Brasil est¨¢ con dolores de parto
Si escuchamos a personas de diferentes estratos sociales y culturales, existe la sensaci¨®n de una especie de insatisfacci¨®n difusa
Me llama un amigo de Espa?a y me pregunta: ¡°?Qu¨¦ le pasa a Brasil? Y a?ade antes de esperar la respuesta: ?Es que del para¨ªso ha bajado de repente al infierno?
Le respond¨ª que si nunca fue f¨¢cil entender a Brasil, un pa¨ªs-continente rico de complejidad, con una sociedad amasada de diversidades y al mismo tiempo de una unidad de darnos envidia a los espa?oles, hoy resulta doblemente dif¨ªcil analizar la crisis real o aparente que est¨¢ atravesando.
?Qu¨¦ le pasa de verdad a Brasil?
Si se escucha a la gente de la calle de diferentes estratos sociales y culturales existe la sensaci¨®n de una cierta irritaci¨®n o incomodidad, de una especie de insatisfacci¨®n difusa sin que exista un motivo unificador de dicho malestar.
Se podr¨ªa decir que cada brasile?o se siente disgustado con alguien o con algo, sobre todo ¨²ltimamente, con la violencia y la corrupci¨®n que se revela cada d¨ªa m¨¢s generalizada y truculenta junto con el descuido de los servicios p¨²blicos que ensombrecen y amargan la vida cotidiana.
Es una insatisfacci¨®n generalizada y al mismo tiempo parad¨®jica, si es cierto, como indican los sondeos, que la gran mayor¨ªa manifiesta la convicci¨®n de que el futuro de este pa¨ªs ser¨¢ mejor que el presente y que los j¨®venes vivir¨¢n mejor que sus padres.
Quiz¨¢s podr¨ªamos comparar la crisis del descontento que aqueja a Brasil a lo que experimenta una mujer cuando por primera vez se queda encinta.
De repente, la joven alegre y feliz con la vida, orgullosa de sus belleza corporal, empieza a sentirse extra?a. Su cuerpo experimenta profundas modificaciones; cambian sus sensaciones; tiene hasta antojos que nunca hab¨ªa sentido. Se advierte extra?a y a veces molesta sin saber por qu¨¦, en la medida en que crece la vida en su vientre. Son los miedos que preceden a los dolores del parto.
Como les ocurre hoy a los brasile?os, que se sienten insatisfechos y molestos cada uno por algo diferente, tambi¨¦n las mujeres en espera de los dolores del parto advierten sensaciones diferentes de incomodidad sin saber del todo expresarlas.
Se trata, sin embargo, de unas molestias y de un malestar que no acaba en desesperaci¨®n porque sabe que al final del t¨²nel le espera la alegr¨ªa de poder estrechar en sus brazos una nueva vida, capaz de compensarla de todos sus dolores e incomodidades anteriores.
Brasil est¨¢ en efecto, con dolores de parto. A veces, en algunos, hasta con miedo de que lo que pueda nacer de todas las agitaciones, convulsiones y violencias en curso pueda ser un fruto de muerte y no de vida.
La mayor¨ªa, sin embargo, a pesar de todos la insatisfacci¨®n con la situaci¨®n presente -que parece haber empeorado en muchos aspectos- sienten tambi¨¦n que la sociedad, como un todo, est¨¢ madurando, y que revela un mayor apremio por los valores de la libertad y de una democracia m¨¢s real, menos manipulada y cooptada.
La sociedad brasile?a ha crecido. Quebr¨® el tab¨² del miedo a protestar y a exigir mejores condiciones de vida para todos y no solo para unos privilegiados como estaba acostumbrada.
Ha crecido y madurado porque est¨¢ naciendo en su seno una mayor capacidad de exigir a los poderes p¨²blicos lo que le pertenece y que por mucho tiempo le hab¨ªa sido negado.
Es m¨¢s adulta porque soporta menos la impunidad, la corrupci¨®n y los privilegios escandalosos de muchos que deber¨ªan servirle de ejemplo. Y ha adquirido conciencia de que, puesto que es hija de un pa¨ªs rico y pr¨®spero, tiene el derecho de poder participar de dicho fest¨ªn sin conformarse, como antes, con las migajas que ca¨ªan de la mesa de los satisfechos.
Brasil ya no tiene hambre, pero ha aprendido que no solo de pan vive el hombre. Sabe que es hijo de una democracia, aunque imperfecta, donde a nadie se le tapa la boca para que deje de hablar, pero quiere, de ahora en adelante, ser tambi¨¦n sujeto activo en la vida pol¨ªtica y social. Quiere ser mejor escuchado y desea ser ¨¦l quien determine.
La sociedad brasile?a, que viaja m¨¢s, que estudia m¨¢s, que ha salido de una cierta adolescencia para sentir en su carne los latidos de la edad adulta y los dolores y alegr¨ªas del parto, est¨¢ como a la espera de que algo nuevo y quiz¨¢s distinto a lo vivido hasta ahora pueda germinar. Y parece dispuesta a luchar por ello sin violencias f¨ªsicas pero s¨ª con la violencia moral del que sabe que est¨¢ exigiendo al poder responsabilidades justas y debidas.
Brasil sabe lo que quiere, aunque no sea quiz¨¢s capaz a¨²n de expresarlo. Quiere, como la madre en espera del parto, que lo que nazca sea sano, motivo de orgullo y de alegr¨ªa y que sea el fruto de sus propios esfuerzos y desvelos.
Como dec¨ªa d¨ªas atr¨¢s en este diario el agudo antrop¨®logo Roberto DaMatta a mi colega Cecilia Ballesteros, los brasile?os no quieren ser ya una sociedad que viva para servir al Estado, sino que lucha para que el Estado est¨¦ a su servicio, atento a sus leg¨ªtimos anhelos de felicidad.
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