?Y si Brasil fuese ya m¨¢s que una Copa?
Las victorias de los nuevos Mundiales sociales y pol¨ªticos ser¨¢n los que pondr¨¢n al pa¨ªs en los rieles de la verdadera modernidad
El Brasil del f¨²tbol se apag¨® entre millones de l¨¢grimas, pero este pa¨ªs es hoy m¨¢s que la alegr¨ªa de un bal¨®n marcando goles. Brasil, tiempo atr¨¢s, en una tarde aciaga como esta en la que escribo, m¨¢s negra quiz¨¢s que la del maracanazo de 1950, hubiese sido un pa¨ªs en total depresi¨®n. Hoy puede quiz¨¢s estar indignado con Felipe Scolari o rabioso contra el que dej¨® a Neymar fuera de la Copa, pero los brasile?os no se tirar¨¢n esta noche por la ventana.
Habr¨¢ quien quiera hacer del jugador colombiano que carg¨® contra el h¨¦roe Neymar el chivo expiatorio de la tremenda derrota. No es eso, es que simplemente Brasil no consigui¨® jugar. Fue abrumado por los alemanes.
Y si hubiese sido cierto, que no lo fue, que la derrota tuvo su origen en la ausencia del ¨ªdolo Neymar, Brasil deber¨ªa recordar las palabras de Bertolt Brecht: ¡°Desgraciados los pueblos que necesitan de h¨¦roes¡±. Se refer¨ªa a los que siguen colocando su fe en sus caudillos m¨¢s que en la fuerza y creatividad de su gente, de los no h¨¦roes, o mejor de los h¨¦roes an¨®nimos, los que se forjan en la lucha dura de lo cotidiano, los que sostienen sobre sus espaldas, con su trabajo, el peso de la naci¨®n.
Hoy Brasil se est¨¢ descubriendo a s¨ª mismo como una sociedad m¨¢s exigente, que se despert¨® hace poco m¨¢s de un a?o exigiendo una vida mejor para todos.
Esta sociedad es cada vez m¨¢s madura porque se ha hecho m¨¢s cr¨ªtica y rebelde, cada vez m¨¢s fuerte porque empieza a creer en la eficacia del trabajo realizado con la suma de la creatividad de todos. Y tendr¨¢ que ser ahora un protagonista imprescindible en las decisiones que ata?en a ella y al futuro de sus hijos en vez de delegarlo en manos de sus caudillos.
Las victorias de los nuevos Mundiales sociales y pol¨ªticos, que deber¨¢ disputar toda la sociedad, ser¨¢n los que pondr¨¢n a este pa¨ªs en los ra¨ªles de la verdadera modernidad.
Una modernidad en la que todos los ciudadanos, y no s¨®lo una minor¨ªa privilegiada, sean quienes ganen el trofeo del bienestar, hoy a¨²n en manos de una minor¨ªa que disfruta muchas veces a costa de mantener la pobreza de la mayor¨ªa como un fatal destino.
Soy espa?ol. Me doli¨® que perdiera Espa?a y ahora quer¨ªa de coraz¨®n que ganara Brasil, pa¨ªs en el que vivo, al que amo, sobre todo a su gente por la que siempre me sent¨ª acogido.
Quer¨ªa que ganase, convencido de que esa victoria ser¨ªa presagio y profec¨ªa de otra batalla importante: la de crear una sociedad que, sin perder su identidad de pa¨ªs amante de la fiesta y proclive a la felicidad, sea capaz ya de despojarse de sus miedos y at¨¢vicos conformismos, triste herencia de la esclavitud, para luchar con nuevo br¨ªos por una sociedad m¨¢s justa y de todos.
La escritora y fil¨®loga Aurora Egido ha escrito que ¡°la trompeta de la fama es tan larga como la de la infamia¡±. Es posible que la trompeta de la fama, que ya no resonar¨¢ el domingo para un Brasil en luto, resuene ahora en la lucha por una sociedad capaz de acabar con los ¨²ltimos restos de infamia social que a¨²n aquejan a los m¨¢s despose¨ªdos, generalmente los negros y de color, de este inmenso y gran pa¨ªs.
S¨®lo entonces la felicidad, compartida por todos, tendr¨¢ el verdadero sabor de la genuina identidad brasile?a.
Ah, Brasil perdi¨® el Mundial, pero gan¨® la simpat¨ªa mundial por el calor con el que abrazaron a todos los extranjeros en este pa¨ªs acogedor. Eso es ya consenso universal.
En la vida real, no en la fantas¨ªa de la pasi¨®n del f¨²tbol, no siempre se gana con las victorias. A veces las derrotas pueden ser la palanca para chutar mejor y marcar goles contra todo lo que creemos injusto.
Los brasile?os deber¨¢n ser ahora capaces de ver en esta derrota la luz al final de un t¨²nel para hacer de este maravilloso pa¨ªs no s¨®lo el sal¨®n del f¨²tbol mundial sino una oportunidad de bienestar y justicia para todos, donde el f¨²tbol, como en los pa¨ªses ya desarrollados, pueda ser s¨®lo un juego que a veces nos hace tocar el cielo y otras nos devuelve tristes a la vida real que es la que cuenta. Una vida real con la que los brasile?os tendr¨¢n que saldar cuentas adem¨¢s de intentar curar la herida en carne viva dejada por algo que ha definido comi¨¦ndose las l¨¢grimas el portero brasile?o, Julio C¨¦sar, al final de la derrota: ¡°Es dif¨ªcil explicar lo inexplicable¡±.
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