R¨ªo, ¨¢malo u ¨®dialo
Puerta de entrada de turistas en Latinoam¨¦rica, el R¨ªo de Janeiro a¨²n falla en la prestaci¨®n de servicios a sus visitantes
Si viene usted a R¨ªo de Janeiro reparar¨¢ en un fen¨®meno parad¨®jico: el primer destino tur¨ªstico de Brasil, de Latinoam¨¦rica y del hemisferio sur no est¨¢ convenientemente preparado para recibir turistas. Si dependiese ¨²nicamente de los cuestionables servicios que ofrece la ciudad maravillosa, probablemente estar¨ªa en el furg¨®n de cola de los lugares m¨¢s visitados. Pero como quien nace guapo y muere guapo, R¨ªo de Janeiro tiene la suerte de ser uno de los rincones del planeta bendecidos con una naturaleza que corta la respiraci¨®n de quien llega por primera vez. R¨ªo es, sin lugar a dudas, una de las cinco ciudades m¨¢s impactantes del planeta. Tiene una sofisticaci¨®n natural y una atm¨®sfera vibrante que la convierten en un lugar ¨²nico. Tambi¨¦n es una ciudad que no deja a nadie indiferente, que provoca reacciones extremas: ¡°O la amas o la odias¡±, afirma el compositor carioca, Carlos Althier de Sousa Lemos Escobar Guinga, uno de los grandes trovadores contempor¨¢neos de la capital fluminense. M¨¢s gr¨¢fico fue en su d¨ªa el maestro de maestros, el compositor Antonio Carlos Jobim, que al referirse a su ciudad natal dijo con mucha sorna: ¡°Viver no Rio ¨¦ uma merda, mas ¨¦ muito bom¡± (algo as¨ª como ¡°vivir en R¨ªo es una mierda, pero es magn¨ªfico¡±).
Efectivamente, cuando el viajero desprevenido aterriza en el aeropuerto internacional Antonio Carlos Jobim (Gale?o para los cariocas) deparar¨¢ en la poca eficacia del servicio de recogida de maletas y en unas instalaciones impropias de una futura sede de la Copa del Mundo y de los Juegos Ol¨ªmpicos (esto deber¨ªa mejorar tras la reciente privatizaci¨®n del aeropuerto). La ausencia de un servicio de taxis organizado y de un tarifario oficial claramente definido y expuesto al p¨²blico representan el primer aviso a navegantes: los precios en R¨ªo representan un asunto sensible. En el caso de los taxis, var¨ªan entre los 200 reales (85 d¨®lares) o el m¨ªnimo que marque el tax¨ªmetro, dependiendo del barrio de destino, de la buena voluntad del taxista y de la capacidad negociadora del visitante. Una vez en la ruta hacia la ciudad, el turista atravesar¨¢ una extensi¨®n interminable de favelas, recorrer¨¢ varios barrios populares de la zona norte, dejar¨¢ el centro de la ciudad a su izquierda y, tras recorrer los 2.800 metros del T¨²nel Rebou?as, penetrar¨¢ en un universo totalmente diferente: una fant¨¢stica panor¨¢mica de la Lagoa Rodrigo de Freitas dar¨¢ la bienvenida al visitante. Es la se?al inequ¨ªvoca de que ya ha llegado a la zona sur, la franja tur¨ªstica compuesta principalmente por las barrios playeros de Copacabana, Ipanema y Leblon, donde las autoridades est¨¢n invirtiendo grandes esfuerzos de cara al turismo internacional.
La seguridad p¨²blica en R¨ªo es un tema que preocupa a todo el mundo: tanto a las autoridades como a los cariocas y los turistas. Desde que se lanz¨® en 2008 la plausible estrategia de pacificaci¨®n de favelas (hoy, m¨¢s de 200 comunidades est¨¢n ocupadas por Unidades de Polic¨ªa pacificadora ¨CUPP-), las cifras de criminalidad han mejorado sustancialmente. Sin embargo, en los ¨²ltimos meses se ha detectado un repunte de ciertos cr¨ªmenes, como los robos a transe¨²ntes, que plantean inquietantes preguntas. De cualquier forma, hoy se puede pasear por los corredores tur¨ªsticos de R¨ªo de Janeiro con una cierta tranquilidad, algo impensable hace una d¨¦cada.
Como en todos los grandes polos tur¨ªsticos, en R¨ªo existe un recorrido ineludible para cualquier turista: la visita del Cristo Redentor, del Pan de Az¨²car, del estadio de Maracan¨¢, un paseo por el cal?ad?o (una suerte de paseo mar¨ªtimo) de Copacabana y por el Jard¨ªn Bot¨¢nico, una tarde de compras en Ipanema y varias sesiones intensivas de playa. Por la noche las gu¨ªas tur¨ªsticas tambi¨¦n recomiendan hacer una inmersi¨®n en el bohemio barrio de Lapa, donde el visitante puede atreverse a dar unos pasos al ritmo de la samba en cualquiera de sus variaciones. Sin embargo, R¨ªo de Janeiro es mucho m¨¢s que esta lista de deberes para el visitante.
R¨ªo, por ejemplo, es un caf¨¦ en el silencio del patio de la escuela de artes visuales (EAV) del buc¨®lico Parque Lage. R¨ªo es una cerveza helada en una mesa de la terraza del C¨ªrculo Militar de Praia Vermelha, frente a una imponente e inusitada vista del Pan de Az¨²car. R¨ªo es una exposici¨®n en el Centro Cultura del Banco do Brasil (CCBB) o un delicioso plato de cabrito asado en el viejo restaurante portugu¨¦s Nova Capela, en el coraz¨®n de Lapa. R¨ªo tambi¨¦n es un paseo por el barrio de Santa Teresa o, por qu¨¦ no, por la favela de Vidigal, desde donde se puede disfrutar de una panor¨¢mica del oc¨¦ano Atl¨¢ntico y de las islas Cagarras que podr¨ªa hacer las veces de antidepresivo. R¨ªo es el simple grito de los ni?os que juegan a la pelota en una favela an¨®nima o el olor de los premiados frijoles que prepara David en su taberna de la comunidad de Chap¨¦u Mangueira.
Una gran novedad en esta ciudad es el crecimiento de la oferta cultural, una de las cuentas pendientes que la distanciaba a?os luz de Sao Paulo. La reciente apertura del MAR (Museo de Arte de R¨ªo), de la Casa Daros (filial de la Fundaci¨®n hom¨®nima suiza) y de la Ciudad de las Artes, firmada por el arquitecto franc¨¦s Christian de Portzamparc, y la pr¨®xima inauguraci¨®n del Museo del Ma?ana, del espa?ol Santiago Calatrava, o del Museo de Imagen y Sonido (MIS) en la playa de Copacabana, representan la prueba irrefutable de que algo ha cambiado. La cartelera semanal de conciertos, musicales, teatro o exposiciones tambi¨¦n es considerablemente m¨¢s variada e interesante que hace a?os.
El Gobierno de Brasil y las autoridades locales est¨¢n apostando todas las fichas a la refundaci¨®n de R¨ªo. Para ello aun tendr¨¢n que redoblar la apuesta en temas clave, como las deficientes redes de transporte urbano (la ampliaci¨®n de la l¨ªnea 4 de metro hasta Barra de Tijuca o la creaci¨®n de corredores r¨¢pidos de autobuses representan una buena tentativa) o el d¨¦ficit cr¨®nico de plazas hoteleras (hoy R¨ªo ofrece algo m¨¢s de 34.000 habitaciones). El manual b¨¢sico de econom¨ªa dice que cuando la oferta es menor que la demanda, los precios aumentan. Y justamente esto ocurre en el primer destino tur¨ªstico del Hemisferio Sur, que tiene el privilegio de consagrarse como la segunda capital m¨¢s cara de Latinoam¨¦rica para hacer turismo (despu¨¦s de Caracas, cuyos precios son calculados al cambio oficial), seg¨²n el portal Tripadvisor. Si R¨ªo pretende consolidarse como una capital tur¨ªstica que compita en pie de igualdad con ciudades como Par¨ªs, Roma, Madrid o Nueva York, tendr¨¢ que tomar medidas dr¨¢sticas para mejorar la calidad y el precio de sus servicios.
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