Los ¡®rolezhinos¡¯ brasile?os, los excluidos del fest¨ªn
A los pobres deber¨ªamos dejar de llamarles as¨ª. No son pobres, en el sentido etim¨®l¨®gico latino que ha mantenido el poder, es decir, los est¨¦riles. Son m¨¢s bien los excluidos del fest¨ªn, los sin oportunidades para ser como nosotros.
?Deber¨ªamos abolir de nuestro lenguaje la palabra pobre? El tema es delicado y podr¨ªa ser malinterpretado. Sin embargo, quiz¨¢s sean los pobres los m¨¢s interesados en que no se les llame as¨ª. Deber¨ªamos llamarle los excluidos de la cultura y del consumo.
Como muchas otras palabras del diccionario, la palabra pobre ha perdido su fuerza y hoy es usada y abusada por el poder. Es un vocablo gastado, manido, explotado, pero que rinde beneficios, por ejemplo, electorales.
?Qui¨¦nes ser¨ªan hoy los pobres de verdad?
A quienes interesa que siga habiendo pobres, contentos con los restos de nuestro banquete, es al poder porque no existir¨ªa si no hubiese quienes pueden ser dominados y por ellos servidos.
Los quieren pobres, pero no rebeldes, ya que entonces les llaman v¨¢ndalos.
?Qu¨¦ ser¨ªa de los gobernantes, sobre todo en los pa¨ªses con masas de desheredados, sin los pobres? Ellos son un material de primera para asegurarse su apoyo y benevolencia hacia ellos.
Cuanto m¨¢s populistas son los gobernantes m¨¢s se les hincha la boca con la palabra pobre. Todos se vuelcan en promesas hacia ellos y se convierten encantados en sus defensores. Son el ox¨ªgeno que respiran, mientras no pretendan ser como nosotros.
Nadie va a ser capaz nunca de acabar con los pobres del mundo que ya superan los mil millones, ya que todos los dem¨¢s, necesitamos de ellos y nadie quiere renunciar a sus privilegios para mejorar su condici¨®n.
Aboliendo la palabra pobre no por ello acabar¨ªamos con los que sufren hambre y sed, o carecen de educaci¨®n y de medios para curarse. Y sobre todo de dignidad. Y, sin embargo, quiz¨¢s muchas cosas cambiar¨ªan con s¨®lo dejar de llamar pobres a esas personas.
Es algo muy subliminal, pero todos necesitamos de esa categor¨ªa que entra?a hasta etimol¨®gicamente una connotaci¨®n negativa.
En su origen latina, pobre no es el que sufre alguna injusticia o discriminaci¨®n. La paupertas latina, o pobreza, significaba ¡°parir o engendrar poco¡±, y se aplicaba al ganado. Pobre era el que carec¨ªa de fertilidad. Se aplicaba tambi¨¦n a la tierra est¨¦ril. De ah¨ª tambi¨¦n el peyorativo ¡°?pobre hombre!¡±, ya que nada es m¨¢s bochornoso que parecer incapaz de engendrar. Hasta la Biblia estigmatiza a las mujeres est¨¦riles.
Llam¨¦mosles los excluidos de los bienes de la tierra o de la cultura o de la medicina o de la libertad. Digamos que hay 18 millones de personas, es decir 50.000 que mueren diariamente de hambre a los que una injusta repartici¨®n de la riqueza les impide de seguir viviendo, pero no les llamemos pobres. Son nuestras v¨ªctimas.
Digamos que hay millones de ni?os a¨²n sin acceso a la educaci¨®n, sin familia, sin casa. Son ni?os como nuestros hijos. Nacieron igual que los nuestros del vientre de sus madres. Les gusta aprender y jugar como a los nuestros, vestirse con dignidad, poder alimentarse y sentirse libres, pero no les llamemos pobres.
La palabra pobre, que ha sido prostituida por el poder y por los privilegiados, evoca, en efecto, compasi¨®n, no anhelos de justicia e igualdad. Nos sirven para sentirnos mejores si les ayudamos en sus necesidades.
La palabra pobre, aunque muy sutilmente, nos arrastra a un sentimiento de superioridad ante los menos afortunados que nosotros. A veces hasta nos conduce inconscientemente a pensar que son pobres porque no tienen la inteligencia suficiente para superarse, para triunfar. Les llamamos ¡°pobrecitos¡± (coitados), como si se tratara de personas condenadas a una cierta e ineluctable fatalidad y no al fruto de nuestras tiran¨ªas hacia ellos.
Hay hasta quien defiende la ecuaci¨®n de que pobre y sin cultura equivalen a violento, a bandido y, generalmente a negro o de color. Las grandes violencias del mundo no provienen, sin embargo, de los incultos sino de los que han frecuentado las mejores Universidades y manejan las grandes financias del planeta. No conozco a ning¨²n gran dictador o especulador financiero analfabeto. Y existen millones de analfabetos pac¨ªficos y cargados de honestidad, por ejemplo, en todas las favelas del mundo. Y miles de talentos perdidos en las periferias de las grandes urbes.
Vivimos en un momento y en un continente como el de Am¨¦rica Latina en el que la palabra pobre se ha convertido en un comod¨ªn que exime a los poderes de llevar a cabo las grandes reformas, las que evitar¨ªan que no existieran marginados y explotados. Los pobres sirven hoy a todos. Todos los gobernantes prometen acabar con la pobreza mientras tiemblan solo con pensar que puedan acabarse los pobres, porque ser¨ªa en ese momento en el que tendr¨ªan que abordar otros temas m¨¢s peliagudos que siempre se les quedan en el tintero bajo el pretexto de que tienen que preocuparse de los pobres.
Nunca se acabar¨¢n las diferencias entre los mortales. El comunismo, que predicaba la igualdad total ya fracas¨® hace tiempo y eran sus gerifaltes los primeros a no ser pobres. Pero una cosa es que no sea posible que todos sean iguales y otra que sigan existiendo diferencias abismales que deber¨ªan avergonzarnos.
Es muy com¨²n escuchar que se debe ¡°cuidar de los pobres¡±. No. Se debe cuidar de los enfermos, de los lisiados, de los abandonados, no de los pobres. A ellos hay que darles la posibilidad de que salgan de su esclavitud ayudados por ellos mismos y no creer que siempre ser¨¢n tales porque son inferiores a nosotros, cuando lo ¨²nico que nos separa de ellos es la falta de oportunidades, la segregaci¨®n a la que los hemos relegado.
Los pobres no necesitan de las migajas que les arroje nuestra benevolencia, ni siquiera de nuestra compasi¨®n y generosidad. Necesitan s¨®lo que se les permita acceder por derecho a nuestro fest¨ªn de gentes satisfechas, sin cerrarles las puertas y sin llamar a la polic¨ªa para que aleje su presencia inc¨®moda.
Necesitan s¨®lo que les demos lo que les hemos robado y les pertenece por el simple hecho de que son como nosotros, de carne y hueso, de coraz¨®n e inteligencia, esta ¨²ltima, superior a la nuestra en muchos casos.
Necesitan que les ofrezcamos la posibilidad de acceder a lo que a nosotros nos ha permitido ser lo que somos y a ellos se les ha siempre negado.
Por eso, cuando se cruzan en nuestro camino y hasta pretenden ser como nosotros, preferir¨ªamos no verles de cerca. Nos dan hasta miedo. Nos sirven mejor perdidos en la niebla de los guetos.
Recuerdo un dibujo del vi?etista El Roto en este diario. Eran los tiempos en que en Madrid, los emigrantes m¨¢s pobres, se acercaban a los coches parados en los sem¨¢foros para limpiarles los parabrisas y recibir as¨ª unas monedas. A un coche de lujo con el parabrisas empa?ado se acerc¨® uno de aquellos pobres. El conductor le hizo un gesto de protesta pidiendo que se apartara. Y el limpiador le explic¨® ¡°No quiero que me de nada, pretendo s¨®lo que me vea¡±. Le bastaba que supiera que exist¨ªa.
El papa Francisco est¨¢ pidiendo a los cat¨®licos que no se conformen con ayudar a los pobres, sino que deben ir hasta ellos, para verles, tocarles y mezclarse con ellos para escuchar sus reivindicaciones
Ellos quieren que ¡°les miremos¡±. Mir¨¢ndoles , escuch¨¢ndoles sin prejuicios, perder¨ªamos el miedo que tantas veces nos infunden aunque podr¨ªamos acabar conociendo de ellos lo que preferir¨ªamos no saber.
Quiz¨¢s al escucharles en vez de rechazarles, no les llamar¨ªamos m¨¢s pobres. Descubrir¨ªamos, que en el mejor de los casos, pobres de muchas otras cosas que no son dinero, lo somos tambi¨¦n nosotros, los satisfechos. Quiz¨¢s descubrir¨ªamos que los verdaderos excluidos y solitarios somos nosotros, no ellos, que saben vivir y disfrutar juntos.
Y ellos descubrir¨ªan que no ser¨¢n m¨¢s ricos s¨®lo por poder comprar objetos de lujo en nuestros centros comerciales exclusivos, sino que lo ser¨¢n sobre todo si saben conservar su esp¨ªritu de solidaridad, de grupo, su capacidad de saber disfrutar de la vida y de hacerlo juntos, algo que a nosotros, que nos creemos ricos y privilegiados, nos resulta cada vez m¨¢s dif¨ªcil.
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