Bloqueo a los sin papeles en Murrieta
Varios extremistas impiden la entrada de mujeres y ni?os inmigrantes en un centro de California
Nadie sabe muy bien c¨®mo surgi¨®. Unos vinieron convocados por las redes sociales, otros por sus contactos locales con el Tea Party y otros al verlo en las noticias. Pero en una localidad del sur de California llamada Murrieta, cerca de San Diego y la frontera con M¨¦xico, unas decenas de activistas de derecha han conseguido crear un problema de primer orden al bloquear la entrada de un centro de detenci¨®n de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos, la polic¨ªa federal que se encarga de aduanas y fronteras. La situaci¨®n es in¨¦dita. Les han impedido, f¨ªsicamente, hacer su trabajo de llevar y traer inmigrantes detenidos.
Ante la crisis de hacinamiento en centros de detenci¨®n de Texas de ni?os indocumentados, sobre todo de Centroam¨¦rica (han sido interceptados cerca de 50.000 en lo que va de a?o y la capacidad de estos centros temporales est¨¢ desbordada), el Gobierno decidi¨® repartir la carga entre otros centros de detenci¨®n de la polic¨ªa fronteriza hacia el oeste, en Arizona y California. Los distribuye en grupos de unos pocos cientos. Uno de esos centros es el de Murrieta, en sector 8 de San Diego, que est¨¢ preparado para albergar unas 200 personas, seg¨²n el Ayuntamiento, y normalmente acoge traficantes interceptados en las autopistas.
La situaci¨®n comenz¨® el pasado martes 1 de julio. Ese d¨ªa, ante la informaci¨®n de que hasta 140 ni?os y mujeres hab¨ªan volado de Texas a San Diego e iban a ingresar en el centro de Murrieta, una manifestaci¨®n impidi¨® la entrada del autob¨²s que los trasladaba, que tuvo que desviarse hacia otro centro en San Ysidro. Los insultos y los gritos xen¨®fobos mostraron en televisi¨®n la peor cara del complicado debate de la inmigraci¨®n clandestina en EE UU y convirtieron Murrieta en un inesperado centro de peregrinaci¨®n de extremistas que piden el cierre de las fronteras y la purga de los 11 millones de ilegales.
Una manifestaci¨®n impidi¨® el traslado en autob¨²s de indocumentados tra¨ªdos desde los centros desbordados de Texas
El 4 de julio, se repiti¨® la situaci¨®n, esta vez con enfrentamientos entre manifestantes a favor y en contra de los indocumentados. La historia subi¨® un escal¨®n hasta los medios nacionales. Manifestantes y autoridades asumen que los traslados se producen cada 72 horas. Pero el lunes no hubo autob¨²s. La situaci¨®n ha derivado en una vigilia continua, dominada por la paranoia de que el Gobierno podr¨ªa intentar hacer el traslado de madrugada.
Bajo un sol de justicia en el descampado en el que se encuentra el centro de detenci¨®n, todav¨ªa una docena de manifestantes aguantaba este martes frente a las oficinas de la polic¨ªa de fronteras para impedir el acceso de indocumentados, en caso de que llegara a producirse. Algunos hab¨ªan pasado la noche all¨ª y estaban dispuestos a pasado otra, vigilando que no vuelva el autob¨²s de inmigrantes. En medio de banderas norteamericanas y referencias al derecho a llevar armas, la iconograf¨ªa antiObama de estos activistas puede llegar a ser muy ingeniosa. Una camiseta lo calificaba de ¡°Barackula¡± y lo mostraba chupando la sangre a la estatua de la libertad.
El Gobierno no sabe nada de estas personas que deja sueltas. Pueden tener enfermedades o ser criminales en sus pa¨ªses
¡°Tenemos un presidente que deja venir a millones de inmigrantes, con sus enfermedades, que no pagan impuestos y quiebran nuestro sistema¡±, aseguraba Steve George. ¡°Vienen aqu¨ª por la beneficencia, no hay otra raz¨®n. Deber¨ªamos ir nosotros a M¨¦xico, cruzar la frontera y pedir beneficios sociales all¨ª¡±. George dice pertenecer a un grupo llamado American Patriots 3%, que se presentan como III, en n¨²meros romanos. ¡°Los que hicieron la revoluci¨®n y la ganaron eran el 3% de la poblaci¨®n de Am¨¦rica¡±, aclara. Cuando se le recuerda que EE UU es un pa¨ªs de inmigrantes, traza una distinci¨®n con estos indocumentados. ¡°Aquellos llegaron a Ellis Island (Nueva York) y despu¨¦s se hicieron ciudadanos. Los que vienen aqu¨ª cobran en efectivo y se llevan el dinero a su pa¨ªs. No contribuyen. No hacen las cosas legalmente. Aqu¨ª hay oportunidades para todos, pero siempre que vengan legalmente, ?es mucho pedir?¡±. George, est¨¢ jubilado. ¡°Cuando trabajaba, perd¨ª trabajos por culpa de los inmigrantes ilegales¡±.
En la concentraci¨®n tambi¨¦n estaba Pete Santilli, un locutor de radio que hab¨ªa montado un estudio en su coche con un iPad y retransmit¨ªa la protesta 24 horas al d¨ªa a trav¨¦s de Facebook, enfundado en una camiseta del futbolista Totti, el n¨²mero 10 del AS Roma. Santilli animaba por radio a acudir a Murrieta a apoyar la protesta, y se quejaba en general de que no hay ninguna garant¨ªa de que los indocumentados hayan sido examinados m¨¦dicamente para saber que no portan enfermedades contagiosas, y de que no se puede saber si tienen un pasado criminal en sus pa¨ªses. ¡°El departamento de polic¨ªa est¨¢ roto¡±, dice Santilli en su show desde la carretera.
Siguiendo la l¨®gica de un env¨ªo de inmigrantes cada tres d¨ªas, el mismo locutor aseguraba el mi¨¦rcoles por la ma?ana que el jueves, cuando en teor¨ªa deber¨ªa llegar una nueva remesa, "las cosas" se iban "a poner feas", en referencia a posibles enfrentamientos entre manifestantes, "incluso si no aparece el autob¨²s".
En directo, entrevistaba a Natalie Webb, de 23 a?os, que se ha acercado con su beb¨¦ de ocho meses en brazos para solidarizarse contra los inmigrantes. ¡°No queremos que los traigan aqu¨ª¡±, dice la mujer. ¡°Los tienen en comisar¨ªa y luego los dejan libres. El Gobierno no sabe nada de estas personas que deja sueltas. Pueden tener enfermedades o ser criminales en sus pa¨ªses¡±. El argumento de las enfermedades es repetido por otras mujeres, que no quieren que sus hijos vayan a los colegios p¨²blicos junto a esos inmigrantes.
Los manifestantes antiinmigraci¨®n de Murrieta no se conocen entre ellos. Los m¨¢s comprometidos suman unas pocas decenas en sus mejores momentos, pero en esta transitada carretera, pr¨¢cticamente todo coche que pasaba el martes tocaba el claxon en se?al de apoyo, o les saludaba y les daba ¨¢nimos desde la ventanilla.
Sin embargo Murrieta nunca ha vivido ning¨²n tipo de tensi¨®n xen¨®foba, seg¨²n los latinos consultados en restaurantes de comida r¨¢pida. Ni siquiera es f¨¢cil encontrar gente por la calle que sepa exactamente qu¨¦ est¨¢ pasando a pocos kil¨®metros a las afueras. Es un pueblo de 100.000 habitantes del condado de Riverside, cerca de San Diego, que se presenta como un centro de negocios de la zona. ¡°Murrieta, el futuro del Sur de California¡±, es el lema que se puede ver en todos los carteles del Ayuntamiento. El alcalde, Alan Long, un bombero que es medio mexicano por parte de madre y est¨¢ casado con una mexicana, se ha visto desbordado por un torbellino pol¨ªtico en el que ni siquiera tiene jurisdicci¨®n. Trat¨® de reclamar un trato m¨¢s humano para los inmigrantes y acab¨® criticado por ambos bandos.
El martes por la noche, sin apenas testigos, el jefe del centro de detenci¨®n de la Patrulla Fronteriza sali¨® a la carretera para hablar con los manifestantes. El oficial Walter Davenport decidi¨® salir a explicarles a media docena de personas todo lo que quisieran saber sobre las instalaciones. ¡°Salgo ahora que se han ido las televisiones y nadie est¨¢ actuando para la c¨¢mara¡±, dijo. Se acerc¨® a los irredentos de la protesta que se dispon¨ªan a pasar la noche y desmont¨® uno por uno los mitos que nutren el discurso antiinmigraci¨®n.
Les asegur¨® que se hacen todos los controles sanitarios pertinentes, que en ning¨²n caso se mezclan inmigrantes con criminales, que tienen medios para conocer la situaci¨®n de cada uno. Tambi¨¦n desminti¨® cualquier rumor de que hubieran trasladado inmigrantes a escondidas y neg¨® la posibilidad de que eso pudiera suceder. Por ¨²ltimo, invit¨® a cualquiera a que visite las instalaciones, como sol¨ªan hacer grupos de boy scouts y colegios, en cuanto se calmen las cosas y la seguridad lo permita.
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