Las guerrillas de las etnias de Birmania se al¨ªan para hacer frente al Gobierno
19 movimientos guerrilleros estudian un alto al fuego en todo el pa¨ªs y exigen un Estado federal
Las calles de Laiza est¨¢n tomadas por guerrilleros armados hasta los dientes con ametralladoras, lanzagranadas, y piezas de artiller¨ªa. Y en los campos de entrenamiento de los alrededores cientos de reclutas vestidos con ch¨¢ndales ra¨ªdos y calzados con chancletas de pl¨¢stico juran a gritos dar sus vidas en una lucha que dura ya m¨¢s de seis d¨¦cadas. Sin duda, este peque?o pueblo de la frontera de Birmania con China, controlado por el Ej¨¦rcito Independentista Kachin (KIA), es un buen ejemplo del polvor¨ªn ¨¦tnico que es el pa¨ªs, rebautizado como Myanmar. Pero estos d¨ªas aqu¨ª se respira esperanza.
Porque en las casas ya no solo ondea la ense?a del KIA. Junto a los dos sables sobre fondo rojo y verde cuelgan estos d¨ªas las banderas de los otros 18 grupos ¨¦tnicos armados que combaten al Gobierno del pa¨ªs y que controlan zonas estrat¨¦gicas del territorio. Algunos obtienen sus recursos de las minas de oro y de jade, otros del cultivo del opio. Han estado tradicionalmente divididos, pero, la semana pasada, por primera vez desde la independencia del imperio brit¨¢nico en 1948, los diferentes grupos insurgentes se sentaron a la mesa en un congreso para tratar de alcanzar el viejo objetivo de crear un frente com¨²n, sentar las bases de una estrategia pol¨ªtica unificada, y potenciar su participaci¨®n en el esperanzador proceso de democratizaci¨®n que augura una nueva era para el pa¨ªs. Al fin y al cabo, dicen que la uni¨®n hace la fuerza.
El objetivo final es la modificaci¨®n de la Constituci¨®n y la declaraci¨®n del Estado federal, algo que prometi¨® el propio fundador de la patria"
Los guerrilleros, muchos de los cuales combatieron a los japoneses junto a las tropas brit¨¢nicas en la esperanza de conseguir un Estado independiente para su etnia, han firmado un acuerdo del que solo se ha descolgado un grupo, y ahora se re¨²nen en la capital del estado Kachin, Myitkyna, con el negociador jefe para la paz del Gobierno, Aung Min. Exigen que por lo menos se cumpla una antigua promesa. "El objetivo final es la modificaci¨®n de la Constituci¨®n y la declaraci¨®n del Estado federal, algo que prometi¨® el propio fundador de la patria [Aung San, padre de la actual l¨ªder de la oposici¨®n Aung San Suu Kyi]. No aceptaremos nada menos", explica Dau Hka, miembro del Consejo T¨¦cnico del Gobierno Kachin (KIO).
Conscientes de que los casi 100.000 guerrilleros que suman estos grupos armados son un contundente elemento de presi¨®n, los guerrilleros lanzan una advertencia: "No puede haber democracia en Birmania si no se tienen en cuenta las demandas de las minor¨ªas ¨¦tnicas. Y sin democracia no habr¨¢ prosperidad", sentencia Dau Hka. "As¨ª que tenemos que aprovechar esta oportunidad ¨²nica para beneficiar a todos los habitantes de Birmania".
Pero no ser¨¢ f¨¢cil aprovecharla. La Constituci¨®n aprobada en 2008 reserva 56 de los 224 esca?os del Parlamento a los militares birmanos, que contin¨²an lanzando ataques contra grupos como el KIA, y ni siquiera Aung San Suu Kyi parece tener entre sus prioridades la paz con las minor¨ªas ¨¦tnicas. De hecho, la Dama cada vez se pronuncia menos al respecto. Y eso que en estados como el de Kachin (en el norte) la situaci¨®n es cr¨ªtica.
"Una cosa son las palabras bonitas con las que el Gobierno engatusa a la comunidad internacional, y otra muy diferente lo que sucede sobre el terreno", afirma Labang Dai Pisa, director de los improvisados campos de refugiados que acogen a unos 82.000 desplazados internos de la etnia Kachin. "La brutalidad que mueve a los militares birmanos es inimaginable. Contin¨²an arrasando pueblos enteros, donde las mujeres son violadas y las viviendas saqueadas o destruidas. El mundo no sabe lo que sucede aqu¨ª, y, lo que es todav¨ªa peor, ni siquiera los birmanos lo saben. Han tomado nuestra tierra por la fuerza, as¨ª que, aunque apostemos por la v¨ªa pol¨ªtica, si no hay acuerdo tendremos que seguir luchando con las armas". De ah¨ª que, a puerta cerrada, los diferentes grupos guerrilleros tambi¨¦n hayan analizando estrategias militares.
"Hasta ahora el Gobierno birmano ha sido muy inteligente y ha sabido explotar al m¨¢ximo la estrategia del divide y vencer¨¢s. Mientras negociaban la paz con unos grupos -el actual presidente, Thein Sein, ha acordado el alto al fuego con 14 desde que asumi¨® el cargo en 2011-, aprovechaban para concentrar sus recursos militares en el ataque a otros. Adem¨¢s, juegan la baza del auge econ¨®mico para enfrentarnos los unos a los otros", analiza Shwe Auk, oficial del ej¨¦rcito rebelde de Arakan. "Si ahora conseguimos superar nuestras diferencias y hacer pi?a tendremos muchas m¨¢s posibilidades de ¨¦xito".
Pero tampoco faltan las dificultades en la consecuci¨®n de ese objetivo. A pesar del acuerdo firmado en Laiza, los grupos armados han formado dos bloques: por un lado est¨¢ la mayor¨ªa, liderada por la Uni¨®n Nacional Karen (KNU) y dispuesta a firmar el alto al fuego a nivel nacional propuesto por el Gobierno central; por el otro, hay tres o cuatro grupos que, en l¨ªnea con lo que propone el KIO -anfitri¨®n del acontecimiento-, abogan por una l¨ªnea m¨¢s dura y mayores exigencias para dar descanso a las armas. El problema de esa postura est¨¢, como apunta un militar del propio KIA que prefiere no ser nombrado, "en la imposibilidad de derrotar al Ej¨¦rcito birmano".
De hecho, muchos temen que el renacer econ¨®mico de Birmania, cuyas sanciones Estados Unidos y Europa han levantado casi por completo tras las muestras de apertura democr¨¢tica, fortalezca a¨²n m¨¢s al Ej¨¦rcito. "Su capacidad destructiva se demostr¨® en diciembre cuando bombarde¨® la ciudad en la que estamos ahora. Solo la mala reputaci¨®n que ello conllevar¨ªa impide que los militares provoquen una masacre en las filas de los grupos armados", reconoce el miembro del KIA.
A pesar de las evidentes dificultades existentes, los l¨ªderes ¨¦tnicos que negocian ahora los 15 puntos del acuerdo propuesto por el Gobierno se muestran optimistas. Y los ciudadanos tambi¨¦n. "Queremos la paz. Ser¨¢ beneficiosa para todos nosotros. Pero se tienen que respetar los derechos de los diferentes pueblos que vivimos en Birmania", explica Zaw Hlaing, propietario de una peque?a tienda de comestibles. "Claro que las exigencias no pueden ser s¨®lo en una direcci¨®n. Tambi¨¦n pedimos a los l¨ªderes ¨¦tnicos que sean conscientes de la responsabilidad que tienen, encuentren puntos en com¨²n, y sepan negociar con el Gobierno". Si las conversaciones llegan a buen puerto, Birmania podr¨ªa silenciar las armas en todo el territorio por primera vez.
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