Crucitas esconde su oro
Recorrido por el pueblo de Costa Rica que rechaz¨® un ambicioso proyecto minero de capital canadiense
En el bot¨®n del timbre hay avispas. El peque?o panal prueba que ya nadie llama al port¨®n de estas fincas de 1.200 hect¨¢reas. Nadie pide pisar el suelo que Industrias Infinito, de capital canadiense, pretend¨ªa perforar para desarrollar una gran mina de oro a cielo abierto. Esto no es ya aquel proyecto que se alistaba para extraer las reservas estimadas en 1,2 millones de onzas de oro; ahora es solo un territorio m¨¢s del paisaje natural de la zona norte de Costa Rica, que prefiere mantener escondido el yacimiento dorado, a solo cuatro kil¨®metros del l¨ªmite con Nicaragua.
Ya esto no ser¨¢ una planta extractora de oro de 300 hect¨¢reas en mitad de Centroam¨¦rica. Dos d¨¦cadas despu¨¦s de anunciado el proyecto, el Estado costarricense ha cerrado con candados la posibilidad legal de explotar el yacimiento y el conflicto est¨¢ ahora en instancias internacionales: la compa?¨ªa canadiense ha presentado este mes una demanda internacional por 94 millones de d¨®lares, por las inversiones hechas en este pueblo abandonado con el nombre de Crucitas, en los bordes del cant¨®n de San Carlos, provincia de Alajuela.
El sonido estrepitoso del timbre rompe con los trinos de las aves a mitad de la tarde, pero nadie atiende en la finca de Industrias Infinito S. A. Hay personas a¨²n cuidando la finca; alguien debe de alimentar los dos perros pastor alem¨¢n que levantan las orejas al ver visitas llegar a un port¨®n donde ya nadie llega. Cuesta imaginar razones para visitar una empresa inactiva junto a un caser¨ªo de 10 familias de donde muchos prefieren marcharse.
En Crucitas no hay m¨¢s de diez casas. Hay una escuela y hay hierba en el camino de tierra que, 180 kil¨®metros despu¨¦s, desemboca en los tribunales de San Jos¨¦ donde a finales del 2010 dieron la sentencia final a un proyecto minero de m¨¢s de 20 a?os. El nombre de la empresa, por la matriz Infinito Gold Ltd., parece una mala broma. Aqu¨ª ya dejaron de venir los defensores ambientalistas que se?alaron los riesgos del trasiego de cianuro, los bur¨®cratas que emit¨ªan los permisos y los altos mandos de Industrias Infinito, que cont¨® en todo momento con el apoyo m¨¢s o menos discreto del Gobierno de Canad¨¢.
Ahora el caso est¨¢ en el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI), adscrito al Banco Mundial. Ser¨¢ en sus oficinas, en Washington, donde los empresarios canadienses y las autoridades costarricenses diriman los saldos econ¨®micos de una decisi¨®n que acabaron tomando jueces de la Rep¨²blica, a contrapelo del apoyo manifiesto que el proyecto minero obtuvo de parte del gobierno de ?scar Arias, quien en 2008 lo declar¨® ¡°de inter¨¦s nacional¡±.
La fuerza de dirigentes comunales, de la opini¨®n p¨²blica y de las organizaciones ambientalistas fue tal que llev¨® a la presidenta Laura Chinchilla a declarar una moratoria a la explotaci¨®n de minerales a cielo abierto; este fue su primer decreto al asumir apenas el mandato de gobernante, el 8 de mayo de 2010. Seis meses despu¨¦s el Congreso acogi¨® la misma posici¨®n y la fij¨® como ley no retroactiva, lo que permit¨ªa a Infinito mantener vivo su proyecto.
Estaba vivo, pero lleg¨® noviembre del 2010 y vino el aldabazo para la minera canadiense. La sentencia del Tribunal Contencioso Administrativo adujo perjuicios ambientales y anul¨® la concesi¨®n estatal. Las organizaciones ambientales, que hab¨ªan logrado llevar decenas activistas caminando desde la capital hasta el caser¨ªo en la frontera norte, celebraron un fallo hist¨®rico que, para un sector del empresariado, solo reflejaba m¨¢rgenes de inseguridad jur¨ªdica en este pa¨ªs con fama de ecologista y de legalista.
¡°Recuerdo la felicidad de ese d¨ªa. Mire, yo no cre¨ªa que fuera cierto que logr¨¢ramos detener a la minera y a todo el apoyo pol¨ªtico que ten¨ªa. Es cierto que ya el da?o estaba hecho, pero por lo menos evitamos cosas peores¡±. Quien habla se llama Alfredo Arias y vive en la ¨²ltima casa del camino, hasta donde llega una manguera negra que le proporcion¨® la empresa minera para llevar por gravedad el agua desde un cerro; asegura que los qu¨ªmicos de prueba de la minera contaminaron el r¨ªo que pasa por su finca.
¡°En un solo d¨ªa se me murieron siete vacas¡±, cuenta Alfredo, el principal opositor de la comunidad, mientras recoge agua en una olla de aluminio, cerca de un peque?o establo para cerdos. Vive de la venta de estos animales, de lo que siembra y del poco queso de vaca que logra sacar cada semana al poblado m¨¢s cercano. Aqu¨ª se qued¨® con su esposa y el mejor de los seis hijos. Los otros salieron lejos de Crucitas, incluso uno que trabaj¨® como oficinista en la mina. Este es un caser¨ªo abandonado, como lo era antes de la llegada de los canadienses y como son decenas de aldeas dispersas a lo largo de una frontera pobre, prensada en el dilema de la riqueza natural y el dinero que podr¨ªa deparar proyectos como el oro. El turismo aqu¨ª podr¨ªa ser gratificante, pero no confortable.
En la entrada de la casa de Alfredo se deja ver una gorra amarilla con el logo de Frente Amplio, el partido pol¨ªtico de izquierda que en las elecciones generales de este 2014 asust¨® a sectores conservadores. El candidato presidencial Jos¨¦ Mar¨ªa Villalta, uno de los abanderados de la oposici¨®n de Crucitas, qued¨® lejos del triunfo, pero la bancada legislativa pas¨® de un solo esca?o a nueve. Uno de estos esca?os es del abogado Edgardo Araya, el mismo que llev¨® el proceso legal contra la minera.
¡°Para m¨ª ya el proyecto est¨¢ muerto. Fue una gran victoria porque no solo frenamos la mina sino que logramos que se aprobara una ley por unanimidad. Ahora esta demanda internacional contra el pa¨ªs es para decidir una posible indemnizaci¨®n, pero no la reversi¨®n de la sentencia. La lucha que dio la comunidad ya tuvo su sentencia favorable¡±, declar¨® Araya, dirigente de un movimiento que alcanz¨® a organizaciones ambientalistas y sindicales en Canad¨¢. ¡°El apoyo de grupos civiles fue determinante para vencer al poder pol¨ªtico. Hubo momentos en que cre¨ªmos que el proyecto estaba derrotado y de repente volv¨ªa a surgir¡±.
Araya recuerda el d¨ªa m¨¢s complejo, el 17 de octubre del 2008. Era un viernes por la ma?ana y lo llamaron de Crucitas para contarle que la minera hab¨ªa comenzado a talar ¨¢rboles. ¡°Yo sab¨ªa que cada minuto que yo tardara en actuar eran ¨¢rboles cayendo y bosque desapareciendo. Pas¨¦ dos d¨ªas sin dormir hasta que presentamos un recurso de amparo en la Sala Constitucional¡±. Argument¨® entonces que se estaba violentando el derecho a un ambiente sano y ecol¨®gicamente equilibrado, aunque Infinito insiste a¨²n en que el proyecto ha sido y es sostenible.
El fallo cautelar de ese tribunal y la oposici¨®n creciente en la opini¨®n p¨²blica fue frenando el desarrollo minero, hasta que la sentencia de noviembre del 2010 paraliz¨® todo al otro lado del port¨®n cuyo timbre ahora aloja un panal con avispas. Los peritos ambientales cuantificaron en 10 millones de d¨®lares el da?o en la cobertura boscosa, fuentes de agua y belleza esc¨¦nica. Que se sepa, no han sacado ni una onza de oro. Industrias Infinito contest¨® a EL PA?S que a¨²n no se puede descartar la continuidad del proyecto hasta que finalice el arbitraje internacional, cuyo plazo usual va entre un a?o y tres.
¡°Aqu¨ª parece que no pasar¨¢ nada, despu¨¦s de tanto traqueteo de tantos a?os. No s¨¦ si alegrarme porque ya no se va a contaminar esto o estar triste porque vamos a seguir sin empleo¡±, dice el jornalero ?scar Mendoza sin bajarse de la yegua que lo trae de despuntar unas matas de yuca. Cabalga despacio por mitad de la calle de tierra. Un veh¨ªculo aqu¨ª es cosa rara, en parte por el camino roto que en otros tiempos arregl¨® la minera como si fuera su inversi¨®n comunal, adem¨¢s de puentes y el tendido el¨¦ctrico que va paralelo a la v¨ªa a lo largo de decenas de kil¨®metros.
La luz llega a las oficinas de Infinito y a las casas. Una de esas es la de ?ngel Segura, quien compr¨® 50 hect¨¢reas ilusionado por el desarrollo que, crey¨®, generar¨ªa la mina de oro. Construy¨® caba?as, pens¨® en pesca recreativa y en un restaurante. Vino con su familia y ahora vive pr¨¢cticamente solo. ¡°Tengo mi negocio, pero ?a qui¨¦n le vendo? Sin la mina esto qued¨® como un pueblo fantasma, como si nada. Ya hasta cerraron la delegaci¨®n policial por falta de trabajo¡±. El pueblo est¨¢ como siempre y como otros, pero ¨¦l se hab¨ªa ilusionado.
A su alrededor se escuchan aves, hay pastizales, monte y bosque. Los vecinos dicen haber visto jaguares. No sabe ?ngel que este caser¨ªo sin pulper¨ªas, donde de poco vale el dinero, ser¨¢ pronto el tema de millones de d¨®lares en las oficinas del Banco Mundial en Washington.
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