El fantasma del racismo recorre otra vez Europa
Los jud¨ªos confiesan que vuelven a tener miedo. Algunos gitanos van a colegios segregados. Europa se reencuentra con el odio
Todos los dirigentes europeos, sin excepci¨®n, han glosado esta semana los m¨¦ritos de Nelson Mandela. Muchos han pronunciado frases brillantes y han asistido a los funerales del hombre que venci¨® al odio racial y al apartheid. Pero justo en la Uni¨®n Europea, donde la crisis no termina, el paro afecta a 25 millones de personas y hay 80 millones de pobres, la xenofobia y el racismo no dejan de aumentar.
El viaje comienza en Ostrava (Rep¨²blica Checa). Aqu¨ª, los ni?os gitanos son enviados a escuelas especiales. Algunos comparten aulas con alumnos discapacitados, otros van a colegios solo para gitanos. Muchos viven en barrios o pueblos separados del resto de la poblaci¨®n y sin acceso a los mismos derechos. Un r¨¦gimen de apartheid. Situaciones similares suceden en Hungr¨ªa, donde el 90% de los gitanos est¨¢n en el paro. En Polonia, donde muchos restaurantes no dejan entrar a roman¨ªes. O en Ruman¨ªa, Eslovaquia, Eslovenia y Bulgaria.
Miroslav Turek, pedagogo social de la escuela Premysla Pittra, en Ostrava, se parece poco a cualquier profesor europeo medio. Tras 10 a?os de trabajo en una prisi¨®n y otro periodo en una casa de acogida infantil, este maestro se encarga ahora del grupo m¨¢s problem¨¢tico de un colegio en el que todos los alumnos son gitanos, a pesar de que el barrio acoge tambi¨¦n a otras comunidades. Turek dice tutelar a 14 chicos de entre 13 y 15 a?os, aunque en la min¨²scula clase que regenta no se ven m¨¢s de 7. ¡°En noviembre solo hubo ocho d¨ªas en que asistieran todos¡±. Y precisa que trabaja con los padres para minimizar las ausencias.
A simple vista, Premysla Pittra no es una escuela diferente. Un centro m¨¢s de ense?anza primaria, acogedor por los trabajos infantiles que adornan sus paredes. Pero este especialista debe emplearse a fondo en lecciones ajenas al programa educativo. ¡°Durante tres meses, por ejemplo, me he dedicado a mostrarles la importancia de traer l¨¢pices a clase¡±, expone con admirable serenidad. El profesor no se da por vencido. Coopera con las familias y deja claras las reglas con m¨¦todos sencillos: tarjeta verde a la primera infracci¨®n, amarilla a la segunda, y a partir de ah¨ª, orden de quedarse en clase despu¨¦s de que suene el timbre.
Premysla Pittra es una escuela segregada: solo acoge a ni?os gitanos, en gran medida de entornos desfavorecidos que lastran sus resultados escolares. Pero a¨²n existe una opci¨®n peor para estas familias con problemas m¨¢s graves que la educaci¨®n de sus hijos. Que los cr¨ªos recalen en escuelas para ¡°discapacidades mentales leves¡±, como las denomina el sistema. Debido a un perverso c¨ªrculo vicioso, la mayor¨ªa de los que acaban all¨ª son gitanos que no han superado la prueba de aptitud que determina en qu¨¦ escuela ingresan los ni?os de seis a?os.
Los gitanos en Europa
Encuestas de la Agencia de Derechos Fundamentales de la UE y del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), realizadas en 2011 a partir de 102.000 entrevistas personales (el 20%, a ciudadanos gitanos; el resto, a sus vecinos no gitanos) en Bulgaria, Rep¨²blica Checa, Francia,? Los europeos de etnia gitana est¨¢n excluidos de la vida econ¨®mica, social y pol¨ªtica. Comparados con los no roman¨ªes, son m¨¢s pobres, sufren m¨¢s el desempleo, estudian menos a?os y tienen menos acceso al agua potable, al alcantarillado y a la electricidad.
Los gitanos tienen m¨¢s probabilidades de sufrir enfermedades cr¨®nicas y menos acceso al sistema de salud. Las gitanas son la poblaci¨®n menos favorecida de la UE. Las j¨®venes que se casan y tienen hijos antes de los 20 a?os duplican la media de las no gitanas y tienen menos probabilidades de completar su educaci¨®n.
La mitad de los gitanos dicen haber sentido discriminaci¨®n en el ¨²ltimo a?o.
El 90% de los gitanos viven por debajo de los niveles nacionales de pobreza.
Un tercio de los gitanos est¨¢n en paro.
El 67% de los que trabajan tienen empleos sin cualificar o poco cualificados, frente al 16% de los no gitanos.
El 30% de los gitanos con educaci¨®n universitaria est¨¢n en paro, frente al 14% de los no gitanos.
El 45% vive en viviendas en las que falta al menos uno de estos elementos: cocina techada, ba?o, ducha o luz.
El 40% vive en comunidades donde al menos una persona se fue a la cama con hambre una vez en el ¨²ltimo mes.
La mayor¨ªa de los checos escolarizan a sus hijos a partir de los tres a?os, una etapa en la que la educaci¨®n no es obligatoria. As¨ª que llegan entrenados a ese peque?o examen ¡ªcon pruebas como contar hasta 10 o peque?os juegos de l¨®gica¡ª. Pero los gitanos suelen enfrentarse a esa evaluaci¨®n con una m¨ªnima fase previa de adaptaci¨®n a la escuela. As¨ª que muchos suspenden y acaban ingresando en lo que las autoridades denominan eufem¨ªsticamente escuelas pr¨¢cticas. Los datos oficiales aseguran que un 3% de los ni?os entran cada a?o en ellas, aunque reh¨²san desglosar la proporci¨®n de gitanos. ¡°No podemos almacenar los datos por raza. Ser¨ªa discriminatorio¡±, alega Martin Stepanek, vicealcalde de Ostrava a cargo de la educaci¨®n.
La segregaci¨®n en las escuelas es un problema que afecta a toda Europa del Este. Y emerge como el s¨ªmbolo de un mal mayor que recorre ya todo el continente: el odio a las minor¨ªas, con los gitanos, los ¨¢rabes, los jud¨ªos y los negros como comunidades m¨¢s perseguidas.
Al otro lado de Europa, en Holanda, Austria, Francia, B¨¦lgica o Reino Unido, el poder pol¨ªtico lleva algunos a?os tratando de convertir a las exiguas minor¨ªas gitanas en el chivo expiatorio de la crisis, o de la gesti¨®n de la crisis. Silvio Berlusconi abri¨® el fuego en 2008 censando y expulsando en masa a los gitanos en Italia; Nicolas Sarkozy tom¨® el relevo en 2010, y hoy el virus ha contagiado a los (supuestos) progresistas.
As¨ª el apartheid econ¨®mico y racial y el odio al diferente comienzan a ser una se?a de identidad en muchos de los 28 pa¨ªses de la UE. El fen¨®meno inquieta a algunos observadores. Seg¨²n ha escrito el fil¨®sofo franc¨¦s Christian Salmon, ¡°la pol¨ªtica est¨¢ siendo devorada por la xenofobia inherente al sistema econ¨®mico neoliberal¡±.
En Francia y Reino Unido, las pulsiones xen¨®fobas han llegado desde la extrema derecha hasta la c¨²pula del Estado. El soci¨®logo galo Eric Fassin explica que las diatribas del ministro del Interior, Manuel Valls, contra los roman¨ªes ¡°legitiman el discurso racista del Frente Nacional y tratan de hacer olvidar a los votantes que el Gobierno socialista hace la misma pol¨ªtica econ¨®mica que Sarkozy¡±. El Ejecutivo socialista lleva meses derribando chabolas de ciudadanos europeos (gitanos) sin realojar a sus 17.000 ocupantes ¡ªla mitad ni?os¡ª, incumpliendo as¨ª la promesa electoral de Fran?ois Hollande, las normas internacionales y la circular de Interior de agosto de 2012. La idea era tratar con humanidad y firmeza a las poblaciones ¡°precarias¡±. Solo queda la firmeza.
En paralelo, los racistas han dado un paso al frente y han ocupado las calles, las redes sociales y los medios. La ministra de Justicia, la guyanesa Christiane Taubira, ha sido comparada con un mono por una excandidata del Frente Nacional, por una ni?a de 12 a?os en una protesta contra el matrimonio gay y por una revista de extrema derecha. Los ataques de la derecha populista contra la comunidad musulmana son ya tan corrientes que no son noticia. La novedad es que, seg¨²n una reciente encuesta de la Agencia de Derechos Fundamentales, el 85% de los jud¨ªos franceses creen que el antisemitismo es un problema en su pa¨ªs ¡ªfrente al 66% de la media europea.
El portavoz de la Uni¨®n de Estudiantes Jud¨ªos de Francia (UEJF), Elie Petit, comenta: ¡°El discurso antisemita se ha legitimado y corre libre por las redes sociales. Es como si el lenguaje de los a?os treinta volviera a estar de moda. Pero lo m¨¢s grave es que las ideas xen¨®fobas calan entre los j¨®venes. Un 40% de los franceses de entre 18 y 25 a?os se declaran dispuestos a votar a la extrema derecha en las europeas¡± de mayo.
En Reino Unido, la cosa parec¨ªa ir mejor. Pero hace unos d¨ªas, el primer ministro, David Cameron, se subi¨® a la ola antigitana con un art¨ªculo en Financial Times en el que anunciaba que exigir¨¢ a Europa medidas para regular la inmigraci¨®n, y se refer¨ªa a los ¡°n¨®madas¡± rumanos y b¨²lgaros diciendo que su Gobierno les negar¨¢ los derechos que concede a otros inmigrantes, como las ayudas sociales para vivienda y desempleo. Eso s¨ª, Cameron recurri¨® al eufemismo, al escribir que Londres deportar¨¢ a los ¡°inmigrantes europeos que pidan limosna o duerman al raso¡±.
En tiempos de odio al diferente, los negros viven situaciones similares a las de los gitanos y los jud¨ªos: rechazo inmediato a primera vista e identificaci¨®n con los clich¨¦s que siempre los han acompa?ado. ¡°Al negro se le tacha de perezoso o irracional. Y el estereotipo no desaparece ni cuando son ricos¡±, explica Omar Ba, responsable de la Plataforma Africana en Amberes, una pr¨®spera ciudad belga que vive su particular recelo hacia las minor¨ªas. En este caso, la base no es tanto econ¨®mica como de identidad nacional: el nacionalismo flamenco endurece los criterios para acceder a ciertas prestaciones con requisitos como el conocimiento de la lengua, el holand¨¦s.
Ba alerta de que la extrema derecha se est¨¢ acercando a la poblaci¨®n media, al tiempo que los partidos mayoritarios emulan los discursos radicales. ¡°Con la crisis, los pol¨ªticos han mostrado su incapacidad. As¨ª que, como no es f¨¢cil encontrar culpables, y la ciudadan¨ªa est¨¢ frustrada, juegan la carta del extranjero. Pero hay que tener cuidado. Antes de la II Guerra Mundial hab¨ªa este mismo discurso¡±, previene este elocuente belga procedente de Senegal, que relata problemas al acceder a algunos servicios que solo se solucionan cuando aparece su esposa, belga de origen.
Los jud¨ªos en Europa
Estudio de la Agencia de Derechos Fundamentales de la UE sobre las experiencias de los jud¨ªos en los ocho pa¨ªses de la UE ¡ªB¨¦lgica, Francia, Alemania, Hungr¨ªa, Italia, Letonia, Suecia y Reino Unido¡ª donde reside el 90% de la poblaci¨®n jud¨ªa europea.
2/3 de los jud¨ªos entrevistados consideran que el antisemitismo es un problema en sus pa¨ªses.
Un 76% cree que el problema se ha agravado en los cinco ¨²ltimos a?os.
1/3 tiene miedo a sufrir una agresi¨®n f¨ªsica por ser jud¨ªo.
M¨¢s de la mitad ha presenciado alg¨²n incidente en el que se neg¨®, se trivializ¨® o se minimiz¨® el Holocausto.
El 23% dice que en alguna ocasi¨®n ha evitado asistir a actos jud¨ªos o visitar lugares jud¨ªos por miedo.
M¨¢s del 40% de los preguntados en B¨¦lgica, Francia y Hungr¨ªa indican que han pensado en emigrar.
?Quiz¨¢ se inspiran los l¨ªderes de las viejas democracias en lo que sucede en el Este de Europa? En el bloque del ¡°capitalismo tard¨ªo¡± residen la mayor parte de los ocho o diez millones de europeos gitanos, y la palabra roman¨ª se declina con tres pes: pobreza, paro y persecuci¨®n. All¨ª, manifestar en p¨²blico el odio a los gitanos ¡ªy de forma creciente a los jud¨ªos¡ª sale cada vez m¨¢s rentable.
En Eslovaquia, por ejemplo, un neofascista acaba de ganar unas elecciones regionales con un vasto programa pol¨ªtico ¡ªcomo ironiz¨® De Gaulle¡ª: poner a los gitanos a realizar trabajos forzosos. Los comicios de Banska Bystrica han convertido en presidente de esta regi¨®n, que en 1944 se levant¨® contra los nazis, a Marian Kotleba, que bas¨® su campa?a en dos elementos: denunciar la corrupci¨®n y acabar con el ¡°parasitismo gitano¡± suprimiendo las ayudas sociales a los roman¨ªes y envi¨¢ndolos a reconstruir las carreteras. Seg¨²n Peter Pollak, alto representante eslovaco para la cuesti¨®n gitana, el 40% de los roman¨ªes del pa¨ªs viven en guetos, frente al 20% de hace una d¨¦cada.
El ¨¦xito de Kotleba retrotrae a la Europa de los a?os oscuros. Fundador en 2003 de un grup¨²sculo violento llamado Comunidad Eslovaca, Kotleba fue encarcelado varias veces por desfilar por los guetos gitanos con un uniforme igual al de la guardia del sacerdote Andrej Hlinka, la milicia clerical-fascista que liderar¨ªa monse?or Josef Tiso entre 1939 y 1945.
En Ostrava, una ciudad media de antiguo esplendor industrial donde los gitanos viven en distritos muy desfavorecidos, el apartheid escolar de los ni?os gitanos salt¨® en 2006 porque unas familias llevaron el caso al Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Este sentenci¨® que el sistema educativo incurr¨ªa en una discriminaci¨®n indirecta al orientar a los chicos mayoritariamente hacia esas escuelas de menor nivel. Y oblig¨® al Estado a indemnizar a los demandantes.
Pese al fallo, las cosas han cambiado poco. ¡°Incluso la comunidad gitana tiene la impresi¨®n de que es peor ahora porque est¨¢n m¨¢s concienciados¡±, explica Kumar Vishwanathan, responsable de Viviendo Juntos, la ONG que lider¨® todo el proceso. Esta organizaci¨®n promueve la convivencia de ¡°gitanos y blancos¡± en varias comunidades de Ostrava, con buenos resultados de integraci¨®n. Renata Gaziov¨¢ dirige una de ellas. ¡°Apenas un 3% de los ni?os gitanos van a buenas escuelas; el resto est¨¢n segregados¡±, explica esta roman¨ª, que es tajante a la hora de definir qu¨¦ aprenden los ni?os en las escuelas que se apartan del canon: ¡°Nada. Conozco una ni?a de 15 a?os que no sabe leer ni escribir su propio nombre¡±, relata.
Las familias tienen dif¨ªcil apartarse del destino marcado por el sistema. ¡°Me gustar¨ªa darles a mis hijos la libertad de haber sido m¨¦dicos, por ejemplo, pero ya en la escuela les dicen que no pueden. As¨ª que yo misma le recomiendo a uno de ellos que sea cocinero. ?Al menos yo puedo ense?arle!¡±, bromea Iveta Kroscenova, madre de nueve hijos, cinco de ellos matriculados en escuelas segregadas. A su lado, Jolana Smarhovycov¨¢, activista para la integraci¨®n de los gitanos, explica que su hija iba a una escuela normal, pero la pusieron en una clase en la que solo hab¨ªa gitanos. Cuando pregunt¨® la raz¨®n, la cambiaron. ¡°Y entonces se convirti¨® en la ¨²nica ni?a gitana de su clase. Al final nos mudamos¡±, explica. Su sobrino Kristi¨¢n no tuvo tanta suerte. Termin¨® con buenas notas en una escuela para ni?os con dificultades de aprendizaje, pero al salir se dio cuenta de que su preparaci¨®n no le permit¨ªa acceder a la educaci¨®n secundaria.
Este es el c¨ªrculo en el que se ven envueltos los gitanos, que suelen recorrer el mismo camino de pobreza y marginaci¨®n que sus padres. El vicealcalde Stepanek se defiende: ¡°Van a escuelas en las que solo hay gitanos por criterios de proximidad. Y en cuanto a escolarizarlos en centros especiales, son los psic¨®logos los que lo deciden¡±.
En Hungr¨ªa, los gitanos est¨¢n habituados a o¨ªr esas excusas y otras peores. Los datos dibujan una situaci¨®n de profunda marginaci¨®n. Seg¨²n un colectivo de ONG, la tasa de desempleo entre el colectivo supera el 90%, mientras el paro entre la poblaci¨®n no gitana es del 11%. Adem¨¢s, un 40% de los 10 millones de h¨²ngaros viven bajo el umbral de la pobreza; de ellos, casi un mill¨®n son gitanos. Pese a la violencia de esos n¨²meros, la voz de la minor¨ªa roman¨ª es casi inaudible. Aunque algunos empiezan a organizarse.
Estamos en Budapest, la capital de un pa¨ªs donde hace 70 a?os medio mill¨®n de jud¨ªos y 100.000 roman¨ªes fueron asesinados por los nazis con la colaboraci¨®n del r¨¦gimen fascista del almirante Mikl¨®s Horthy. Aqu¨ª acaba de nacer el Partido Gitano de Hungr¨ªa (MCP), que ya presume de tener 5.000 militantes y planea presentarse a las elecciones legislativas y europeas de 2014. Alad¨¢r Horv¨¢th, su portavoz y presidente de la Asociaci¨®n para los Derechos de los Gitanos, explica que la situaci¨®n de los roman¨ªes se ha deteriorado con el Gobierno del populista Viktor Orb¨¢n: ¡°La discriminaci¨®n racial y social est¨¢ institucionalizada en la Administraci¨®n y es omnipresente en los medios¡±. A pesar de su nombre, el Partido Gitano quiere representar ¡°a todos los pobres, porque hoy, a los ojos del poder, todo el que es pobre es gitano¡±, a?ade Horv¨¢th.
La ¨²nica europarlamentaria gitana: L¨ªvia J¨¢r¨®ka
Es la ¨²nica eurodiputada en un hemiciclo de 766. ¡°Si fuera proporcional a la poblaci¨®n, tendr¨ªamos que ser al menos 21¡±, explica L¨ªvia J¨¢r¨®ka, h¨²ngara, de 39 a?os, que logr¨® estudiar y escapar al sombr¨ªo destino que aguarda al pueblo roman¨ª. Esta ha sido una buena semana para la visibilidad del colectivo en las instituciones europeas. Los Estados miembros se han comprometido a aplicar medidas de integraci¨®n, la Euroc¨¢mara ha clamado contra las expulsiones ilegales y la propia J¨¢r¨®ka ha presentado un informe que pone el acento en el segmento m¨¢s vulnerable: las mujeres gitanas. Pese a todo, la situaci¨®n dista mucho de mejorar.
¡°El principal argumento para integrarlos es econ¨®mico. No introducirlos en el sistema cuesta cinco veces¡±, asegura la eurodiputada, con el razonamiento de que los gitanos constituyen buena parte de la fuerza laboral del Este. Mantenerlos en desempleo cuando esos pa¨ªses necesitar¨¢n mano de obra de aqu¨ª a unos a?os es absurdo, aduce.
J¨¢r¨®ka censura la educaci¨®n segregada, especialmente la prueba que les hacen a los ni?os para decidir si van a una escuela normal o especial. ¡°Los gitanos tienen una gran capacidad emocional que el test no mide¡±. Seg¨²n sus datos, el 40% de todos los ni?os gitanos en Europa van a escuelas segregadas.
El discurso se vuelve m¨¢s ben¨¦volo al referirse a su pa¨ªs. J¨¢r¨®ka, perteneciente a Fidesz ¡ªel partido del controvertido primer ministro, Viktor Orb¨¢n¡ª, defiende la ¡°progresiva integraci¨®n¡± que apoya el Gobierno.
Curiosamente, el ide¨®logo y vicepresidente del Partido Gitano no es gitano, sino jud¨ªo: el aguerrido y l¨²cido militante antifascista Sandor Szoke. Guionista y escritor, Szoke ayuda a los gitanos a repeler los ataques de los paramilitares del partido neonazi Jobbik, la tercera fuerza pol¨ªtica del pa¨ªs, que tiene 44 diputados de los 386 totales y se divierte sembrando el p¨¢nico en la comunidad roman¨ª y agrediendo, de momento solo verbalmente, a los jud¨ªos.
Szoke cuenta que empez¨® a ayudar a los roman¨ªes a afrontar a los cabezas rapadas hace seis a?os ¡°porque ten¨ªa que haber alg¨²n blanco entre ellos para defenderlos¡±. Mientras come una trucha en el decadente caf¨¦ Astoria de Budapest, reconoce que fundar un partido gitano ¡°no es la mejor idea, pero no hay otra alternativa: no hay una izquierda que les defienda, el consenso en la fobia es absoluto¡±.
Desde que en 1989 cay¨® el muro de Berl¨ªn, la situaci¨®n de los gitanos torn¨® en desastre. ¡°Ellos eran los ¨²nicos que viv¨ªan mejor que ahora bajo el comunismo. Como en otros pa¨ªses del bloque, la industria estatal sostenida artificialmente se derrumb¨® dej¨¢ndoles sin su mayor fuente de trabajo. Muchos roman¨ªes h¨²ngaros eran la mano de obra en esas f¨¢bricas. En aquel momento la indigencia estaba prohibida y el paro era ilegal. Si pasabas m¨¢s de tres meses sin trabajar, te denunciaban por ¡®par¨¢sito y fugitivo del trabajo¡¯. As¨ª que cuando cay¨® el Muro, los gitanos volvieron a ser vistos como criminales, igual que antes de la II Guerra Mundial. Hoy sigue siendo as¨ª¡±. Hay una segunda raz¨®n, a?ade Szoke. La involuci¨®n democr¨¢tica. ¡°Orb¨¢n parti¨® de los a?os ochenta, luego retrocedi¨® a los sesenta y ahora vamos de cabeza hacia la sociedad durmiente, feudal y clientelista de la Hungr¨ªa de 1918 a 1944, la del nacimiento del fascismo¡±.
La ¨²ltima reforma impulsada por el Gobierno es la de educaci¨®n, que ha reducido en dos a?os, hasta los 14, la edad obligatoria de escolaridad. ¡°La idea es brillante, copiada del comunismo: crear una fuerza de trabajo gitana de bajo coste. Ahora los obligan a vivir en pueblos partidos por la mitad: una parte gitana y otra blanca. En Budapest viven en dos guetos porque nadie les alquila apartamentos y no acceden al mercado laboral. Est¨¢n como los ¨¢rabes en Francia en los a?os setenta, fuera del sistema. Ahora, Orb¨¢n les ofrece trabajos por 120 euros al mes. Si los rechazan, les dejan tres a?os sin ayudas sociales y sin seguridad social¡±.
La inquietud es tambi¨¦n palpable entre los jud¨ªos h¨²ngaros, la ¨¦lite social y econ¨®mica, que reside mayoritariamente en la capital. Todos los entrevistados en Budapest cuentan que tienen amigos y familias jud¨ªas que han emigrado. Los episodios antisemitas, dicen, suceden cada vez con m¨¢s asiduidad. ¡°Todav¨ªa no nos pegan como a los gitanos, pero los ataques verbales son continuos, y hay gente que se ha ido de Budapest y otros que dudan si hacerlo¡±, dice Anna Szeslzer, una mujer risue?a, laica y nada dram¨¢tica, que fund¨® la escuela privada Lauder de Budapest en 1990 y se jubil¨® hace unos meses de la direcci¨®n del colegio. ¡°En dos a?os hemos perdido 28 alumnos, una clase entera¡±, explica con una sonrisa amarga, ¡°y parad¨®jicamente ahora tenemos listas de espera, quiz¨¢ porque los ataques ayudan a despertar la conciencia jud¨ªa¡±.
El acoso y la di¨¢spora incipiente ¡ªque algunos prefieren atribuir solo a la crisis¡ª se entienden con un suceso reciente. Antes del verano, un destacado dirigente de Jobbik, M¨¢rton Gy?ngy?si, pidi¨® en el Parlamento que se elaboren listas de los jud¨ªos, ¡°sobre todo los que est¨¢n en el Gobierno y el Parlamento, porque suponen un riesgo para la seguridad del pa¨ªs¡±, dijo. Ahora, Gy?ngy?si declina una invitaci¨®n de este diario para explicarse. El Gobierno de Orb¨¢n conden¨® sus palabras y asegur¨® que toma ¡°las m¨¢s estrictas medidas contra toda forma de racismo y de comportamiento antisemita¡±. Pero la comunidad jud¨ªa no tiene eso tan claro, dice desde Nueva York Esther Sus¨¢n, una joven que ha decidido dejar su pa¨ªs. ¡°Yo me he ido temporalmente, no por el antisemitismo, sino por todo lo que ha pasado en el pa¨ªs en los dos ¨²ltimos a?os. No creo que tenga futuro all¨ª, pero no solo por ser jud¨ªa¡±. Desde Barcelona, David Stoleru, director del programa The Beit Project, que cuenta el Holocausto por colegios de toda Europa, afirma que ¡°Hungr¨ªa est¨¢ emitiendo una luz roja muy intensa¡±.
Daniel Bodnar, presidente de la Fundaci¨®n Acci¨®n y Protecci¨®n (FAP), la primera asociaci¨®n h¨²ngara contra el antisemitismo, no parece sentir miedo y entra en el caf¨¦ Astoria sonriente. Cuenta que la FAP detect¨® ¡°hace a?o y medio¡± el malestar de la comunidad jud¨ªa y lleva ocho meses analizando las razones. ¡°El 99% de los ataques son verbales. Ese acoso es superior a la media europea, pero a cambio no hay ataques f¨ªsicos. El 90% de los ataques proceden de la pol¨ªtica¡±. ¡°Y el mayor problema es que la justicia no act¨²a. Yo he denunciado 29 ataques en los ¨²ltimos seis meses y solo uno ha acabado en proceso. ?La culpa? De los fiscales y la polic¨ªa. Desde 1990, en Hungr¨ªa solo ha habido dos sentencias por antisemitismo¡±.
En las sinagogas de Budapest se respira un ambiente de tensa serenidad, o de tensi¨®n resignada. Un joven rabino de Buda, Tamas Vero, cuenta que ¡°algunas familias del barrio se han ido a Israel, y otras, a Viena y a Berl¨ªn¡±, y que su mujer quiere irse tambi¨¦n ¡°por las ni?as¡±, porque en los libros de texto los jud¨ªos no existen y ¡°porque dice que estamos otra vez en 1933¡±. El rabino intenta que su esposa no se preocupe, pero admite que los viernes se concentran j¨®venes ante la sinagoga haciendo el saludo nazi: ¡°Le digo que el capit¨¢n es el ¨²ltimo que abandona el barco, y que no es cierto que Hungr¨ªa nos odie, ?qu¨¦ puedo hacer? Pero ella tiene raz¨®n en una cosa: el Estado y Orb¨¢n no nos protegen lo suficiente. En todo caso, yo todav¨ªa paseo tranquilo por el barrio con mi kip¨¢, aunque a ciertos sitios la llevo debajo de la gorra. Pero su primera diana son los gitanos¡±.
Al otro lado del Danubio, otro joven rabino, Istvan Horvath, recibe al periodista en la puerta de la Gran Sinagoga de Pest. Cuando entra al despacho, se quita la gorra y aparece la kip¨¢. Horvath est¨¢ preocupado por ¡°la oscuridad espiritual¡± que aqueja a los j¨®venes europeos y por la ¡°escasa conciencia¡± de los jud¨ªos h¨²ngaros. ¡°Mis padres son laicos y lo ignoran casi todo sobre el juda¨ªsmo. Como tantos que sobrevivieron al Holocausto, ocultaron su origen durante a?os. Mi abuela dec¨ªa: ¡®Somos todos iguales¡¯. Quiz¨¢ porque perdi¨® la fe en Auschwitz. All¨ª murieron 28 miembros de la familia. Creo que a los nietos nos toca intentar reforzar el significado de esa identidad perdida. Y es un trabajo muy duro. Porque no es verdad que los ataques de Jobbik, que son nazis de coraz¨®n, refuercen el sentimiento de pertenencia a la comunidad jud¨ªa. Al rev¨¦s¡±.
Cuando se le pregunta si Europa est¨¢ volviendo a su pasado m¨¢s oscuro, el joven rabino responde: ¡°A veces se parece a lo que pas¨® hace 70 a?os. Pero no es igual. Hoy tenemos recursos que entonces no ten¨ªamos. Aqu¨ª hay ocho o diez asociaciones jud¨ªas, y est¨¢ la Uni¨®n Europea¡±. Ya, pero a los gitanos les atacan f¨ªsicamente... ¡°Esa es la gran verg¨¹enza. Nadie hace nada para ayudarles, incluido yo. Por eso, cuando oigo a un jud¨ªo meterse con ellos, grito y lloro¡±.
El europarlamentario nuevo jud¨ªo: Csan¨¢d Szegedi
La comunidad jud¨ªa h¨²ngara y la asociaci¨®n ortodoxa Chabad tienen hoy en sus filas un refuerzo que nadie esperaba: el hombre que hasta hace unos meses era el dirigente m¨¢s fan¨¢tico del partido neonazi Jobbik. El hombre se llamaba Csan¨¢d Szegedi, es eurodiputado y naci¨® en 1982 en Miskolc. Szegedi ascendi¨® en pol¨ªtica negando los campos de exterminio. Pero hace unos meses descubri¨® que su abuela estuvo en Auschwitz, y Csan¨¢d se convirti¨® en David: el antisemita por antonomasia era jud¨ªo.
¡°Un d¨ªa me llam¨® por tel¨¦fono y me pidi¨® una cita con el rabino¡±, recuerda Daniel Bodnar, portavoz de Chabad. ¡°Pens¨¦ que era una provocaci¨®n, porque era el m¨¢s odiado del Jobbik¡±. ?Y llamaba para convertirse? ¡°No, no lo necesitaba porque su madre es jud¨ªa. Solo tuvo que circuncidarse. Lo hizo, dej¨® el Jobbik y ahora es un eurodiputado independiente y apoya a Israel¡±.
Su caso, siendo extremo, es frecuente entre los jud¨ªos h¨²ngaros. Tras la muerte en las c¨¢maras de gas de m¨¢s de 500.000 miembros de la comunidad, muchos supervivientes ocultaron su condici¨®n. ¡°Mis padres solo supieron que eran jud¨ªos en los setenta¡±, dice Bodnar; ¡°como a much¨ªsimos otros, sus padres no se lo contaron¡±.
¡°Somos el pa¨ªs europeo con una comunidad local de supervivientes del Holocausto m¨¢s amplia, y esto explica que las tensiones sean tan fuertes. La din¨¢mica sospechoso-v¨ªctima sigue mandando. Necesitamos una ley de memoria y una ley de perd¨®n¡±, dice Bodnar.
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