Italia entierra al criminal nazi Erich Priebke en el cementerio de una c¨¢rcel
El diario 'La Repubblica' publica en exclusiva la soluci¨®n a la pol¨¦mica sobre los restos del excapit¨¢n de las SS y criminal de guerra
El entierro del criminal nazi Erich Priebke, fallecido el pasado 11 de octubre en Roma a los 100 a?os de edad, se hab¨ªa convertido en una pesadilla para el Gobierno italiano y en una ofensa para las v¨ªctimas del nazismo. El excapit¨¢n de las SS, uno de los responsables del asesinato en 1944 de 335 personas en las Fosas Ardeatinas, no solo hab¨ªa muerto sin arrepentirse ni pedir perd¨®n, sino que su abogado, Paolo Giachini, intent¨® convertir sus exequias en un homenaje p¨²blico, a lo que tanto el ayuntamiento de Roma como la Iglesia cat¨®lica se negaron en redondo. Tras los disturbios registrados el 15 de octubre en la localidad de Albano Laziale, adonde la familia del nazi hab¨ªa trasladado los restos con la intenci¨®n de que un sacerdote lefebvriano oficiara el funeral, las autoridades italianas confinaron el ata¨²d en el aer¨®dromo militar de Pratica di Mare a la espera de encontrar un lugar donde dar sepultura los restos de Erich Priebke. El principal objetivo, al que finalmente se avino el abogado Giachini, era que se tratase de un paraje secreto, para evitar que se pudiera convertir en lugar de peregrinaci¨®n o de apolog¨ªa del nazismo.
Seg¨²n una exclusiva del diario La Repubblica, firmada por su director, Ezio Mauro, el objetivo ya ha sido cumplido. Los restos mortales de Priebke han recibido sepultura en el cementerio de una c¨¢rcel italiana bajo una l¨¢pida sin nombre, solo identificada por un n¨²mero marcado sobre una cruz de madera. Seg¨²n el diario, el director de una c¨¢rcel italiana ¨Cque en ning¨²n momento se identifica¡ª fue convocado a Roma, donde las autoridades le comunicaron que su establecimiento penitenciario hab¨ªa sido elegido para albergar los restos del verdugo nazi. De regreso a la c¨¢rcel, el director encarg¨® a cinco presos que limpiaran los accesos al peque?o cementerio, que no se utilizaba desde hace 15 o 20 a?os.
Cuando todo estaba listo, dos funcionarios a bordo de un monovolumen gris oscuro se presentaron a las 03.45 de un domingo en el aer¨®dromo militar de Pratica di Mare, a 35 kil¨®metros de Roma. ¡°Solo uno de ellos sab¨ªa a d¨®nde se dirig¨ªa y por qu¨¦¡±, relata Ezio Mauro. Tras recoger el ata¨²d, el veh¨ªculo ¨Cseguido por un veh¨ªculo de escolta¡ªcubri¨® dos horas de trayecto hasta que, poco antes del amanecer, es trasladada a otro medio de transporte. ¡°En pleno domingo, llega a su destino. Otro peque?o trayecto, carreteras al principio c¨®modas y despu¨¦s de monta?a, viento casi invernal, ¨¢rboles que se inclinan, calzadas llenas de hojas. Cuando se alza la barrera de la c¨¢rcel, el furg¨®n pasa por delante de la ¨²ltima bandera italiana. Delante, un camino blanco. Hoy no es d¨ªa de trabajo y tampoco d¨ªa de visitas, los presos est¨¢n en sus celdas. Ninguno ve cuando los dos suboficiales recogen del furg¨®n picos y palas y empiezan a cavar la tierra. Dos horas despu¨¦s todo ha terminado. En Roma, la unidad de crisis recibe el mensaje que esperaba: todo en orden, operaci¨®n terminada. Por motivos de seguridad, el Gobierno ser¨¢ informado algunos d¨ªas despu¨¦s. Antes de regresar, los hombres llegados de Roma plantan sobre la tumba la cruz de madera oscura que hab¨ªa sido tallada en la capital. En el centro no hay un nombre y ni siquiera una fecha. Solo un n¨²mero. Aquel n¨²mero est¨¢ conservado, dentro de un sobre amarillo, en la caja fuerte del funcionario que ha dirigido la operaci¨®n. Ser¨¢ entregado al hijo de Priebke que, en diciembre, llegar¨¢ de Nueva York para visitar la tumba del padre, ahora que tiene una tumba¡±.
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