?Somos m¨¢s felices los latinoamericanos que los europeos?
Colombianos, mexicanos, argentinos o brasile?os, entre los m¨¢s satisfechos del mundo pese a los problemas econ¨®micos y sociales
En los ¨²ltimos cinco a?os, los latinoamericanos, incluidos los brasile?os, aparecen en todas las encuestas mundiales entre los m¨¢s felices del mundo, superando a los ricos europeos. M¨¢s a¨²n, llegan a emular a los pa¨ªses que siempre aparecieron en el mundo con mayores ¨ªndices de felicidad, como Noruega, Finlandia o Suiza.
Los porcentajes var¨ªan a veces entre los estudios de los diferentes institutos realizados a escala planetaria. Pero existe en todos ellos una confluencia de datos que confirman que los latinoamericanos est¨¢n entre los que ven el futuro con mayor esperanza a pesar de todos sus problemas, a veces grav¨ªsimos, como los de la inseguridad p¨²blica o las grandes diferencias entre ricos y pobres, las injusticias sociales, el olvido de los excluidos o los bajos ¨ªndices de educaci¨®n.
En el ¨²ltimo estudio, llevado a cabo por el Bar¨®metro Global de Optimismo, realizado en Brasil por el Ibope Inteligencia junto con el Worldwide Independent Network research (WIN), con entrevistas a 66.806 ciudadanos de 65 pa¨ªses de los cinco continentes, los latinoamericanos superan la media mundial de felicidad que es del 60%.
En Am¨¦rica Latina el 86% de los colombianos, por ejemplo, se consideran felices, el 78% de los argentinos, el 75% de los mexicanos, y el 71% de los brasile?os, aunque el porcentaje ha disminuido desde 2012, cuando se declaraba as¨ª el 81%.
En cambio, pa¨ªses europeos como Francia, Espa?a, Gracia o Portugal aparecen al final de la lista entre los menos felices. Entre los franceses, por ejemplo, solo un 25% de la poblaci¨®n se considera feliz. Los espa?oles apenas si alcanzan un 20%. Los portugueses a¨²n menos.
Y no deja de ser curioso y digno de estudio que Am¨¦rica Latina nunca aparezca, en ninguna de las encuestas, con ¨ªndices altos de infelicidad. Al contrario. Hasta pa¨ªses con graves problemas como Argentina o Venezuela presentan un grado de felicidad de sus ciudadanos muy altos.
?Qu¨¦ significa todo eso? ?Tienen los latinoamericanos m¨¢s motivos reales que muchos europeos para sentirse menos infelices y con mayor esperanza en el futuro? Objetivamente, la gran mayor¨ªa de los franceses, por ejemplo, est¨¢n mucho mejor econ¨®micamente que los latinoamericanos y gozan de un ¨ªndice de bienestar social incomparablemente mayor. Pero el porcentaje de personas que se declara satisfecha con su vida es tres veces menor.
Pongamos el caso de Brasil donde, como acaba de destacar en su columna de Folha de S?o Paulo, Fernando Cazian, la gente se declara feliz a pesar de ser, afirma, ¡°un pa¨ªs pobre¡±, donde solo un 1% de la poblaci¨®n gana m¨¢s de 13.500 reales mensuales (unos 4.500 euros); un 4% m¨¢s de 6.760 (2.300 euros); solo un 9% m¨¢s de 3.390 (1.300 euros); el 16% m¨¢s de 2.014 (680 euros) y el 46% de los brasile?os, casi la mitad del pa¨ªs, gana 1.356 reales (440 euros).
As¨ª, el 66% de la poblaci¨®n gana alrededor de 2.034 reales (690 euros), que es el salario m¨ªnimo de la mayor¨ªa de los pa¨ªses europeos, por ejemplo.
No hace falta analizar demasiado los n¨²meros de la renta de los brasile?os que responde m¨¢s o menos a la de la mayor¨ªa de los otros pa¨ªses de Am¨¦rica Latina para observar, que al lado de los europeos, en general, se trata a¨²n de un pa¨ªs pobre.
?Por qu¨¦ entonces se revelan el triple de felices que tantos pueblos en los que las familias ganan hasta tres y cuatro veces m¨¢s?
Esa es la gran pregunta a la que podr¨¢n responder los antrop¨®logos, los soci¨®logos, los economistas o psic¨®logos.
Quiz¨¢ la clave est¨¦ en el estado de ¨¢nimo de estos latinoamericanos que parecen entre los m¨¢s dichosos. Y ese estado de ¨¢nimo depende a su vez de lo que era su pasado inmediato y c¨®mo ven su futuro.
En Espa?a, se bromeaba recordando que cuando un grupo de personas sal¨ªa de sus casas para divertirse, cuando se les pregunta a d¨®nde iban tan alegres respond¨ªan con voz fuerte y feliz: ¡°?A la fiesta!¡±. Y cuando a esas mismas personas, al regresar de la fiesta, agotadas, se les hac¨ªa la misma pregunta respond¨ªan casi sin voz y sin ¨¢nimo, arrastrando sus pies de cansancio: ¡°?De la fiesta!¡±. Y lo dec¨ªan casi de mal humor.
Lo que hace que los latinoamericanos aparezcan m¨¢s felices que los europeos puede que se deba a esa sensaci¨®n de felicidad que advierten despu¨¦s de haber atravesado a?os de tristezas, dictaduras y m¨¢s pobreza que la actual. Al contrario que muchos europeos que, tras haber disfrutado de m¨¢s de 40 a?os de libertad y bienestar econ¨®mico, sienten la sensaci¨®n de fin de fiesta y notan que quiz¨¢ nunca volver¨¢n a alcanzar la euforia de cuando tambi¨¦n ellos, en medio a la alegr¨ªa y abundancia creada por la Uni¨®n Europea, se divert¨ªan y gritaban con fuerza.
Y todo ello es compatible con el hecho de que en Am¨¦rica Latina puedan sentirse m¨¢s felices que antes, a pesar de ser generalmente pobres en relaci¨®n con otros pa¨ªses, o que vean su futuro con mayor optimismo. Y es que quien est¨¢ en medio de la fiesta no piensa que lo que le queda de ella va a ser peor, al rev¨¦s, est¨¢ convencido de que se va a divertir a¨²n m¨¢s. Solo despu¨¦s de terminar se siente cansado y con resaca.
Y eso es compatible con los nuevos movimientos que reivindican una ¡°fiesta mayor¡±, es decir, una vida cada vez menos pobre, compatible en un pa¨ªs en desarrollo pero que ya toda la potencialidad para vivir como los desarrollados si los pol¨ªticos no lo impiden.
Esos movimientos, sobre todo de los j¨®venes, que son los que tienen mayor futuro, pueden crear dolores de cabeza a los pol¨ªticos que intentar¨¢n amaestrarlos o encauzarlos para que no les deshagan sus planes.
El que ya ha probado una vez la dulzura y exaltaci¨®n de la fiesta quiere que siga creciendo y lucha para conseguirlo. A veces de malos modos, otros m¨¢s democr¨¢ticamente. Habr¨¢ que dialogar con esos j¨®venes, pac¨ªficos o rebeldes, para intentar entenderles sin dejarles, al mismo tiempo, que puedan quebrar o interrumpir un proceso que ha llevado a Am¨¦rica Latina a la felicidad de la que goza.
Para ello, los pol¨ªticos deber¨¢n ser verdaderos estadistas y no bur¨®cratas incapaces de advertir que algo nuevo est¨¢ naciendo y que va en la direcci¨®n de una a¨²n mayor felicidad para todos y no solo para un grupo de privilegiados.
De ese di¨¢logo entre las partes, como pasa en las familias en las que los hijos empiezan a rebelarse y que quieren aparecer, depender¨¢ el que en los pr¨®ximos a?os los brasile?os, y en general los latinoamericanos, sigan so?ando con un futuro m¨¢s feliz. Sin haber perdido la euforia de estar yendo a una fiesta, y sin sentir, al rev¨¦s, el cansancio y las desilusiones que se experimentan con el fin de ella.
Que la fiesta, pues, no se apague y siga viva, aunque para mantenerla tengamos que soportar los zarpazos de los inconformistas que suelen ser los que siempre quedaron excluidos de ella. Una fiesta que, para ser verdadera, deber¨¢ incluir a todos, sin vergonzosas distinciones e injustas segregaciones econ¨®micas o raciales.
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