El l¨ªder que querr¨ªan los africanos
Agobiados por la violencia y la corrupci¨®n, los ciudadanos del continente han reconocido en Mandela estabilidad y progreso
?frica en primera l¨ªnea: pol¨ªtica, militar y espiritual. Mientras la c¨²pula pol¨ªtica africana se instalaba en sus hoteles en la capital francesa y antigua metr¨®poli colonial, y en el mismo momento en que Par¨ªs daba la orden de enviar soldados el continente por segunda vez en este a?o ¡ªa la Rep¨²blica Centroafricana esta vez¡ª el gran l¨ªder, la vida del maestro de todos, Nelson Mandela, se apagaba para siempre en su casa de Johanesburgo.
?La casualidad ha querido que los principales jefes de Estado y de Gobierno africanos estuvieran juntos para entrar en Par¨ªs. Convocados por el presidente Fran?ois Hollande, los mandatarios de pa¨ªses tan complejos e inestables como Sud¨¢n del Sur, o tan unidos a Europa como Costa de Marfil y Burkina Faso, o de gigantes econ¨®micos como Nigeria o el del torturado por la guerra Congo, fueron pasando uno a uno por la alfombra roja que les conduc¨ªa al El¨ªseo, la sede presidencial francesa, coronado por una bandera tricolor a media asta en homenaje a Madiba.
La cita era para hablar de ¡°paz y seguridad¡± en el continente, en una cumbre donde el inquietante auge del terrorismo, la crisis del Sahel, la pirater¨ªa mar¨ªtima y conflictos end¨¦micos ¡ªcomo el de Rep¨²blica Centroafricana o el de Congo¡ª iban a acaparar el programa. Pero Mandela se convirti¨® en protagonista absoluto. Las portadas de los peri¨®dicos franceses ¡ªque, por una vez, iban a dar cabida a la hasta ahora ignorada Rep¨²blica Centroafricana¡ª se cubrieron ayer de elogios a Mandela.
La intenci¨®n de querer construir la paz en una zona tan castigada hubiera sido sin duda apoyada por el ex presidente sudafricano, el jefe de Estado que todos los africanos hubieran deseado tener.
Pero m¨¢s all¨¢ de los buenos prop¨®sitos, ?qu¨¦ hacen ahora estos l¨ªderes reunidos en Par¨ªs, aparte de aplaudir los ideales de Mandela ¡°luchador por la libertad¡±? ?Qu¨¦ est¨¢ pasando ahora en esta ?frica que acun¨® a uno de los hombres m¨¢s venerados del siglo XX?
En Congo, con cinco millones de muertos a la espalda y con el bien ganado t¨ªtulo de peor conflicto del planeta, la misi¨®n de paz de Naciones Unidas lleva a?os fracasando. O solo mirando impasible. Mientras, el presidente Joseph Kabila permanece tambi¨¦n silencioso y al margen de una guerra que simula no le pertenece.
Al otro lado de la frontera, el pa¨ªs m¨¢s desconocido de ?frica ¡ªRep¨²blica Centroafricana¡ª sirve de morada a los criminales que lo deseen, vengan de donde vengan y se ha convertido, sin causar revuelo, en una autopista para milicias de Sud¨¢n del Sur, Chad, Congo, e incluso en el hogar del criminal de guerra Joseph Kony. El desafortunado v¨ªdeo viral que lanz¨® la ONG Invisible Children en 2011, con su campa?a para capturar a Kony, uno de los milicianos m¨¢s temidos de ?frica, no hizo m¨¢s que afianzar t¨®picos y avivar los fantasmas que Europa alimenta sobre ?frica.
¡°Aqu¨ª lo que nos falta es un Mandela¡±. Decenas de veces se escucha este deseo, desde Costa de Marfil a Zimbabue. ¡°Nuestros l¨ªderes solo se preocupan de sus intereses¡±, se susurra lo mismo en la orilla del lago Tanganica que en un meandro del r¨ªo N¨ªger. Se oye entre los tuaregs o los shangans. Entre los baoul¨¦s, los tutsis o los bambaras. A menudo comparten esta decepci¨®n los pueblos africanos por la falta de liderazgo en sus pa¨ªses. Un lamento que se suma a la queja por la corrupci¨®n que gangrena sus instituciones. Pero en las ¨¦lites tambi¨¦n hay intelectuales que no hacen diferencia entre las autoridades africanas.
Menos populares que Mandela a escala planetaria pero igual de dignos, hay que mencionar a Thomas Sankara (en Burkina Faso) y a Patrice Lumumba (en Congi), ambos asesinados en medio de la presi¨®n de las antiguas potencias coloniales. Son ya historia.
El terrorismo es el gran nuevo fen¨®meno africano. El auge de los grupos vinculados al yihadismo cruza fronteras a gran velocidad y se extiende por desiertos como el del S¨¢hara y costas como las de Ad¨¦n, que perfilan el Cuerno de Somalia. Los extremistas siempre aprovechan territorios sin ley ni autoridades o acuciados por las diferencias sociales para hacerse fuertes. Y sus semillas est¨¢n dando frutos.
A los traficantes de drogas, armas y personas que operan en tierra de nadie tambi¨¦n les favorecen estas condiciones para proliferar y organizarse.
Pero no son los ¨²nicos ¡ªni han sido los primeros¡ª atra¨ªdos por el rico terreno africano. Y son muchos los que sienten predilecci¨®n por las zonas con ausencia de reglas, donde se impone la ley del m¨¢s fuerte.
Muchos minerales que permiten que funcionen los tel¨¦fonos inteligentes, ordenadores y tabletas proceden del sangriento Congo; el cacao de nuestro matutino chocolate caliente ha sido cultivado en Costa de Marfil ¡ªdonde la crisis poselectroal de 2010 desat¨® una cruenta guerra civil¡ª, y la energ¨ªa que alumbra Francia procede de centrales nucleares que no funcionar¨ªan sin el uranio de N¨ªger ¡ªtan cercano a Mali social y f¨ªsicamente que si no fuera por las fronteras coloniales no tendr¨ªan distinto nombre¡ª.
Francia, la flamante convocante de esta reuni¨®n en Par¨ªs con aires de franceafrique, tiene claro que quiere volver a ?frica. Lo ha dicho y lo ha demostrado, con la intervenci¨®n de gran envergadura lanzada en Mali a principios de a?o y con la operaci¨®n que se ha lanzado en la Rep¨²blica Centroafricana en el mismo momento en el que Nelson Mandela expiraba en su casa rodeada de jacarandas. En estos momentos los militares franceses se est¨¢n desplegando en Bangui, la capital de un pa¨ªs en el que Francia ya ten¨ªa unos 400 soldados. Pero ahora llegan bajo el paraguas de las Naciones Unidas.
Este es el nuevo m¨¦todo. Misiones que desde el Ministerio de Defensa franc¨¦s se anuncian ¡°r¨¢pidas y cortas¡± ¡ªaunque despu¨¦s no lo sean tanto (como en Mal¨ª)¡ª, pero que en todo caso pretenden ser una avanzadilla para a una operaci¨®n de paz de cascos azules o de fuerzas africanas que tomen el relevo tras las ofensivas iniciadas por Francia.
?frica est¨¢ reapareciendo en el mapa mundial. Por su despegue econ¨®mico, con Sud¨¢frica y Nigeria tirando del carro continental, pero sobretodo, y como es habitual, por sus ¡°amenazas¡±. Guerras ¨¦tnicas, ni?os soldado y, ahora, terrorismo, esculpen una imagen suficientemente sesgada e irreal para poder justificar cualquier tipo de acci¨®n. Con hambre y desesperaci¨®n se cubren otras caras que podr¨ªan quiz¨¢s evitar intervenciones de envergadura y que solo sirven para militarizar a¨²n m¨¢s un continente que tiene m¨¢s armas que instituciones funcionales.
Hay m¨¢s Mandelas, pero no todos tienen la oportunidad y la suerte de poder recorrer un camino tan largo y de final tan pr¨®spero como el hijo preferido de Sud¨¢frica: Nelson Mandela.
?l supo absorber el odio y postergar los propios intereses. Traslad¨® su empat¨ªa personal al terreno pol¨ªtico y logr¨® limar as¨ª una brecha que parec¨ªa insalvable. Educadas para odiarse entre ellas, las razas sudafricanas se dejaron convencer por un hombre que no se avergonz¨® por haberse acercado al enemigo.
La ignorancia entra las distintas capas de la sociedad es la que hab¨ªa generado el miedo. Y el miedo sirve de abono para la violencia. A una semana de los funerales del l¨ªder africano m¨¢s influyente, el desconocimiento sobre ?frica sigue siendo aterrador. Quiz¨¢s, como Mandela, el mundo deber¨ªa intentar acercarse m¨¢s a estas realidades que parecen atroces, y hacerlo tendiendo la mano en lugar de enviar ¡ªuna vez m¨¢s¡ª armamento pesado.
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