Paul Aussaresses, general franc¨¦s y verdugo contumaz
Fue uno de los principales ejecutores de la represi¨®n mediante la tortura y el asesinato durante la guerra de Argelia
El general Paul Aussaresses pas¨® de ser un gran h¨¦roe de la II Guerra Mundial a convertirse en el rostro visible de la tortura en la traum¨¢tica guerra de independencia de Argelia. Con su f¨ªsico imponente y su ojo izquierdo tapado por un parche, consecuencia de una operaci¨®n de cataratas, se dio a conocer al inicio del nuevo siglo al admitir, justificar y detallar sin tapujos las t¨¦cnicas utilizadas por el Ej¨¦rcito y la polic¨ªa francesa en su lucha contra el Frente de Liberaci¨®n Nacional argelino. Condenado por apolog¨ªa de la tortura, fue el primer general franc¨¦s juzgado por hechos relacionados con uno de los episodios m¨¢s oscuros de la historia reciente del pa¨ªs vecino. El general falleci¨® el pasado martes en Alsacia a los 95 a?os.
¡°La tortura se convierte en leg¨ªtima cuando se impone la urgencia¡±, escribi¨® el militar, antiguo jefe de los servicios secretos de Argel, en su libro Servicios especiales, Argelia 1955-1957, publicado en 2001, unos meses despu¨¦s de una gran entrevista sobre el mismo tema al diario Le Monde. ¡°Hab¨ªa que hacerlo, lo hice¡±, repet¨ªa. En su libro, admit¨ªa haber recurrido a esta t¨¦cnica, ¡°tolerada, si no recomendada¡± por la jerarqu¨ªa pol¨ªtica. ¡°No era frecuente que los prisioneros interrogados durante la noche siguieran vivos a la ma?ana siguiente¡±, relataba en otro momento de su libro. ¡°Hubieran hablado o no, en general se los neutralizaba¡±.
Nacido el 7 de noviembre de 1918 en Saint-Paul-Cap-de-Joux , en el sur de Francia, entr¨® como voluntario en 1943 en los servicios secretos de las fuerzas aliadas en contra de la Alemania nazi. Durante la contienda, destac¨® por su valor por el que recibi¨® la Legi¨®n de Honor, que el presidente Jacques Chirac le retirar¨¢ tras su confesi¨®n. Tras la guerra particip¨® en la creaci¨®n del brazo armado de los servicios de contraespionaje SDECE. Durante la guerra de Indochina lider¨® un batall¨®n de paracaidistas a las ¨®rdenes del general P?ris de Bollardi¨¨re, precisamente uno de los mayores militantes contra la tortura.
En 1955 lleg¨® a Argelia, primero a Philippeville. En junio de ese mismo a?o tortur¨® por primer vez. El martirizado era un sospechoso detenido tras una serie de sangrientos atentados. ¡°Si de algo me arrepiento, es de que no haya hablado antes de morir¡±, relat¨®. A finales de agosto, orden¨® matar a cientos de personas en respuesta a un ataque del Frente de Liberaci¨®n Nacional (FLN) a la ciudad y la miner¨ªa de El Halia. ¡°Me era indiferente: hab¨ªa que matarlos, es todo¡±. A los dos a?os, en 1957, el general Massu le encarg¨® restaurar el orden en Argel. All¨ª puso en pie un verdadero ¡°escuadr¨®n de la muerte¡±, nombre que ¨¦l empleaba y que desde entonces cobrar¨ªa una siniestra carta de naturaleza.
Aussaresses ense?¨® luego ¡°las t¨¦cnicas de la batalla de Argel¡± a las fuerzas especiales estadounidenses en la base de Fort Braggs, en Carolina del Norte. En 1966 tom¨® las riendas del prestigioso primer regimiento de cazadores paracaidistas y en 1973 fue nombrado agregado militar en Brasil, cuando el pa¨ªs sudamericano se encontraba bajo la dictadura militar.
Sus confesiones arrojaron nueva luz sobre un episodio conocido pero falto de testimonios, con algunas revelaciones, como el asesinato de destacados militantes argelinos oficialmente muertos por suicidio. Dieron tambi¨¦n un vuelco a su vida: su primera esposa muri¨® a los pocos meses, sus tres hijas dejaron de hablarle y ¨¦l fue excluido del Ej¨¦rcito. Sali¨® ileso de tres tentativas de asesinato. En 2002 fue condenado a una multa de 7.500 euros por apolog¨ªa de la tortura, sentencia que fue confirmada en apelaci¨®n. Pero nunca se desdijo de sus declaraciones. ¡°Existe cierto honor en asumir el deshonor¡±, relat¨® al finalizar el juicio.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.