Obama, el malabarista
Con el eco de guerra fr¨ªa, la Casa Blanca mantiene negociaciones en Palestina, Ir¨¢n, Siria y Afganist¨¢n
El primer mandato de Barack Obama no cumpli¨® con las expectativas que el propio presidente hab¨ªa desatado; su proyecto estrella, la Seguridad Social, se encuentra todav¨ªa hoy en dificultades; y, en pol¨ªtica exterior, la promesa de mano tendida al mundo ¨¢rabe, enunciada en el discurso de El Cairo de 2009, se dilu¨ªa en el fragor de lo cotidiano. Pero en lo que queda de segundo mandato quiere jugar de nuevo la partida de Oriente Pr¨®ximo, el conflicto por antonomasia de nuestro tiempo.
El lunes pasado el presidente norteamericano se entrevistaba con el primer ministro israel¨ª, Benjam¨ªn Netanyahu, y en pr¨®ximas fechas tiene que recibir al l¨ªder de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas. Su objetivo es convencer a ambos de que acepten un acuerdo marco sobre el reparto de Cisjordania y la creaci¨®n de un Estado palestino, lo que permitir¨ªa extender hasta fin de a?o la fecha inicialmente fijada del 29 de abril como t¨¦rmino de las conversaciones de paz.
Pero Obama juega en varios frentes a la vez. Washington pugna por que Teher¨¢n renuncie al arma nuclear, negociaci¨®n para la que las partes se han dado hasta julio para cerrar el trato; avanza a trompicones el proceso de destrucci¨®n de las armas qu¨ªmicas de Siria, a cambio de lo cual Occidente dejar¨ªa virtualmente manos libres a Bachar el Asad para combatir la rebeli¨®n sun¨ª en su pa¨ªs, y, por ¨²ltimo, a¨²n se discute con Kabul la extensi¨®n de la retirada de las fuerzas norteamericanas de Afganist¨¢n, prevista para fin de a?o. Esas negociaciones, todas ellas en curso ¡ªPalestina, Ir¨¢n, Siria y Afganist¨¢n¡ª, est¨¢n suficientemente vinculadas entre s¨ª como para considerarlas partes de un todo: la lucha contra el terrorismo yihadista que se libra desde la cuenca oriental del Mediterr¨¢neo hasta el Asia central, que viene a funcionar como trama com¨²n a todos los conflictos anteriores, porque si estos encontraran soluci¨®n, se liberar¨ªan para combatir la plaga de Al Qaeda y sus franquicias, fuerzas que ahora se agotan en querellas encerradas en s¨ª mismas.
El nudo central de todas las negociaciones es, sin embargo, el contencioso por Tierra Santa, hasta el punto de que la firma de alg¨²n tipo de paz permitir¨ªa ver todo Oriente Pr¨®ximo a una luz muy diferente.
Y porque lo mejor suele ser enemigo de lo bueno, har¨ªa bien la causa palestina en no abrir nuevos frentes como la leg¨ªtima pero mal avisada campa?a del BDS (Boicoteo, Desinversi¨®n, Sanciones) que aspira a yugular econ¨®micamente al Estado sionista. Y, muy al contrario, todo lo que permita a Jerusal¨¦n percibir como amenaza contra su misma existencia enrocar¨¢ al Gobierno haciendo que crezcan por dem¨¢s sus exigencias.
Obama, con ese eco rezagado de la guerra fr¨ªa que es el conflicto con Rusia por Ucrania, tiene hoy, como si fuera un malabarista, todas esas bolas en el aire, consciente de que de tan hipot¨¦tico equilibrio puede depender el juicio de la historia sobre su mandato.
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