial en Nicaragua
Jason Puracal, de EE UU, denuncia las condiciones infrahumanas que padeci¨® durante dos a?os en una c¨¢rcel nicarag¨¹ense tras un juicio anulado por irregularidades y corrupci¨®n
Ha pasado poco m¨¢s de un a?o desde que Jason Puracal regresara a Estados Unidos despu¨¦s de haber pasado dos a?os injustamente detenido en La Modelo una de las prisiones m¨¢s peligrosas de Nicaragua. Hacinado en una celda diminuta con 12 reclusos, bebiendo el mismo agua que serv¨ªa para lavar la ropa y asearse, desnutrido, sin asistencia m¨¦dica y con el derecho de visitas restringido, Puracal sigue teniendo pesadillas y es incapaz de olvidar todo el sufrimiento que padeci¨® durante sus 22 meses en prisi¨®n. Aunque la corte de Apelaciones de Nicaragua anul¨® el proceso que lo conden¨® a 22 a?os de prisi¨®n por narcotr¨¢fico, lavado de dinero y pertenencia a crimen organizado, Puracal est¨¢ ¨¢vido de la justicia que se le deneg¨® desde que fuera detenido el 11 de noviembre de 2010, y el mes pasado present¨® una denuncia ante la Comisi¨®n Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para solicitar reformas judiciales y de las instituciones penitenciarias en el pa¨ªs centroamericano.
Hacinado en una celda diminuta con 12 reclusos, bebiendo el mismo agua que serv¨ªa para lavar la ropa y asearse, desnutrido, sin asistencia m¨¦dica y con el derecho de visitas restringido, Puracal es incapaz de olvidar todo el sufrimiento que padeci¨® durante sus 22 meses en prisi¨®n
Dos a?os despu¨¦s de que unos hombres ¡°encapuchados, en puro negro, con m¨¢scaras, chaquetas y rifles¡±, irrumpieran en su oficina de la localidad de San Juan del Sur en la frontera con Costa Rica, Puracal, de 36 a?os, es capaz de recordar cada detalle del infierno en el que se convirti¨® su vida desde ese instante. ¡°Yo pens¨¦ que me iban a robar, luego lleg¨® otro hombre vestido de paisano, me pregunt¨® por mi nombre, me puso en una silla y all¨ª estuve durante ocho horas con AK- 47 apuntando constantemente a mi cabeza¡±, relata el estadounidense en conversaci¨®n telef¨®nica desde su casa en Seattle (Washington).
Su voz suena neutra y firme y en ese tono, en el que no asoma ni un ¨¢pice de indignaci¨®n, pormenoriza todo su peregrinar desde ese momento hasta el de su llegada a EE UU, 22 meses despu¨¦s. Una odisea plagada de irregularidades y anomal¨ªas. ¡°La polic¨ªa no me ense?¨® ninguna identificaci¨®n ni orden de detenci¨®n, tampoco ten¨ªan permiso de registro y no me ofrecieron la posibilidad de que llamara a un abogado, a mi familia o a la Embajada¡±. A Puracal una unidad de antinarc¨®ticos de Managua lo traslad¨® varias veces de prisi¨®n en los primeros d¨ªas de su detenci¨®n. ¡°Me estaban escondiendo de mi familia¡±, asegura.
A los tres d¨ªas de su arresto, Puracal pudo ver a su mujer Scarleth Flores, una nicarag¨¹ense con la que se cas¨® en 2007 y con la que tiene un hijo, Jab¨², de seis a?os. Fue en la audiencia preliminar. ¡°La ¨²ltima vez que lo hab¨ªa visto estaba sentado en la mesa de su oficina y cuando lo volv¨ª a ver estaba esposado, con los pelos alborotados y los ojos inflamados de llorar. Yo me di cuenta de que no estaba bien porque ten¨ªa la mirada perdida¡±, recuerda Flores.
Yo estoy convencid¨ªsima de que el sistema judicial de Nicaragua est¨¢ corrupto, pero mientras no se denuncie siempre va a seguir as¨ª" Scarleth Flores
Su relato es el de una joven que estaba estudiando Derecho y haciendo pr¨¢cticas en la Fiscal¨ªa de Rivas, una localidad cercana a San Juan del Sur, cuando detuvieron a su marido. Pas¨® de creer que el sistema del que ella quer¨ªa formar parte iba a arreglar el malentendido en el que se hab¨ªa visto enredado Puracal a darse de bruces con la realidad de la corrupci¨®n judicial. ¡°Pas¨¦ de la incertidumbre por saber donde pod¨ªa estar Jason, a la felicidad de encontrarlo, al enojo por no comprender por qu¨¦ nos estaba pasando esto, hasta el desenga?o¡±, explica.
Finalmente, Puracal fue trasladado a La Modelo, en Managua, una c¨¢rcel de m¨¢xima seguridad tristemente conocida por las malas condiciones en las que mantienen a los presos, a la espera de su juicio que en lugar de los seis meses estipulados, se demor¨® nueve. Antes tambi¨¦n pas¨® un tiempo en El Chipote, un lugar destinado a la tortura durante la dictadura de Somoza y del primer r¨¦gimen sandinista. ¡°Es un lugar donde no dejar¨ªa a mi perro¡±, dice Puracal de La Modelo. ¡°En una celda de 4x3 metros est¨¢bamos 12 personas y en ese espacio hab¨ªa una zona de un metro cuadrado con un agujero¡±, recuerda. Ese agujero del que habla hac¨ªa las veces de inodoro, ba?era y lavadero para la ropa. ¡°No hay agua corriente, el agua re la dan en dos cubos de 20 litros, pero no es potable, tiene pelos, insectos, tierra, pero es el agua para beber y asearse¡±, dice.
No hay agua corriente, el agua re la dan en dos cubos de 20 litros, pero no es potable, tiene pelos, insectos, tierra, pero es el agua para beber y asearse¡±
El juicio que lo conden¨® a 22 a?os a ¨¦l y a otros 10 nicarag¨¹enses por tr¨¢fico de drogas, lavado de dinero y pertenencia a crimen organizado fue ¡°un cerco¡±, seg¨²n Puracal. La Polic¨ªa no pudo probar la existencia de un gramo de droga en la oficina o la casa del estadounidense, ni la existencia de transacciones ilegales o su conexi¨®n con el resto de los detenidos en la operaci¨®n o con el supuesto narcotraficante Manuel Ponce Espinoza, que en un careo reconoci¨® no haber visto jam¨¢s a Puracal. ¡°15 minutos despu¨¦s de que terminaran los alegatos finales el juez tuvo lista su sentencia conden¨¢ndome a 22 a?os en La Modelo¡±, recuerda Puracal.
All¨ª, por ser ¡°un caso especial¡±, se le impidi¨® salir al patio durante los primeros ocho meses de estancia. Su mujer esperaba desde las tres de la ma?ana a las puertas del centro penitenciario con comida -que muchas veces le robaban los compa?eros de celda- y con el deseo de poder verlo. Algo que no siempre ocurr¨ªa. ¡°Me permit¨ªan dos visitas casa mes y una cada dos meses con mi abogado y nunca estuve a solas con ¨¦l¡±, asegura Puracal.
Para entonces, las irregularidades del caso de Puracal ya hab¨ªan atra¨ªdo la atenci¨®n de los grupos de derechos civiles de EE UU y de varios congresistas. El Grupo de Trabajo sobre Detenciones Arbitrarias de Naciones Unidas denunci¨® la falta de pruebas que sustentaban el fallo. Nueve meses despu¨¦s de la sentencia, la defensa de Puracal inici¨® el proceso de apelaci¨®n. que en septiembre de 2012 anul¨® el primer juicio.
Sin final feliz, todav¨ªa
Lamentablemente, este no es el final feliz de esta historia. El Gobierno de Nicaragua puso muchas trabas para permitir el regreso de Puracal y su familia a EE UU y fue deportado de manera injustificada. Tras m¨¢s de 10 a?os viviendo en Nicaragua, el estadounidense ha tenido que empezar de cero en su propio pa¨ªs, sin un colch¨®n econ¨®mico ya que sus cuentas y pertenencias en la naci¨®n centroamericana siguen congeladas. Puracal est¨¢ terminando un m¨¢ster en Econom¨ªa Sostenible y Flores, que se gradu¨® en Derecho en su pa¨ªs, est¨¢ perfeccionando su ingl¨¦s ante la imposibilidad de obtener el permiso de residencia. ¡°No me lo conceden porque Jason no pag¨® dos a?os de impuestos, son los dos en los que estuvo en la c¨¢rcel¡±, se lamenta Flores.
La joven denuncia la desatenci¨®n que su marido sufri¨® por parte de la Embajada estadounidense en EE UU. ¡°Solo empezaron a hacernos caso cuando la familia de Jason ya hab¨ªa movilizado a los medios de comunicaci¨®n. Durante los primeros meses ni siquiera me atendi¨® nadie norteamericano, me atendi¨® una nica como yo. Yo nunca me sent¨ª como la esposa de un estadounidense, no sent¨ª ese privilegio. ?Cu¨¢l es la ventaja y el orgullo que abandera EE UU respecto de sus ciudadanos?. Eso no existe¡±, se?ala, indignada.
La Polic¨ªa no pudo probar la existencia de un gramo de droga en la oficina o la casa del estadounidense, ni la existencia de transacciones ilegales o su conexi¨®n con el resto de los detenidos en la operaci¨®n
Ahora Puracal, adem¨¢s de trabajar para organizaciones que atienden a casos de detenidos inocentes como las que le apoyaron a ¨¦l, tambi¨¦n est¨¢ colaborando con el Departamento de Estado para tratar de modificar esa forma de actuaci¨®n de las Embajadas que denuncia su esposa. ¡°En mi caso la Embajada en un principio no quiso involucrarse alegando que hab¨ªa que respetar el proceso judicial nicarag¨¹ense, pero yo quiero que se mejoren esas pr¨¢cticas para que puedan detectar y diferenciar en qu¨¦ casos las detenciones son legales o ilegales¡±, explica.
Su lucha va m¨¢s all¨¢ y ahora ha presentado una demanda de m¨¢s de 100 p¨¢ginas relatando su caso y pidiendo una reforma del sistema judicial y penitenciario nicarag¨¹ense. ¡°Del mismo modo que yo estuve sometido a unas condiciones inhumanas, hay muchos que est¨¢n padeciendo una situaci¨®n similar, con la misma injusticia y corrupci¨®n de la polic¨ªa¡±, sostiene. La Fiscal¨ªa de Nicaragua ha apelado hace unos meses la anulaci¨®n de su sentencia. ¡°Yo estoy deportado y no me puedo estar presente en ese pa¨ªs para defender mis intereses personalmente. Se est¨¢ violando la legislaci¨®n nicarag¨¹ense y espero que la Corte Interamericana me ampare en esta locura¡±.
Curtida en el escepticismo, Flores no es tan optimista como Puracal pero apoya al 100% a su marido en su demanda ante la CIDH. ¡°No creo que mi pa¨ªs haga la diferencia y acepte sus errores¡±, dice. ¡°Yo estoy convencid¨ªsima de que el sistema judicial de Nicaragua est¨¢ corrupto, pero mientras no se denuncie siempre va a seguir as¨ª. Tanto si la respuesta es positiva como si no hay cambio alguno, es importante denunciar las irregularidades que se han sucedido, porque creo que as¨ª se van a sumar m¨¢s casos. Tal vez nosotros no hagamos la diferencia, pero s¨ª seremos los iniciadores de un cambio significativo en el futuro¡±.
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