La austeridad en la clase pol¨ªtica de Uruguay no empez¨® con Mujica
La mayor¨ªa de los candidatos presidenciales lleva una vida modesta
Con el relevo de Jos¨¦ Mujica a la cabeza de la presidencia de Uruguay cambiar¨¢ sin duda un estilo ¨²nico de gobernar, pero todos los candidatos electos el domingo mantendr¨¢n la austeridad que tanto llam¨® la atenci¨®n en el mundo. Sin duda, el exguerrillero tupamaro llev¨® hasta las ¨²ltimas consecuencias el bajo perfil que es la regla de la pol¨ªtica uruguaya. Pero pasando revista a los presidenciables, de izquierda a derecha, ninguno se proyecta fuera del campo de la igualdad social tan apreciada por los uruguayos.
¡°Nadie es m¨¢s que nadie¡± es una expresi¨®n popular que los uruguayos llevan inscrita en el ADN y que Mujica volvi¨® a poner de moda. Pol¨ªticos y electores se proyectan como parte de una democracia social.
En este contexto, las declaraciones de patrimonio de los candidatos, publicadas recientemente por el peri¨®dico El Observador, dan cuenta de la modestia con la que los pol¨ªticos enfrentan el acceso al liderazgo de su partido o la llegada a las m¨¢ximas instancias del poder. El l¨ªder del Frente Amplio, Tabar¨¦ V¨¢zquez, favorito de cara a las presidenciales del 26 de octubre, tiene una de las mejores situaciones financieras dentro del grupo de presidenciables. M¨¦dico especialista en oncolog¨ªa, tiene una pensi¨®n como expresidente (cargo que ejerci¨® de 2005 a 2010) que no supera los 1.900 euros mensuales y adem¨¢s sigue ejerciendo la medicina con ingresos que rondan los 1.800 euros. Su patrimonio total no llega al medio mill¨®n de euros.
Los or¨ªgenes humildes de Tabar¨¦ V¨¢zquez lo protegen de cualquier suspicacia, no siendo as¨ª el caso de Lu¨ªs Lacalle Pou
Durante su periodo como presidente eligi¨® vivir en su propia casa, una residencia c¨®moda en el barrio de El Prado, antigua zona aristocr¨¢tica de Montevideo ahora en decadencia. Una bandera de Uruguay y un coche de patrulla policial eran las ¨²nicas se?ales de que all¨ª viv¨ªa un presidente. Pero incluso esta modestia lleg¨® a escandalizar a sectores del Frente Amplio, que consideran todav¨ªa demasiado ostentoso que su l¨ªder lleve un tren de vida de clase media alta, de m¨¦dico con varias d¨¦cadas de trabajo a cuestas.
Los or¨ªgenes humildes de Tabar¨¦ V¨¢zquez lo protegen de cualquier suspicacia, no siendo as¨ª el caso del candidato sorpresa del Partido Nacional (centroderecha), Lu¨ªs Lacalle Pou. Hijo de un expresidente, Lu¨ªs Alberto Lacalle, proviene de lo m¨¢s parecido a una aristocracia que pueda haber en Uruguay. Su familia es adinerada y, a tenor del despliegue de medios de su campa?a, sus apoyos tambi¨¦n. Pero a los 40 a?os, Lacalle Pou presenta los menores ingresos de todos los candidatos presidenciales: un sueldo mensual de diputado de unos 3.000 euros, un patrimonio de unos 100.000 euros y muchas deudas.
Sin duda, el que goza de mejor situaci¨®n econ¨®mica de la lista es el l¨ªder del Partido Colorado (derecha), descendiente de una familia de estancieros. Seg¨²n su declaraci¨®n, Pedro Bordaberry, exministro e hijo del exdictador Juan Mar¨ªa Bordaberry (1973-1976), tiene un patrimonio de algo m¨¢s de un mill¨®n de euros.
Pero para cualquier pol¨ªtico del Partido Colorado ser calificado de rico o millonario equivaldr¨ªa a un insulto, puesto que la derecha tradicional se considera sucesora del presidente Jos¨¦ Battle y Ord¨®?ez, fundador del Estado moderno y laico uruguayo en el siglo XIX, quien acu?¨® otra frase c¨¦lebre: ¡°que los ricos sean menos ricos y los pobres menos pobres¡±.
Por eso, en Uruguay, un presidente del estilo del chileno Sebasti¨¢n Pi?era - millonario con un canal de televisi¨®n, un club de f¨²tbol e intereses en sectores clave de la econom¨ªa chilena ¨C habr¨ªa tenido dif¨ªcil presentarse a unas elecciones uruguayas, precisamente por encarnar todo lo contrario a la igualdad republicana.
M¨¢s que la austeridad, la obsesi¨®n por no aparentar es un rasgo general de los uruguayos. Basta con pasear por el barrio de Carrasco, el m¨¢s adinerado de Montevideo, para comprobar la contenci¨®n de los ricos en sus casas y mansiones. A finales de los 80 e inicios de los 90, en plena fiebre de privatizaciones y dinero r¨¢pido en toda Am¨¦rica Latina, una parte de la derecha uruguaya trat¨® de subirse a ese carro. El desenlace se zanj¨® con un plebiscito convocado por pol¨ªticos y ciudadanos de izquierda y derecha en 1992. La consulta arras¨® en las urnas con un 71%, llev¨¢ndose por delante los proyectos de privatizaci¨®n de varias empresas estatales que en el d¨ªa de hoy siguen existiendo.
La batalla no fue s¨®lo econ¨®mica: fue cultural y marc¨® un precedente. En este contexto, la corrupci¨®n de los pol¨ªticos es poco frecuente e incluso en este periodo preelectoral, propicio a todas las acusaciones, unos y otros reconocen la integridad de sus contrincantes.
La senadora y mujer del presidente Mujica, Luc¨ªa Topolansky, se?alaba estos d¨ªas que durante su administraci¨®n ¡°nadie se llev¨® plata en el bolsillo, podemos poner las manos en el fuego por todos los que estuvieron". La exguerrillera aclar¨® que no se trata de una caracter¨ªstica particular de su partido, sino que "es parte del pa¨ªs". "El Uruguay es como un bosquecito ralo. Se ve todo. (El pol¨ªtico) est¨¢ m¨¢s presionado. Si hay alguno que tuviera una tentaci¨®n, est¨¢ mucho m¨¢s presionado", dijo.
Topolansky explic¨® por qu¨¦ es dif¨ªcil que en el pa¨ªs abunden los casos de enriquecimiento il¨ªcito: ¡°Hab¨ªa un viejo dirigente sindical¡±, prosigui¨® Topolansky, que dec¨ªa: 'En Uruguay no hay ricos, hay riquillos'. Hay determinadas cosas propias de un pa¨ªs m¨¢s aldeano: todos nos conocemos y si charlamos cinco minutos tenemos alg¨²n amigo en com¨²n o un familiar".
A veces, la obsesi¨®n por no parecer derrochador provoca situaciones caricaturescas, como el eterno debate sobre la compra de un avi¨®n presidencial. El Estado uruguayo podr¨ªa permitirse ese lujo, pero ning¨²n dirigente parece dispuesto a pagar el precio pol¨ªtico de semejante adquisici¨®n. En el caso de Mujica es simplemente impensable, a pesar de ser ¨¦l, a sus 79 a?os, uno de los m¨¢s perjudicados por los continuos viajes en vuelos de l¨ªnea, muchas veces con escala.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.