El fiel term¨®metro pol¨ªtico de los aplausos
Las reacciones al discurso de Obama permiten ver con claridad las divergencias entre dem¨®cratas y republicanos
Se suele decir que la pol¨ªtica norteamericana est¨¢ plagada de solemnidad y rituales, y sin duda el discurso del estado de la Uni¨®n de este martes supuso un aut¨¦ntico monumento a la parafernalia de la escenificaci¨®n pol¨ªtica. Todo un ritual antes, durante y despu¨¦s del esperado discurso del presidente de Estados Unidos, Barack Obama.
Media hora antes del inicio del discurso, reinaba en el austero hemiciclo de la C¨¢mara de Representantes un ambiente mayoritariamente festivo y relajado. Se pod¨ªa ver a bastantes congresistas y senadores haci¨¦ndose bromas, hablando efusivamente, incluso tom¨¢ndose fotos con sus tel¨¦fonos m¨®viles o saludando a la distancia a alg¨²n conocido entre el p¨²blico, ubicado a escasos metros por encima del hall central rectangular. Los hab¨ªa tambi¨¦n que ya estaban totalmente concentrados leyendo el discurso que iba a empezar a pronunciar Obama en escasos minutos, y otros tantos que parec¨ªan bastante aburridos, ansiosos de que empezara la acci¨®n.
Y con el paso de los minutos este clima reinante se fue interrumpiendo al un¨ªsono en varias ocasiones. La primera cuando unos congresistas aplaudieron la entrada en la zona del p¨²blico visitante de un soldado con graves discapacidades f¨ªsicas, lo que se extendi¨® al instante con fervor al resto de representantes electos y al p¨²blico. Al poco, volvieron los aplausos, aunque menos entusiastas por parte de la bancada republicana, cuando el vicepresidente de EE UU, Joe Biden, entr¨® solemnemente al hemiciclo por el pasillo central. Y a continuaci¨®n se fueron sucediendo los aplausos y los saludos, precedidos de un breve anuncio de una joven con un micr¨®fono, seg¨²n entraban a la sala los miembros del Tribunal Supremo, que iban vestidos con sus togas negras; y la primera dama, Michelle Obama, que estaba sentada en la zona del p¨²blico al lado del mencionado soldado y de otros 22 h¨¦roes an¨®nimos y destacados l¨ªderes pol¨ªticos y empresariales invitados por la Casa Blanca.
Y a las 21.10 hora local, justo despu¨¦s de que accedieran los miembros del gabinete de Obama, lleg¨® el gran momento. La misma joven anunci¨® solemnemente en el pasillo central la entrada del mandatario dem¨®crata. Acto seguido, se abrieron las puertas, apareci¨® Obama -flanqueado por los l¨ªderes dem¨®cratas y republicanos en el Senado y la C¨¢mara de Representantes- y empez¨® el espect¨¢culo. Con el hemiciclo a rebosar y todos los asistentes en pie, fue aplaudido intensamente. La bancada dem¨®crata mantuvo la sonora bienvenida durante cuatros minutos, mientras que la mayor¨ªa de los republicanos abandonaron llegado el primer minuto. De mientras, el presidente iba lentamente saludando con energ¨ªa a qui¨¦nes se le acercaban a ambos lados del pasillo central, estrechando manos y repartiendo su habitual sonrisa.
Cuando Obama ya estaba en la tribuna y parec¨ªa que volv¨ªa la calma y el silencio, fue presentado por el presidente de la C¨¢mara de Representantes, John Boehner, lo que volvi¨® a generar una nueva ronda de sonoros aplausos y gritos de ¡°Yeah¡± entre los dem¨®cratas. Y a las 21:15, con un cuarto de hora de retraso, empez¨® finalmente el discurso del estado de la Uni¨®n. Con la bancada dem¨®crata a su derecha y la republicana a su izquierda, los miembros de su Gobierno y la c¨²pula militar y judicial enfrente suyo, y su mujer a lo alto a su izquierda, Obama pudo apreciar perfectamente la amplia y variada paleta de reacciones que generaron sus palabras.
A los pocos segundos, ya hab¨ªa sido aplaudido fervientemente por los dem¨®cratas, y antes de llegar al primer minuto consigui¨® levantar a todo el hemiciclo con una menci¨®n a los soldados que vuelven de la guerra. En los primeros cuatro minutos, fue aplaudido en nueve ocasiones. Y durante el transcurso de toda su elocuci¨®n, los aplausos y las interrupciones fueron una constante, con varios grados de entusiasmos entre ambos partidos. Durante la hora y cinco minutos que dur¨® su intervenci¨®n, Obama fue aplaudido un total de 85 ocasiones, muchas de las cuales lo interrumpieron. El presidente dijo hace unas semanas que tratar¨ªa que su discurso fuera m¨¢s corto que el del a?o pasado, pero no lo consigui¨®. Lo super¨® en cinco minutos.
El an¨¢lisis de los aplausos y las reacciones entre dem¨®cratas y republicanos a las palabras de Obama supuso un term¨®metro preciso para medir la coincidencia ideol¨®gica entre ambos partidos dependiendo del asunto en cuesti¨®n, e incluso la variedad de opiniones en el seno de ambas formaciones. As¨ª, cuando el presidente se refiri¨® a asuntos patri¨®ticos, como la fortaleza de Estados Unidos como potencia mundial, la lucha contra el terrorismo o la importancia del Ej¨¦rcito recibi¨® sonoras aclamaciones de todo el auditorio en pie. Lo mismo le sucedi¨® al mencionar a su mujer y al soldado que le acompa?aba, su promesa de bajar impuestos a las empresas, reiterar el apoyo norteamericano al estado de Israel o mostrarse seguro del ¨¦xito de la delegaci¨®n de EE UU en los Juegos de Invierno de Sochi, lo que gener¨® algunos t¨ªmidos gritos de ¡°USA, USA, USA¡± en el hemiciclo.
En cambio, cuando Obama anunci¨® la subida del salario m¨ªnimo, se refiri¨® a la reforma sanitaria, la negociaci¨®n nuclear con Ir¨¢n o lament¨® el fracaso de su plan de endurecer el uso de armas de fuego gener¨® (previsibles) aplausos enfervorecidos y v¨ªtores de j¨²bilo entre la bancada dem¨®crata, pero un profundo silencio en la republicana, que no fue, sin embargo, siempre uniforme. Por ejemplo, cuando volvi¨® a reclamar una reforma migratoria hubo divisi¨®n de reacci¨®n entre los conservadores, fiel reflejo de sus divergencias en este tema.
Pese a que obviamente no pod¨ªan compartir el entusiasmo de los dem¨®cratas, que en la mayor¨ªa de aplausos se levantaban, la mayor¨ªa de los republicanos siguieron con atenci¨®n el discurso del presidente y con escrupuloso respeto. No hubo comentarios de desaprobaci¨®n, ni exabruptos, pero s¨ª sonrisas de compromiso ante algunas cr¨ªticas sarc¨¢sticas de Obama al freno legislativo que han impuesto los conservadores en el Capitolio. A¨²n as¨ª, seg¨²n transcurr¨ªa el discurso, se pod¨ªan ver a m¨¢s republicanos -aunque minoritarios- distra¨ªdos, mirando sus tel¨¦fonos m¨®viles y completamente impasibles -con algunos bostezos incluidos- con las palabras del presidente, lo que contrastaba con el entusiasmo casi permanente de sus rivales progresistas.
Y a las 22:20 el discurso lleg¨® a su fin, con el m¨ªtico ¡°Dios bendiga a Am¨¦rica¡±, que volvi¨® a unir ambos partidos y desencadenar una emoci¨®n compartida. Fue fugaz. El hemiciclo se vaci¨® r¨¢pidamente y repitiendo el ritual del inicio, Obama estuvo seis minutos despidi¨¦ndose, estrechando manos y repartiendo sonrisas a dem¨®cratas y republicanos a lo largo del pasillo de salida. Y a los pocos minutos, se atenuaron las luces de la sala, y la parafernalia pol¨ªtica cerr¨® su cita anual hasta el pr¨®ximo a?o.
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