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La guerra en las aulas

Seis profesores de Historia nos cuentan c¨®mo se estudia la Primera Guerra Mundial en las escuelas europeas

Fotograma de la película 'Senderos de gloria' de Stanley Kubrick
Fotograma de la pel¨ªcula 'Senderos de gloria' de Stanley Kubrick

Francia

Si bien la Primera Guerra Mundial es objeto ocasional de enfoques literarios o art¨ªsticos, el momento privilegiado para estudiarla es la clase de historia. Un alumno franc¨¦s se enfrenta en tres ocasiones a lo largo de su escolaridad a las trincheras embarradas y los ataques mort¨ªferos. Desde su ¨²ltimo curso de primaria hasta su clase de Premi¨¨re (segundo de bachillerato) en el liceo, pasando por la etapa intermedia del coll¨¨ge, tiene tres cursos en los que estudia la Gran Guerra ampliando el contenido pero de acuerdo con una misma pauta. En las cuatro o cinco horas que est¨¢ previsto que dedique un profesor de historia de secundaria al conflicto, la selecci¨®n de problemas que hacen los planes de estudios nacionales no busca un conocimiento profundo de la guerra y sus desaf¨ªos, sino que incita a los ense?antes a concentrarse en ciertos aspectos en detrimento de una comprensi¨®n global de la guerra, que queda a merced de las decisiones vinculadas a las ¨²ltimas evoluciones de la historiograf¨ªa. Una vez abordadas a toda prisa las fases militares, la violencia de masas se convierte en el tel¨®n de fondo y el principal eje de trabajo. As¨ª, desde la batalla de Verd¨²n, s¨ªmbolo de la guerra de trincheras y de un grado de violencia hasta entonces desconocido, hasta el estudio de la experiencia de combate, el profesor debe encauzar los temas de manera que permitan comprender el fen¨®meno de la movilizaci¨®n total de las sociedades en guerra.

En realidad, la guerra no se estudia como el resultado de las tensiones internacionales, las rivalidades entre potencias europeas ni la construcci¨®n de alianzas, sino solo desde el punto de vista del sufrimiento y como expresi¨®n de una dimensi¨®n b¨¦lica nueva que implica no solo la participaci¨®n de ej¨¦rcitos inmensos, Estados e industrias, sino tambi¨¦n de la poblaci¨®n civil. El sufrimiento de los combatientes en los campos de batalla -reducidos a los del enfrentamiento franco-alem¨¢n-, el sufrimiento de la poblaci¨®n civil en la retaguardia o las matanzas como el genocidio armenio. La Primera Guerra Mundial no se ense?a como tal. Los traumas del frente, los de las sociedades en guerra y la violencia genocida anuncian el estudio de la Segunda Guerra Mundial, como en un intento de hacer comprender mejor que la primera es el punto de partida de un camino que lleva hasta la cima de la violencia de masas alcanzada en la segunda.

?Iannis Roder, profesor de Historia de secundaria en Saint-Denis (Par¨ªs). Entrevista realizada por Le Monde

Espa?a

En la pantalla, el coronel franc¨¦s sopla el silbato con todas sus fuerzas, pistola en mano, para que sus soldados salgan de la trinchera en un ataque suicida para tomar una posici¨®n clave del ej¨¦rcito enemigo, el alem¨¢n. La ofensiva, imposible desde el principio, acaba siendo un fracaso y el mando decide juzgar y condenar a muerte a varios hombres por cobard¨ªa para dar un escarmiento. La profesora de Historia Pepa Chico Pajares suele poner a sus alumnos la pel¨ªcula ¡®Senderos de Gloria¡¯ --dirigida en 1957 por Stanley Kubrick y protagonizada por Kirk Douglas¡ªcuando llega la hora de explicar la Primera Guerra Mundial, pues muestra muy bien, cuenta, c¨®mo fue aquella guerra de trincheras en las que se luchaba metro a metro, o la presi¨®n de la opini¨®n p¨²blica francesa sobre las decisiones del Ej¨¦rcito. Al principio, los chavales refunfu?an un poco al ver que la pel¨ªcula es en blanco y negro, ¡°hasta que se enganchan¡± y al final acaban meti¨¦ndose en la historia, explica esta docente que lo es desde hace m¨¢s de 30 a?os; ahora, en el instituto Atenea de San Sebasti¨¢n de los Reyes, una localidad cercana a Madrid.

En Espa?a, la Gran Guerra se ense?a a todos los alumnos en el ¨²ltimo curso de la escuela obligatoria, cuarto de ESO, a los 15 a?os, dentro de la asignatura de Ciencias Sociales, que se imparte tres veces a la semana. Dentro de un ampl¨ªsimo temario que empieza con la ca¨ªda del Antiguo R¨¦gimen y la Revoluci¨®n francesa y termina en la actualidad, en algunos libros de texto la Primera Guerra Mundial no est¨¢ incluida como tema aparte, sino junto al Imperialismo europeo de finales del siglo XIX. ¡°Es poquito¡±, dice la profesora. Pero m¨¢s que por el hecho de que Espa?a no participase en la Primera Guerra Mundial, lo achaca a la cantidad de temas que hay que impartir: ¡°Antes, se llegaba hasta la Segunda Guerra Mundial y poco m¨¢s; ahora se da la guerra fr¨ªa, la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, y se llega hasta nuestros d¨ªas¡±.

En su caso, le suele dedicar cuatro sesiones (las clases duran entre 50 y 55 minutos), divididas entre las causas de la guerra, el desarrollo y las consecuencias, adem¨¢s del d¨ªa que les pone ¡®Senderos de Gloria¡¯ o, algunos a?os, un documental sobre la guerra de trincheras, tras el cual los estudiantes deben hacer un resumen de la pel¨ªcula y relacionarlo con el contexto hist¨®rico. Naturalmente, la limitaci¨®n de tiempo obliga a condensar y a elegir ¨C¡°por ejemplo, damos el Tratado de Versalles y ninguno de los otros que se firmaron al final de la guerra¡±--, pero Chico cree que s¨ª se da con profundidad. ¡°A m¨ª el tema me encanta, y a los chavales tambi¨¦n, es uno de los temas estrellas, con la Segunda Guerra Mundial¡±. ?Por qu¨¦? ¡°Porque, aunque son chicos del siglo XXI, el siglo XX les resulta, claro, m¨¢s cercano. Adem¨¢s est¨¢ en el imaginario de todos por las pel¨ªculas¡­¡±.

Pepa Chico ya empieza a anunciar la guerra cuando est¨¢ explicando poco antes la expansi¨®n colonial europea ¨C¡°Todo esto que est¨¢ ocurriendo ahora va a estallar a despu¨¦s¡­¡±, les advierte¡±¡ªy a?ade, por supuesto, el punto de vista propio: Espa?a, un pa¨ªs pobre y pol¨ªticamente aislado, ajeno adem¨¢s a los intereses coloniales que se disputaban, no particip¨®. Adem¨¢s, a las consecuencias pol¨ªticas le suele a?adir las sociales. Por ejemplo, la incorporaci¨®n masiva de la mujer al trabajo. ¡°Durante la contienda, con todos los hombres en la guerra, las mujeres empezaron a ocupar muchos puestos de trabajo. Y, cuando termin¨®, no solo quisieron seguir trabajando, sino que retomaron otras reivindicaciones de derechos como el del voto¡±.

La Primera Guerra Mundial se vuelve a ense?ar despu¨¦s de la ense?anza obligatoria, en primero de bachillerato. Esta vez, con m¨¢s profundidad en la asignatura de Historia del Mundo Contempor¨¢neo, pero solo a una parte de los alumnos, pues algunos ya se han separado para estudiar Formaci¨®n Profesional y la materia solo se imparte a aquellos que eligen la rama de bachiller de Humanidades y Ciencias Sociales (hay otra de Artes y otra m¨¢s de Ciencias y Tecnolog¨ªa).

Pepa Chico Pajares, profesora de Historia en San Sebasti¨¢n de los Reyes (Madrid).? Por Juan Antonio Auni¨®n (EL PA?S)

Reino Unido

En realidad, la Primera Guerra Mundial no se ense?a en los colegios brit¨¢nicos. Casi todos los escolares estudian la guerra de 1914-1918, pero m¨¢s bien como una guerra entre dos pa¨ªses, Gran Breta?a y Alemania. Lo que aprenden se puede resumir en una palabra: trincheras.

?Qu¨¦ suele quedar fuera? Los serbios y los austriacos no obtienen m¨¢s que una menci¨®n al principio, al hablar de que el asesinato del archiduque austriaco Franz Ferdinand a manos del terrorista serbio Gavrilo Princip desencaden¨® en el verano de 1914 lo que ahora llamamos Primera Guerra Mundial. Tambi¨¦n es frecuente que se traten muy por encima los tres a?os de guerra en el Frente Oriental, Rusia contra Alemania y Austria, igual que los tres a?os que combatieron los italianos en el bando aliado. Los adolescentes brit¨¢nicos, en general, no sabr¨ªan decir nunca por qu¨¦ se llama ¡°Primera Guerra Mundial¡± a la guerra de 1914-1918. No se les dice nada de las campa?as que hicieron que fuera mundial: la guerra en el mar, que en ocasiones lleg¨® mucho m¨¢s all¨¢ de Europa, y las campa?as terrestres en Oriente Pr¨®ximo, ?frica y el Extremo Oriente.

En la mayor¨ªa de los colegios brit¨¢nicos, los profesores de historia se centran sobre todo en los aspectos de la guerra en los que la participaci¨®n brit¨¢nica tuvo m¨¢s importancia. Ese sesgo nacional hace que la Batalla del Somme (1916), dominada por los brit¨¢nicos, reciba una atenci¨®n axhaustiva, mientras que la Batalla de Verd¨²n (tambi¨¦n 1916), igual de importante pero dominada por los franceses, se queda a menudo fuera del programa. La Primera Guerra Mundial, para los brit¨¢nicos que recuerdan sus clases de historia del bachillerato, significa barro, alambradas y ametralladoras en las trincheras del Frente Occidental.

?Por qu¨¦? Porque esa fue la experiencia de combate de la mayor¨ªa de los soldados brit¨¢nicos, la experiencia b¨¦lica que se ha transmitido a la cultura nacional.

Desde hace 30 a?os, a los escolares brit¨¢nicos se les pide que se fijen en las fuentes como parte de su educaci¨®n sobre la Primera Guerra Mundial, igual que con cualquier otro aspecto de la historia. Dichas fuentes suelen ser una confusa mezcla de an¨¢lisis de episodios de la guerra hechos por historiadores especializados y extractos de una carta del soldado Bloggins en la que describe, por ejemplo, el horror de las trincheras. Lo bueno es que anima a nuestros j¨®venes a hacerse preguntas sobre lo que ocurri¨® y a desarrollar sus propias opiniones.

El debate m¨¢s com¨²n en nuestra visi¨®n angloc¨¦ntrica de la guerra es: ¡°?Fue el mariscal Douglas Haig un ¡®asno?¡± En otras palabras, ?Es un retrato acertado de Haig el que encarna Geoffrey Palmer en la serie Black Adder, un vejestorio que pasa el tiempo aniquilando soldados de juguete en la mesa del cuartel general a cientos de kil¨®metros del frente? Seguro que el viejo mariscal se revuelve en su tumba cada vez que unos chicos de 14 a?os se dedican a pontificar, y adem¨¢s el debate refleja el viejo mito de que los soldados brit¨¢nicos de la guerra del 14 fueron ¡°leones dirigidos por asnos¡±, es decir, que el valiente soldado de a pie tuvo la mala suerte de que estuvieran al mando unos ricachones borrachos de co?ac. En parte es verdad, desde luego, pero se trata de un estereotipo simplista y perezoso que resulta f¨¢cil de ense?ar y de transmitir de generaci¨®n en generaci¨®n.

Ahora que nos disponemos a conmemorar el centenario del estallido de la Primera Guerra Mundial, espero que en Gran breta?a nos enteremos por fin de que fue una aut¨¦ntica guerra mundial, en la que el Reino Unido no fue m¨¢s que uno m¨¢s de muchos beligerantes.

Por Jonathan Lisher es profesor de Historia brit¨¢nico. Entrevista realizada por The Guardian

?Alemania

Como es natural, en cada tema de la clase de historia se plantea la cuesti¨®n de qu¨¦ se puede hacer para despertar el inter¨¦s de los alumnos y de si un acontecimiento no es algo demasiado abstracto para los j¨®venes de hoy d¨ªa.

En lo que se refiere a la Primera Guerra Mundial, puedo constatar que existe inter¨¦s por las consecuencias concretas de la guerra para las personas, por ejemplo, cuando se trata de la muerte mecanizada. En este contexto, en mi instituto de Ingolstadt se ofrece tambi¨¦n la visita al Museo del Ej¨¦rcito de Baviera. All¨ª, la exposici¨®n permanente muestra la vida diaria en el frente o las privaciones de las familias en casa, lo cual en general suele ser m¨¢s que suficiente para acercar el tema a los j¨®venes. En el museo hay reproducciones de trincheras y se puede sentir el peso de las mochilas; si la visita guiada no se recrea demasiado en los detalles, los chicos se llevan impresiones importantes.

Pero no todas las escuelas tienen la fortuna de disponer de un museo as¨ª en su ciudad, si bien numerosos profesores vienen de fuera con sus clases. Por a?adidura, la ense?anza resulta considerablemente m¨¢s ardua cuando se trata de los aspectos abstractos de la guerra mundial.

Para empezar, en la asignatura de historia el tema de la Primera Guerra Mundial es uno entre tantos. En el segundo curso de secundaria se prev¨¦ dedicar 15 horas al imperialismo y la Primera Guerra Mundial en conjunto. Por lo general, los profesores de historia de los institutos de Baviera dedican, como m¨ªnimo, m¨¢s o menos la mitad de las horas a la Primera Guerra Mundial. Considerado en el conjunto de la escolarizaci¨®n, recientemente el tema incluso se ha reducido: a diferencia de lo que ocurr¨ªa en otros planes de estudio anteriores, en el nuevo plan para el bachillerato la Primera Guerra Mundial, por regla general, ya no se trata a fondo en ning¨²n caso, a no ser que un alumno se matricule en un seminario especializado sobre el tema. De hecho, en secundaria la Segunda Guerra Mundial tampoco se estudia mucho m¨¢s extensamente.

Por otra parte, el conjunto de temas en torno al nacionalsocialismo a¨²n aparece dos veces en la trayectoria del bachillerato hacia la selectividad, que es cuando se trata de forma expl¨ªcita el hundimiento de la Rep¨²blica de Weimar y la toma del poder por los nazis, as¨ª como la persecuci¨®n y la aniquilaci¨®n de los jud¨ªos en el Tercer Reich.

En general, el plan de estudios de historia no est¨¢ definido muy en detalle, lo cual afecta a la previsi¨®n exacta de horas que se emplear¨¢n para cada tema. Por ejemplo, para la Primera Guerra Mundial se enumeran bloques de temas definidos a grandes rasgos, como la ¡°nueva dimensi¨®n de la guerra: guerra de trincheras, lucha por los equipamientos y consecuencias para la poblaci¨®n civil¡±. De este modo, se delega en el profesorado la decisi¨®n de a qu¨¦ aspecto preciso de un tema se otorga m¨¢s importancia en clase, y tambi¨¦n, en qu¨¦ medida se tratar¨¢ con m¨¢s detalle, por ejemplo, lo que ocurr¨ªa en el frente.

Es interesante que el ¨²nico contenido b¨¢sico relacionado con la Primera Guerra Mundial que se debe estudiar obligatoriamente en segundo de secundaria sea el Tratado de Versalles. Si se tiene en cuenta que, por ejemplo, la Bula de Oro de 1356 es un tema b¨¢sico, pero la Primera Guerra Mundial no, hay motivo para sorprenderse.

En particular, muchos alumnos y alumnas no tienen completa conciencia de la ruptura que supusieron la creaci¨®n de Estados Unidos y la Revoluci¨®n de Octubre en Rusia para la historia mundial. Hay que tener en cuenta que son estudiantes de segundo de secundaria, es decir, que la mayor¨ªa tiene 14 a?os. Por supuesto, tambi¨¦n se puede examinar estrictamente sobre datos, pero que adem¨¢s los j¨®venes lleguen a entender es un reto mucho m¨¢s complicado. En este punto se echa a faltar igualmente el tiempo para explicar estos temas en profundidad. Y, en conjunto, se puede afirmar con seguridad que, sobre todo cuando se trata el nacionalsocialismo, se despierta en los j¨®venes un inter¨¦s considerablemente mayor que cuando se trata la Primera Guerra Mundial.

Fritz Sch?ffer, profesor de Historia y Ciencias Sociales en Ingolstadt (Alta Baviera). Entrevista realizada por Johann Osel (S¨¹ddeutsche Zeitung)

Italia

La guerra en las escuelas italianas

?En Italia, la Primera Guerra Mundial se estudia en el ¨²ltimo curso de la etapa intermedia y el ¨²ltimo curso de bachillerato; se dedica un espacio importante al tema en el programa. Cada profesor es libre de adoptar los m¨¦todos y escoger los instrumentos que le parezcan m¨¢s eficaces.

Hablar: no existe otro m¨¦todo mejor para explicar a los j¨®venes la Primera Guerra Mundial. Hay que explicar que el odio se construye, que los sentimientos humanos que facilitan la guerra se pueden ¡°fabricar¡±. Y que, por consiguiente, es necesario comprender qui¨¦n estaba interesado, y por qu¨¦, en construir ese odio. Eso quiere decir hacerse preguntas sobre las causas econ¨®micas, pol¨ªticas, sociales y culturales del conflicto; sobre el papel de la propaganda, por ejemplo; o, en Italia, sobre el intervencionismo de la mayor parte de los intelectuales. Y es necesario tambi¨¦n abordar la guerra de forma emp¨ªrica, como un acontecimiento con su cronolog¨ªa, sus datos, sus vicisitudes, e insertar todo ello en el complejo contexto italiano e internacional de la ¨¦poca; es decir, relacionar la Gran Guerra, por ejemplo, con las guerras balc¨¢nicas de 1912 y 1913 y con las crisis marroqu¨ªes de 1905 y 1911.

Soy profesor de titular desde hace 18 a?os y soy defensor de la lecci¨®n tradicional, aunque no tengo prejuicios en contra de otras formas de gesti¨®n de la clase. Creo que el aula debe seguir siendo el motor de cualquier razonamiento: es en ella donde nos encontramos como conciencias cuando el ense?ante habla o lee y cuando escucha las reflexiones, las dudas y las peticiones de profundizar de los alumnos. Es en el aula donde el profesor puede vincular el pasado con el presente, y existen muchos aspectos en los que esto es aplicable a la Primera Guerra Mundial.

La asociaci¨®n m¨¢s inmediata que se establece es con la guerra de Yugoslavia en los a?os noventa. Despu¨¦s hablo del clima de desconfianza democr¨¢tica que exist¨ªa hace un siglo en Italia y Europa, la convicci¨®n de que los partidos eran malos para la naci¨®n y el individuo pod¨ªa marcar ¡°la diferencia¡±, el culto a las personalidades fuertes derivado del Romanticismo y que tendr¨ªa notables consecuencias en los a?os sucesivos, las tensiones ¨¦tnicas. Otorgo mucha importancia a la dimensi¨®n cultural de la guerra. Apasiona la posibilidad de desenmascarar los discursos mentirosos, los populismos, los sofismas de la pol¨ªtica, la econom¨ªa y la cultura. Hablar de la primera parte del siglo XX y, por tanto, de la Primera Guerra Mundial, significa reflexionar sobre los or¨ªgenes de la sociedad de masas, con sus instituciones, su l¨¦xico pol¨ªtico, sus tensiones: por primera vez intervienen en la guerra ej¨¦rcitos, partidos, movimientos, aparatos de Estado. Y es en la escuela, en el estudio, donde lo que sucedi¨® hace cien a?os puede permanecer vivo y lleno de sentido.

Roberto Sandrucci, profesor de Historia y Filosof¨ªa, en el Liceo cient¨ªfico Newton, Roma. Entrevista realizada por Flavia Amabile (La Stampa)

Polonia

El siglo XX comienza en el verano de 1914

Me temo que mis alumnos no van a aprender nada nuevo sobre las acciones b¨¦licas del Ej¨¦rcito polaco durante la I Guerra Mundial. Pero tengo la esperanza de que comprender¨¢n por qu¨¦ se le da el nombre de la Gran Guerra. Y que recordar¨¢n lo que hay detr¨¢s de las palabras ¡°Sin novedad en el frente¡±.

Una ventaja de dar clase de historia del siglo XX con un grupo de estudiantes que no tiene que pasar la selectividad es que nos libramos de los requisitos y limitaciones de ese examen. El inconveniente es que no me dedico tanto a ense?ar historia como a darla a conocer a los chicos. Debo seleccionar un tipo espec¨ªfico de narraci¨®n, y propongo uno en el que la Primera Guerra Mundial supone uno de los puntos de inflexi¨®n.

As¨ª que doy clase sobre una guerra que, a finales del siglo XIX, esperaba y deseaba una parte significativa de la opini¨®n p¨²blica europea, pero que nadie en realidad imaginaba. Leemos textos sobre la burgues¨ªa de la ¨¦poca del modernismo, que viv¨ªa de la idea de una guerra imaginada y de un orgullo imaginado, y los cotejamos con los fragmentos de descripciones y memorias de las trincheras del frente occidental o con las im¨¢genes de Otto Dix. Los recuerdos de Bertrand Russell, los fragmentos del Doctor Fausto o la descripci¨®n de Steiner del ¡°imaginado jard¨ªn de la cultura liberal¡± permiten mostrar la narraci¨®n modernista del siglo XIX como una ¨¦poca de progreso y crisis al mismo tiempo. La gran guerra marca el momento en el que dicha narraci¨®n se desploma y a partir del cual se vuelve ya imposible de sostener.

Si recurro a un manual de alg¨²n tipo es al trabajo de Enzo Traverso La violencia nazi, una genealog¨ªa europea. Traverso introduce el concepto de ¡°ej¨¦rcito al estilo Ford¡±, mostrando c¨®mo funciona la guerra moderna y su organizaci¨®n, su administraci¨®n, el aprovechamiento de la tecnolog¨ªa y el anonimato de la muerte masiva como un equivalente de la f¨¢brica. En dicha concepci¨®n, la Primera Guerra Mundial se convierte en una de las claves tanto para el problema de los or¨ªgenes del fascismo como para la comprensi¨®n de la Segunda Guerra Mundial.

Polonia fue uno de los pa¨ªses que consiguieron la independencia como resultado de la guerra. Por eso, cuando se habla de la gran guerra, no se hace en categor¨ªas de cat¨¢strofe, sino como de un acontecimiento magn¨ªfico que (gracias al saber hacer conjunto de los dirigentes socialistas y nacionales) permiti¨® la reconstrucci¨®n del Estado polaco tras 123 a?os de ocupaci¨®n extranjera.

En mi escuela, el tercer curso empieza siempre con una excursi¨®n a Sarajevo; los estudiantes, tanto chicas como chicos, se cuentan unos a otros las complicaciones de la pol¨ªtica internacional del periodo hist¨®rico situado a caballo entre finales del siglo XIX y principios del XX. El viaje a los Balcanes permite asimismo la discusi¨®n sobre el nacionalismo de los pa¨ªses sin Estado, un tema importante tambi¨¦n para Polonia.

En el caso de la ense?anza de la revoluci¨®n rusa, destacamos la importancia de lo completamente imprevisto de su car¨¢cter. Tenemos que ser conscientes de que en 1916 ni siquiera Lenin estaba preparado para lo que iba a ocurrir a continuaci¨®n. Ello nos permite distanciarnos de cualquier intento de previsi¨®n hist¨®rica.

La gran guerra es adem¨¢s un punto de inflexi¨®n en la historia de la emancipaci¨®n femenina. Como resultado de la presi¨®n ejercida por las sufragistas, Polonia introdujo el derecho al voto para las mujeres ya en 1918. El reconocimiento de los derechos pol¨ªticos de las ciudadanas polacas fue uno de los ¨¦xitos pol¨ªticos que fueron silenciados en el a?o 2008, durante los festejos oficiales del centenario de la recuperaci¨®n de la independencia. Este hecho permite unir la narraci¨®n sobre la lucha durante el siglo XIX por los derechos femeninos a una reflexi¨®n sobre los problemas polacos actuales relativos a la igualdad entre los sexos.

Para mis estudiantes de tercer curso, el siglo XX empieza ya en el verano de 1914, porque la Primera Guerra Mundial constituye los ¨²ltimos compases del siglo XIX, as¨ª como el preludio del ¨²ltimo siglo. Es uno de los temas desde cuya perspectiva la autocomplacencia de la cultura europea resulta insoportable, y el postulado de la provincializaci¨®n de Europa se vuelve evidente y comprensible.

Anna Dzierzgowska, profesora de Historia en el Liceo Multicultural de Humanidades Jacek Kuro¨½ de Varsovia

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