El precio de una mayor¨ªa
Los partidos europeos no destacan por su exigencia a la hora de admitir y mantener a miembros
La presentaci¨®n de candidato a la presidencia de la Comisi¨®n por los principales grupos pol¨ªticos europeos ha dado impulso a la campa?a electoral. Con una parte considerable de esca?os que pueden ir a partidos bien euroesc¨¦pticos, bien no afiliados, es probable que ni centroderecha ni izquierda sumen mayor¨ªa absoluta. Por ello, adem¨¢s de posibles acuerdos, contar¨¢ cu¨¢l sea el mayor grupo parlamentario: los jefes de Estado no tendr¨¢n f¨¢cil ignorar al candidato con m¨¢s apoyo. Con virtual empate en los sondeos entre populares y socialistas, estos dos grupos europeos se convierten pr¨¢cticamente en rehenes de sus partidos miembros: no pueden prescindir de ninguno para alzarse con la victoria.
El Partido Popular Europeo afronta las mayores contradicciones. Con posibilidades reales de perder su hasta ahora c¨®moda ventaja, los populares no parecen dispuestos a enfrentarse a la Forza Italia de Berlusconi, incluso cuando ¨¦ste recupera bromas antialemanas de tem¨¢tica nazi y su partido flirtea con un euroescepticismo abierto. Sin sus eurodiputados no puede ganar el PPE; Berlusconi lo sabe, y lo aprovecha. Merkel, adem¨¢s, no est¨¢ en posici¨®n de presentar exigencias cuando sus socios b¨¢varos de la CSU, que en las europeas concurren por separado, aumentan su tono antieuropeo. En Hungr¨ªa, Viktor Orb¨¢n y Fidesz se sienten fuertes tras el magn¨ªfico resultado obtenido en las legislativas del 6 de abril y no hacen ning¨²n esfuerzo por maquillar su deriva autoritaria y euroesc¨¦ptica, sin respuesta de sus socios europeos.
No es solo el PPE: todos los grupos tienen a partidos inc¨®modos en su seno, que les averg¨¹enzan ante sus electorados. Los socialistas, que fustigan al centroderecha por su tibieza ante la derecha radical, contemporizan con sus correligionarios en Bulgaria, en el poder gracias a los votos del ultranacionalista Ataka. No es f¨¢cil la reprimenda cuando un socialista b¨²lgaro, Serguei Stan¨ªshev, preside el Partido Socialista Europeo. Bulgaria, por cierto, es tambi¨¦n un quebradero de cabeza para los liberales, que no han convencido al partido de la minor¨ªa turca afiliado a su grupo (tambi¨¦n en el gobierno gracias a Ataka) para que elimine de su lista a uno de los oligarcas de peor fama del pa¨ªs.
Los partidos europeos nunca destacaron por su exigencia a la hora de admitir y mantener a miembros. Esta vez, con la vista puesta en un primer puesto que ya es algo m¨¢s que simb¨®lico, los dos grandes grupos tienen muy poco margen de maniobra. Es dif¨ªcil que de ellos parta la iniciativa de reprimir los excesos de sus miembros d¨ªscolos, y menos de expulsarles. Solo lo har¨ªan si temiesen en las urnas el castigo de electores que no estuviesen dispuestos a darles el voto para luego verles legitimar a oligarcas, nacionalistas o aut¨®cratas. Falta, sin embargo, que los electores levanten la vista por encima de las fronteras para ver a qui¨¦n elige como compa?eros de viaje el partido al que piensan votar.
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