Jud¨ªos y ¨¢rabes, israel¨ªes y palestinos nos negamos a ser enemigos
Hemos sido secuestrados, ambos pueblos somos rehenes de los extremistas de ambos lados
El martes primero de julio, camino al cementerio de Modi'in, miles de israel¨ªes acompa?aban los cuerpos de los tres j¨®venes secuestrados y asesinados: Gil-Ad Shaer y Naftal¨ª Frenkel, de 16 a?os, y Eyal Yifrach, de 19. Despu¨¦s de ver las dolorosas im¨¢genes de sus padres despidi¨¦ndolos, decid¨ª tomarme un peque?o descanso en el trabajo.
Era el primer d¨ªa de vacaciones de mi hijo y lo llev¨¦ a comprarse unas botas de f¨²tbol como los de Neymar, Gast¨®n Ram¨ªrez, Jos¨¦ Mar¨ªa Gim¨¦nez y muchos m¨¢s. Las noticias en nuestra casa invaden cada rinc¨®n y me esperaba una larga noche de trabajo. ?l se merec¨ªa un rato conmigo y tambi¨¦n con sus botas, dado el esfuerzo de un a?o de clases. As¨ª que calcul¨¦ el tiempo para poder seguir la cobertura desde la televisi¨®n y viajamos al centro de Jerusal¨¦n. Para quien no ha visitado nunca esta ciudad, el centro consiste en unas cuantas cuadras en forma de tri¨¢ngulo.
Con las nuevas botas en la mano march¨¢bamos por la peatonal Ben Yehuda cuando comenc¨¦ a captar a lo lejos mucho m¨¢s movimiento del com¨²n: coches de la Polic¨ªa, polic¨ªas a caballo y muchos israel¨ªes ultranacionalistas religiosos. Los instintos prendieron luces rojas, pero era nuestro camino.
Al llegar a la plaza Zion, nos vimos envueltos por grupos de decenas de personas, en su mayor¨ªa j¨®venes, que cargaban pancartas y cantaban "muerte a los ¨¢rabes" mientras marchaban camino a la ciudad vieja de Jerusal¨¦n. No era una manifestaci¨®n, eran grupos de personas que coreaban sin cesar, una y otra vez, esas palabras cargadas de odio. Trat¨¦ de evitarlos y cruzamos la calle pero era imposible; el fluir de la gente no cesaba. Unos entraban en negocios, buscando trabajadores palestinos, otros simplemente no paraban de cantar. Me llen¨¦ de preocupaci¨®n y de dolor. En las calles de Jerusal¨¦n las masas ped¨ªan venganza, quer¨ªan revancha. Daba miedo.
Si bien en mi bolso cargaba con c¨¢maras, el instinto de padre se sobrepuso al profesional. Le tom¨¦ la mano a Guil y por una calle lateral lo saqu¨¦ del centro de la ciudad. Para un ni?o que crece con ¨¢rabes en su escuela todo esto dispar¨® miles de preguntas, algunas de las cuales no me atrev¨ª a contestar.
Mientras mi mano sosten¨ªa con fuerza la suya para transmitir seguridad, mis pensamientos volaban e intentaban interpretar como sus compa?eros de clase y sus familias estar¨ªan viviendo estos momentos.
Es que mi hijo Guil va a la escuela Mano a Mano, una escuela en donde jud¨ªos y ¨¢rabes estudian y crecen juntos en la ciudad de Jerusal¨¦n. Una escuela en la cual el idioma hebreo y el ¨¢rabe se ense?an como primeras lenguas y adem¨¢s dan espacio al estudio de las culturas y las narrativas de ambos pueblos. En torno a la escuela los padres han creado una comunidad que vive, a veces, en una burbuja necesaria en una ciudad donde el fanatismo y el odio se apoderan de cada rinc¨®n.
Despu¨¦s del brutal asesinato de Mohammed Abu Khdeir, decidimos reunirnos, mientras las bandas de ultranacionalistas buscaban sembrar m¨¢s odio y m¨¢s violencia necesit¨¢bamos estar juntos. Quer¨ªamos tomar decisiones operativas, pero tambi¨¦n dar el espacio necesario para manejar los miedos, que eran muchos. Como jud¨ªo y miembro de la comunidad me es claro que el rol que tenemos en estos momentos es con nuestra presencia aliviar, aunque sea un poco, esos miedos, reforzando ese pacto que hicimos cuando decidimos que nuestro hijos crezcan juntos.
Pero las hordas violentas hac¨ªan eco de los vientos de guerra que ven¨ªan del sur en Gaza, en donde una vez mas esta guerra sin fin daba otro golpe, y se apoderaban de la ciudad.
Por eso decidimos marchar juntos, retomar los espacios p¨²blicos, caminando sin banderas ni pancartas y con la convicci¨®n de que ahora m¨¢s que nunca, nosotros los miembros de la comunidad Mano a Mano, jud¨ªos y ¨¢rabes, israel¨ªes y palestinos nos negamos a ser enemigos.
Ayer marchamos una vez m¨¢s, mientras las noticias sobre los cuatro ni?os muertos en las playas de Gaza por fuego israel¨ª congelaban el coraz¨®n y no dejaba pensar en forma clara, nosotros marchamos, porque no permitiremos que la ret¨®rica de guerra, los misiles y los cohetes, las victimas y los heridos nos transformen en enemigos. Solo conviviendo, dialogando aprendiendo uno del otro y acept¨¢ndonos podremos llegar a una verdadera paz.
Hace tiempo que se habla de una tercera intifada. Soy de los que cree que en ambos lados se ha aprendido sobre el alto precio que se paga en vidas cuando s¨®lo las armas hablan. Sin ning¨²n canal de di¨¢logo, los hechos de los ¨²ltimos d¨ªas abren un nuevo cap¨ªtulo violento que pone en peligro la fr¨¢gil estabilidad de la zona.
Sin un acuerdo de paz que busque una soluci¨®n justa para ambos pueblos, que les permita vivir en paz y en seguridad y que termine con la ocupaci¨®n israel¨ª en Cisjordania, la violencia volver¨¢, siempre. Un cartel que circula en las redes sociales anuncia: "Hemos sido secuestrados, ambos pueblos somos rehenes de los extremistas de ambos lados, Israel-Palestina 2014".
Quique Kierszenbaum es fot¨®grafo, vide¨®grafo y periodista uruguayo. Corresponsal de Televisi¨®n Nacional de Uruguay en Medio Oriente. Twitter @Quique_K
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