Los viejos fantasmas de Marianna
La ciudad que alberg¨® al antiguo reformatorio p¨²blico de Florida, donde fueron hallados 55 restos de ni?os sin identificar, quiere evitar el estigma
Marianna, ¡°la ciudad del encanto del sure?o¡±, se siente condenada de antemano por un crimen que no cometi¨®. ¡°La pol¨¦mica sobre la tristemente c¨¦lebre Escuela Dozier ha dibujado nubes oscuras sobre nuestra comunidad del noroeste de Florida desde hace varios a?os. Y eso, m¨¢s que lamentable, es injusto¡±. La opini¨®n del Jackson County Floridian, el diario local, es que si verdaderamente ocurrieron abusos y maltratos en la antigua Escuela para Varones Arthur G. Dozier de Marianna y hubo algunas muertes de estudiantes no esclarecidas y entierros nunca contabilizados en su cementerio, no es culpa de la comunidad que rodeaba y trabajaba en el antiguo reformatorio para j¨®venes delincuentes, sino culpa de las autoridades del Estado que lo administraron desde el a?o 1900 como un campo de trabajo forzado de ni?os. Ni?os negros, la mayor¨ªa, que eran alquilados como mano de obra a los granjeros de la zona.
Marianna es la m¨¢s grande de las once peque?as ciudades y caser¨ªos que conforman el condado de Jackson, en la franja de territorio que se conoce popularmente como el Panhandle de Florida, frontera norte con los Estados sure?os de Alabama y Luisiana. Paisaje semirrural de lagos cristalinos rodeados de inmensos robles con musgos colgantes, y un inmenso Walmart Super Center en medio. El condado de Jackson tuvo en su tiempo m¨¢s esclavos en los campos que ning¨²n otro condado de la uni¨®n, que en las ¨²ltimas d¨¦cadas del siglo XIX fueron reemplazados por convictos ¨Chombres, mujeres y ni?os, la mayor¨ªa negros-- que el Estado ced¨ªa en arrendamiento a los granjeros locales.
Cuando los legisladores de Florida pensaron que era tiempo de enmendar el sistema de justicia para ofrecer una alternativa segura y productiva a los j¨®venes delincuentes, el pueblo de Marianna reuni¨® cientos de d¨®lares en donaciones y ofreci¨® cientos de hect¨¢reas para que el primer reformatorio del Estado y del pa¨ªs se construyera all¨ª. La escuela no fue concebida como un campo de trabajo forzado pero comenz¨® a operar como si lo fuera el 1 de enero de 1900, y cerr¨® sus puertas el 30 de junio de 2011 por falta de presupuesto. Siempre estuvo administrada por el Departamento de Justicia Juvenil de Florida y desde el tercer a?o de su fundaci¨®n hasta su clausura, fue denunciada e investigada por los brutales maltratos que recib¨ªan sus estudiantes.
La posici¨®n oficial de las autoridades del condado y la ciudad era que bajo el cementerio del reformatorio hab¨ªa exactamente lo que indicaban los incompletos registros del reformatorio: 31 ni?os muertos por enfermedad, un incendio y un par de accidentes. Dale Cox, el historiador del pueblo de Two Egg a quien le encomendaron la tarea de revisar los informes antropol¨®gicos que advert¨ªan de la presencia de m¨¢s restos, sostiene a¨²n que se trata de 52 cuerpos, m¨¢s los huesos de dos perros y un pavo real. Los comisionados del condado nunca estuvieron de acuerdo con que un grupo de antrop¨®logos de una universidad de Tampa profanaran esas tumbas y menos si iban a hacerlo a costa de los impuestos de sus ciudadanos. ¡°?No tienen nada mejor que hacer? ?No encuentran mejor manera de gastar miles de d¨®lares? ?No saben que con el tiempo todos nos volvemos al polvo?¡±, se quejaba Mark Clark, un vecino del peque?o pueblo de Grand Rigde.
Pero el Gobierno Estadal y el Federal s¨ª ten¨ªan razones para creer que en toda el ¨¢rea de la escuela hab¨ªa al menos 98 ni?os enterrados ¨Ctres veces m¨¢s de los que aparec¨ªan en los registros-- y que pod¨ªan haber muerto entre 1914 y 1957, no de neumon¨ªa ni por motivos desconocidos, como dec¨ªa en los archivos, sino por causas asociadas al maltrato y a la malnutrici¨®n. En agosto de 2013, el Departamento de Justicia aprob¨® un fondo de 423.000 d¨®lares para que los investigadores del Laboratorio de Antropolog¨ªa de la Universidad de South Florida excavaran durante un a?o en los terrenos del reformatorio. En la primera fase de los trabajos, que culmin¨® en diciembre, los antrop¨®logos hallaron restos de 55 ni?os, en el mismo cementerio donde oficialmente hab¨ªa 31 cuerpos, y en los meses por venir esperan encontrar en otras ¨¢reas de la propiedad medio centenar de tumbas m¨¢s sin marcar.
La prosperidad de Marianna y del condado de Jackson estuvo siempre vinculada a las finanzas de la Escuela Arthur G. Dozier. Y esas cuentas condicionaban a su vez la duraci¨®n de las condenas que el Estado impon¨ªa a los j¨®venes delincuentes de entre 6 y 18 a?os que eran trasladados al reformatorio. En cada correspondencia enviada a las autoridades estadales entre 1901 y 1907, el primer director de la escuela, el superintendente Walter Rawls, se quejaba de que seis y ochos meses de sentencia no eran suficiente para mejorar los h¨¢bitos y formar el car¨¢cter de los j¨®venes bajo su custodia, y tampoco alcanzaban para atender adecuadamente los cultivos de la instituci¨®n. ¡°Habiendo tan pocos reclusos, la cosecha va lenta y me temo que no vamos a terminar la recolecci¨®n del ma¨ªz hasta enero¡±, escribi¨® Rawls al gobernador de Florida en diciembre de 1906. A cambio de su persistencia, el Estado concedi¨® al superintendente de la escuela autorizaci¨®n para recibir ¡°ni?os incorregibles¡±, infractores menores, con la potestad para establecer cu¨¢nto tiempo deb¨ªan permanecer en el reformatorio, en un rango de seis meses a cuatro a?os, sin que tal decisi¨®n requiriera el visto bueno de un juez.
Ya en 1908, el n¨²mero de internos en la Escuela Arthur Dozier se duplic¨® respecto al a?o anterior, y el Estado sum¨® ganancias de 2.000 d¨®lares por la venta de la madera y el algod¨®n que cultivaron y los bloques de arcilla que fabricaron los chicos dentro del reformatorio. Para 1913, Florida tambi¨¦n obtuvo unos 3 millones de d¨®lares en ganancias a trav¨¦s del Programa de Alquiler de Convictos (Convict Lease Program), que inclu¨ªa el arrendamiento de la mano de obra infantil de Marianna para trabajar en las granjas de algod¨®n y trementina, y en las minas de fosfato de la zona. La escuela Dozier, adem¨¢s, administraba una imprenta que generaba beneficios por 250.000 d¨®lares, donde se fabricaba toda la papeler¨ªa del Gobierno Estadal y donde se imprim¨ªa el diario del reformatorio, The Yellow Jacket, el primer peri¨®dico del Panhandle de Florida.
¡®Los ni?os de Marianna¡¯ no eran de Marianna. Eran chicos de Jacksonville, de Atlanta, de Palm Beach, de 22 condados distintos de Florida, Georgia y Carolina del Sur, el m¨¢s cercano de ellos a tres horas de distancia, utilizando las carreteras y los autom¨®viles actuales. Cuando una madre lograba hacer el camino hasta la escuela Dozier para visitar a su hijo, la haza?a era rese?ada por The Yellow Jacket. La ¨²nica noticia que muchas familias recibieron durante la reclusi¨®n de sus hijos en Dozier fue una carta del superintendente notificando que el chico hab¨ªa muerto ¨Cde neumon¨ªa, ahogado en el r¨ªo, acuchillado por un compa?ero¡ªy que ya hab¨ªa sido enterrado en el cementerio de la escuela. Son esos los cuerpos que los antrop¨®logos han comenzado a exhumar para verificar su identidad y las circunstancias en las que fallecieron, y para entregar a las familias sobrevivientes unos restos que puedan sepultar.
Los editores del Jackson County Floridian solo esperan que el resultado de las investigaciones en la Escuela Dozier compensen las p¨¦rdidas morales y econ¨®micas que padece Marianna desde que su oscuro pasado comenz¨® a ocupar titulares en la prensa nacional. ¡°Las investigaciones en Dozier obviamente obstaculizan los esfuerzos de nuestra comunidad para reclutar industrias, crear puestos de trabajo y atraer turistas (¡) Mientras avanzan en estos esfuerzos , animamos a los funcionarios del Estado y otros interesados en enterrar el legado de Dozier a poner lo culpa donde pertenece: en el Estado de Florida, no en la ciudad de Marianna¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.