De aquellas palabras estos linchamientos
El linchamiento es para eso: para que lo vean todos. O mejor dicho, para que participemos todos.
En una de las fotograf¨ªas de los 9 linchamientos que hubo en Argentina en los ¨²ltimos cinco d¨ªas puede verse, junto al supuesto ladr¨®n golpeado y agonizante en el suelo, a una joven pareja y su beb¨¦. ?l est¨¢ sentado en la vereda y mira el cuerpo magullado. Ella, con el ni?o en brazos, mira hacia otro lado.
No hay linchamiento sin espectadores. El linchamiento es para eso: para que lo vean todos. O mejor dicho, para que participemos todos.
Una pancarta pintada sobre una madera, colgada de un poste y rodeada de alambre de espino dice: ¡°Vecinos Organizados. Ratero, si te agarramos no vas a ir a la comisar¨ªa. Te vamos a linchar¡±. No hacen falta di¨¢logos ni argumentaciones. Tampoco existe confianza. La justicia se hace aqu¨ª y ahora y de la ¨²nica forma posible: humillando para que todos lo vean.
Las im¨¢genes de turbas en Buenos Aires, Rosario, C¨®rdoba o R¨ªo Negro, por mencionar los ¨²ltimos linchamientos conocidos (los hay en diferentes puntos del pa¨ªs y diferentes momentos del a?o) que inmovilizan un atacante extra?o al barrio, lo desfiguran y exhiben el cuerpo amoratado y ensangrentado como un triunfo de la justicia escandalizan a los dirigentes pol¨ªticos, a los ciudadanos y a los formadores de opini¨®n en televisiones, radios, diarios, redes sociales y portales de Internet.
?Los l¨ªderes pol¨ªticos se reparten la responsabilidad de explicar lo sucedido.
La presidenta de la Naci¨®n afirm¨® en un discurso durante los sucesos: "Cuando alguien siente que su vida no vale m¨¢s de dos pesos para el resto de la sociedad, no le podemos reclamar que la vida de los dem¨¢s valga para ¨¦l m¨¢s de dos pesos", un argumento que sirve tanto para el que es linchado como para el que va a linchar.
El ministro de Seguridad de Rosario, donde David Moreyra, un ratero de 18 a?os, fue pateado hasta que su cabeza revent¨®, afirma que el linchamiento es simplemente un "homicidio", aunque en realidad parezca un ritual.
Mauricio Macri y Sergio Massa, los dos l¨ªderes de la oposici¨®n, afirman que todo esto pasa porque al Estado no se lo ve por ning¨²n lado: "La ausencia del Estado lleva a la desesperaci¨®n de la gente", afirma Mauricio Macri. ¡°Los vecinos lo hacen porque hay un Estado ausente", refuerza Sergio Massa.
Algunos datos parecen darles la raz¨®n. Argentina es, seg¨²n el Observatorio Americano de la Seguridad, el tercer pa¨ªs de la regi¨®n por la cantidad de empresas de seguridad privada, s¨®lo detr¨¢s de Brasil y Per¨². Otros datos, no tanto: Argentina tiene un n¨²mero de polic¨ªas por cada 100.000 habitantes similar al de Estados Unidos, Canad¨¢, Chile o Brasil. O el Estado est¨¢ ausente o est¨¢ muy mal usado.
Con uno de cada cinco argentinos empleado en un organismo p¨²blico, otro argentino de cada cinco jubilado y otro argentino receptor de alg¨²n tipo de transferencia p¨²blica, con m¨¢s de 80.000 millones de pesos (unos 8000 millones de d¨®lares) en subvenciones estatales a las empresas de transporte, energ¨ªa o telecomunicaciones, con un discurso propagand¨ªstico sofocante sobre la presencia del Estado, resulta chocante que la ausencia del Estado sea la ¨²nica explicaci¨®n.
Tambi¨¦n es chocante que a pesar de que el Gobierno afirma una y otra vez que esta d¨¦cada ha sido una etapa de reducci¨®n de la pobreza, de aumento del empleo formal y de mayor inclusi¨®n social, sea la falta de inclusi¨®n la explicaci¨®n que se otorga desde la misma Presidencia.Seguramente uno y otro tienen raz¨®n.
Pero lo cierto es que mientras los linchamientos imponen una din¨¢mica perversa en algunas calles y en unas pocas horas, en los despachos oficiales el nivel de violencia verbal y de ¨¢nimo de reyerta parece un reflejo cada vez m¨¢s habitual. Un mal ejemplo.
Un juez del Tribunal Supremo dice que un candidato opositor es un "vendepatria y un mentiroso" por su campa?a contra la inseguridad. Los segundones del l¨ªder opositor responden que el juez est¨¢ "hist¨¦rico" porque en realidad defiende a los ladrones. Otro juez, sospechoso de extorsionar a casas de cambio y quioscos financieros, absuelve a varios implicados en una trama de financiaci¨®n de la campa?a de Cristina Kirchner y narcotr¨¢fico; un ex presidente y un ex ministro de Econom¨ªa son juzgados por una operaci¨®n delictiva; un informe de la Gendarmer¨ªa sobre las inundaciones de La Plata de hace un a?o contabiliza 89 muertos (se insisti¨® durante aquella tragedia que no pasaban de 50) y certifica el descontrol en la morgue donde hab¨ªa perros muertos junto a fetos putrefactos acumulados en salas irrespirables. Mucha violencia para las familias de los muertos. Y, como quien dice unas horas antes, un l¨ªder sindical famoso por decir que hab¨ªa que dejar de robar en Argentina unos dos a?os, afirma que el ex presidente N¨¦stor Kirchner rob¨® 6 o 7 mil millones y se muri¨® a los 60 por avaro. Mucha violencia para los ojos y los o¨ªdos de todo el pa¨ªs.
En las p¨¢ginas de un diario de cualquier d¨ªa puede uno encontrar 10 ¨® 15 exabruptos: insultos, declaraciones prepotentes, acusaciones de delitos, fanfarronadas. Y todo eso puede leerse mientras se degusta un caf¨¦ un bar de Buenos Aires cuyo reclamo es una pizarra con frases como ¡°la concha de tu madre¡±, ¡°mir¨¢ donde estacion¨¢s¡±, que supuestamente invita a tomarse un minuto de calma. En uno de los programas de m¨¢s audiencia, "Intratables", el presentador aparec¨ªa hasta hace un par de semanas con un bate de b¨¦isbol, como para imponer orden.
Aunque se atribuye a los argentinos el don de la palabra, solemos usarlo m¨¢s para hablar que para entender al otro. La calle argentina es un lugar de mon¨®logos, donde no importan mucho las razones y las palabras del otro. Como la p¨®lvora, el insulto brota en seguida en la discusi¨®n m¨¢s trivial: un par de palabras y en un micro segundo te mencionan a la madre, a la esposa, a la hija, te llaman cuatro ojos y te amenazan con partirte la cara.
Esa Argentina locuaz para el agravio no est¨¢ habitada s¨®lo por la poblaci¨®n menos educada sino tambi¨¦n, y con mucho m¨¢s eco, por gente universitaria, con poder y con dinero: dirigentes pol¨ªticos, sindicales, empresarios, periodistas, encuestadores y hasta asesores de imagen encuentran en el lenguaje pendenciero una salida a la frustraci¨®n del momento.
Puede que el Estado est¨¦ ausente. Pero tan ausente como ¨¦l, esta la confianza y el di¨¢logo.
Tener armas, ser marginal, fumar "paco" o meterse una raya de coca¨ªna son ingredientes que pueden ayudar a la violencia muchas veces. Pero estar enojado, no saber hablar, no poder argumentar y no saber resolver un conflicto forman una bomba de tiempo mucho m¨¢s letal.
Carlos Celaya es consultor y autor del blog Ciudades inmigrantes
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