Las cicatrices invisibles de la guerra
Se disparan los trastornos psicol¨®gicos y los suicidios de los soldados que sirvieron en Afganist¨¢n e Irak
Tras ser objeto de una intervenci¨®n militar extranjera -ya sea corta o larga, m¨¢s leg¨ªtima que ileg¨ªtima, m¨¢s o menos devastadora- la mayor¨ªa de los pa¨ªses pasan lentamente a un segundo plano. Poco a poco van desapareciendo de la lista de prioridades inmediatas del llamado orden mundial. Sin embargo, para los testigos directos de cualquier drama b¨¦lico resulta imposible que el recuerdo de la guerra se desvanezca, independientemente del bando en el que estuvieran. En el terreno del conflicto, la poblaci¨®n civil constata los estragos de la intervenci¨®n y trata de reconducir sus vidas, pero fuera de ¨¦l, a cientos de kil¨®metros de distancia, las secuelas del horror de la guerra persiguen a todos los que la vivieron in situ. Como el de tantos otros, este el caso de los soldados de Estados Unidos que han servido en las guerras de Afganist¨¢n e Irak.
M¨¢s all¨¢ de las heridas f¨ªsicas, a muchos de ellos la contienda les ha dejado unas cicatrices invisibles: todo tipo de efectos psicol¨®gicos y psiqui¨¢tricos que pueden convertir en un infierno el regreso a sus vidas previas al conflicto. Un infierno que se traduce en da?os cerebrales, depresiones, adicciones al alcohol y las drogas¡ y en el peor de los casos en suicidios. En la ¨²ltima d¨¦cada, casi se ha duplicado el n¨²mero de integrantes del Ej¨¦rcito que se han quitado la vida. De tal magnitud es la ¡°epidemia¡± -como la calific¨® el presidente Obama en agosto-, que el a?o pasado hubo m¨¢s suicidios de militares estadounidenses en activo (se elevaron en 48, hasta un r¨¦cord de 349) que bajas mortales registradas en Afganist¨¢n (295). En el caso de los que ya est¨¢n fuera del Ej¨¦rcito, las cifras son mucho peores: se calcula que hay unos 8.000 suicidios de veteranos al a?o, lo que equivale a un tr¨¢gico promedio de 22 al d¨ªa.
¡°El Ej¨¦rcito afecta a tu identidad, te modela para que seas de un modo concreto y luego cuando te quitan todo eso puede ser muy devastador. Una vez te retiras, de golpe sientes que te lanzan de vuelta al mundo y tienes que encontrar tu lugar. Te preguntas qui¨¦n eres y cu¨¢l es tu prop¨®sito en la vida. Tu desarrollo personal ha quedado en pausa o ha empeorado¡±, relata Ian Smith, un exmarine de 38 a?os, que hasta 2005 estuvo desplegado en Irak en tres turnos de seis meses, y que reconoce abiertamente que posiblemente se habr¨ªa quitado la vida si no fuera por el apoyo que le brindaron su mujer, sus tres hijos y los psic¨®logos que lo siguen tratando. En su caso, tras cuatro a?os en que sent¨ªa que su vida iba m¨¢s o menos avanzando, se derrumb¨® emocionalmente cuando le empez¨® a faltar dinero para llegar a fin de mes. ¡°Fue duro porque no has sido entrenado para pedir ayuda. En teor¨ªa eres invencible¡±, comenta con iron¨ªa.
Con los meses, Smith consigui¨® ir alej¨¢ndose del abismo gracias a la ayuda de una organizaci¨®n de servicios sociales, en la que descubri¨® que muchos soldados padec¨ªan s¨ªntomas de angustia parecidos a los suyos y recuper¨® la sensaci¨®n que ten¨ªa en el Ej¨¦rcito sobre el ¡°significado¡± del trabajo. Ahora participa activamente en asociaciones de apoyo a veteranos hasta el punto que ha decidido reenfocar por completo su vida a esta causa. Asesora sobre c¨®mo afrontar la ¡°transici¨®n¡± entre la etapa militar y la civil, y trata de localizar a antiguos soldados que puedan sentir-se deprimidos pero que, por miedo al estigma, no se atreven a pedir auxilio. ¡°Los veteranos son cabezudos y cerrados¡±, explica. ¡°A muchos les cuesta ver qu¨¦ les pasa, no quieren hablar, van entrando en la oscuridad sin afrontar sus problemas y se automedican con drogas y alcohol. Y lamentablemente para muchos llega un momento en el que ya es demasiado tarde¡±.
Los especialistas no creen que haya unas causas concretas que expliquen este drama, pues el colectivo de afectados es muy heterog¨¦neo, sino que apuntan a una amalgama de factores que confluyen en un c¨®ctel devastador. ¡°La exposici¨®n excesiva a explosivos provoca da?os cerebrales que derivan en patolog¨ªas psicol¨®gicas¡±, asegura Michael D. Matthews, profesor de psicolog¨ªa en la academia militar de West Point y que investiga sobre los trastornos de estr¨¦s postraum¨¢tico ocasionados por las guerras. ¡°Aparentemente cuando el soldado vuelve a casa parece 100% normal y sin ning¨²n da?o visible, pero al tener afectado el cerebro ir¨¢ notando cambios emocionales, de comportamiento, de adaptaci¨®n a su vida y entorno¡±.
Otro factor es el efecto de la llamada ¡°lesi¨®n moral¡±, seg¨²n destaca Judith Broker, una psiquiatra que en 2005, tras constatar la escasez de servicios de asistencia por parte del Ej¨¦rcito y la reticencia de muchos combatientes a pedir ayuda, decidi¨® fundar The Soldiers Project, una organizaci¨®n que ofrece tratamiento telef¨®nico gratuito y confidencial a soldados en activo y retirados, y a sus familias. ¡°En la guerra hacen cosas que van tan all¨¢ de lo que uno considera moral que se convierten en una herida, y cuando vuelven a casa no pueden olvidar lo que han visto, hecho y c¨®mo han tenido que ser para sobrevivir¡±, afirma. La entidad trata de convencer a los militares que sus sentimientos ¡°son normales y que no deben avergonzarse¡±.
Broker sostiene que las secuelas psicol¨®gicas son inherentes a toda contienda -desde las que se libraban en el imperio romano hasta las actuales-, pero advierte que ¨¦stas se han agravado en las guerras de Afganist¨¢n e Irak: ¡°Al estar basadas en mentiras hace que sea muy dif¨ªcil para las tropas entender que est¨¢n luchando por una buena causa¡±. Una tesis que certifican las estad¨ªsticas. Los expertos estiman que entre una cuarta parte y un tercio de los militares de Estados Unidos sufre alg¨²n tipo de trastorno al retornar de la guerra, pero alertan que esta proporci¨®n va creciendo seg¨²n el n¨²mero de veces que est¨¦n desplegados. ¡°En Vietnam los soldados estaban un a?o y despu¨¦s no ten¨ªan que volver nunca m¨¢s, pero en Afganist¨¢n pueden llegar a ir hasta seis o siete veces, lo que puede suponer que hayan pasado seis de los ¨²ltimos doce a?os alejados de sus familias¡±, subraya, por su parte, el profesor Matthews.
Para el exmarine Smith tampoco existe un motivo concreto que justifique el desplome emocional tras la guerra, sino varias ¡°capas¡± que se sobreponen y que van socavando el estado de ¨¢nimo de los excombatientes. La primera de ellas viene condicionada por los or¨ªgenes y las expectativas de los soldados: ¡°La mayor¨ªa de gente que se alista al Ej¨¦rcito no proviene de la alta sociedad sino de guetos o zonas rurales. Tienen 18 a?os, se les promete que viajar¨¢n, que ser¨¢n unos h¨¦roes y mucho de eso es cierto porque hay personas que quiz¨¢s ten¨ªan problemas, que no avanzaban en sus vidas y a las cuales el Ej¨¦rcito les da la opci¨®n de cambiar. Pero cuando esa etapa se acaba puede ser muy traum¨¢tico, similar a lo que siente un ni?o ante un divorcio o un cambio de pa¨ªs¡±. A esta sensaci¨®n de ¡°don nadie¡± se le pueden sumar otras capas, como el sentimiento de culpabilidad por lo que el soldado hizo y presenci¨® en la guerra, la tristeza por la muerte de algunos compa?eros cercanos, o el haber sufrido alg¨²n tipo de discriminaci¨®n o abuso en el Ej¨¦rcito. ¡°Entonces, llega un momento en el que todo esto es demasiado y te rompes¡±, revela Smith, que a?ade que la capacidad de reacci¨®n depende mucho del entorno familiar.
Esta diversidad de causas pone de manifiesto lo poli¨¦drico que es el perfil de afectados. Por ejemplo, aproximadamente la mitad de los militares que se suicidaron no viajaron ni a Afganist¨¢n ni a Irak, y la gran mayor¨ªa no llegaron ni a tener experiencia directa de combate. Adem¨¢s, a algunos de ellos el derrumbe psicol¨®gico les golpe¨® a los pocos meses de volver a Estados Unidos, por ejemplo por la dificultad de encontrar un trabajo; mientras que a otros no les lleg¨® hasta varios a?os de aparente normalidad. Por este motivo, los expertos insisten en que es fundamental dar un tratamiento preventivo. ¡°Los planes del Ej¨¦rcito son demasiado reactivos, los soldados no van a por ayuda hasta estar muy mal, y en ocasiones puede ser demasiado tarde o muy dif¨ªcil ayudarlos¡±, lamenta la psic¨®loga Marjorie Morrison, que tambi¨¦n ha investigado sobre el fen¨®meno del auge de los trastornos posb¨¦licos.
Ante el incesante aumento del n¨²mero de suicidios entre las tropas, el Pent¨¢gono ha reforzado en los ¨²ltimos a?os sus programas. Uno de ellos analiza el estado psicol¨®gico de los soldados cada a?o, y antes de que entren en combate les entrena en ¡°salud emocional, social, familiar y espiritual¡±. Tambi¨¦n se ha impulsado un sistema de asistencia telef¨®nica para los excombatientes y se ha mejorado la difusi¨®n de la actividad de los centros de ayuda. No obstante, especialistas como el profesor Matthews, de la academia militar de West Point, consideran que hay que hacer mucho m¨¢s. ?l propone actuar en dos campos. Por un lado, advierte que en diez a?os puede haber una ¡°epidemia¡± de casos de soldados con da?os cerebrales, dado que actualmente la mayor¨ªa solo pueden diagnosticarse cuando la persona ya ha fallecido. Y por el otro, alerta de la larga lista de veteranos que sufren alguna patolog¨ªa psicol¨®gica pero no lo suficientemente grave, por lo que ¡°se quedan fuera de las redes de seguridad¡±.
Y es que, en definitiva, el verdadero riesgo latente es que el drama de las cicatrices invisibles de la guerra sea incontrolable y que los casos no dejen de aflorar. Estados Unidos sac¨® a todas sus tropas de Irak a finales de 2011 y tiene previsto hacer lo mismo en Afganist¨¢n en 2014, tras trece a?os de guerra. Los expertos recalcan, sin embargo, que el buen o el mal recuerdo del conflicto perdura sin fecha de caducidad en la mente de los soldados, y sus efectos tambi¨¦n. Como prueba de ello, los casos de excombatientes de la guerra de Vietnam que ahora, cuatro d¨¦cadas despu¨¦s de su fin, est¨¢n empezando a recibir asistencia psicol¨®gica.
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