Al lado de Dios, cerca del diablo
El reverendo Al Sharpton lleva 40 a?os en primera l¨ªnea del activismo pol¨ªtico en EE UU pese a los muchos puntos oscuros de su biograf¨ªa
Si no fuera por sus sermones, nada en Al Sharpton remitir¨ªa a la imagen que cualquiera podr¨ªa tener de un reverendo. Ni siquiera en Estados Unidos, donde abundan los predicadores peculiares, tienen claro qu¨¦ o qui¨¦n es Alfred Charles Sharpton Jr., de 59 a?os. Con una hoja de servicios repleta de batallas por los derechos de los negros, pero tambi¨¦n salpicada de esc¨¢ndalos, sorprende en este hombre su habilidad para sobrevivir a cualquier contratiempo, sus artes para la agitaci¨®n social y, al mismo tiempo, su promiscuidad con el poder, sea el presidente de Estados Unidos, el alcalde de Nueva York o cualquier pol¨ªtico que quiera acercarse a la minor¨ªa afroamericana. Barack Obama y Bill de Blasio han sido los ¨²ltimos en pasar por caja.
Para algunos es una bendici¨®n; para otros, una pesadilla. Para la mayor¨ªa, una inc¨®gnita. Analizar al personaje sin atender a la complejidad de la sociedad estadounidense y sus representantes conducir¨ªa a un maniqueo callej¨®n sin salida. En el caso de Sharpton, la balanza oscila de un lado a otro permanentemente. Son muchos quienes reconocen sus servicios a la causa de los derechos civiles, y no hay pol¨ªtico que no cuente con ¨¦l para abordar cualquier asunto de la minor¨ªa afroamericana, pero tambi¨¦n abundan quienes creen que 40 a?os en primera l¨ªnea requieren no pocos cad¨¢veres en el armario.
¡°Todos hemos visto l¨ªderes ir y venir, pero cuando encontramos a alguien que se mantiene y se convierte en alguien mejor, m¨¢s fuerte, m¨¢s decidido en el trabajo a?o tras a?o, eso es una bendici¨®n¡±, proclam¨® el alcalde De Blasio en la ¨²ltima convenci¨®n anual de la National Action Network, la organizaci¨®n de Sharpton en Harlem. El reverendo es incombustible; sobre si es un bendito hay debate. El soci¨®logo estadounidense Orlando Patterson, un experto en segregaci¨®n, le considera un ¡°pir¨®mano racial¡±. Otros van m¨¢s lejos. ¡°Hay mucha gente llena de odio en Estados Unidos, pero Sharpton es el ¨²nico que lleva d¨¦cadas vomit¨¢ndolo¡±, escribi¨® Stuart Stevens, escritor y consultor pol¨ªtico, en The Daily Beast.
Asegura que abraz¨® la causa de los derechos civiles con s¨®lo 18 a?os, cuando conoci¨® al rey del soul, James Brown
?Qui¨¦n es o qu¨¦ es Al Sharpton? Su biograf¨ªa dice que dio su primer serm¨®n con cuatro a?os y que con nueve fue ordenado ministro pentecostal. Nunca ha dejado de creer en Dios, afirma, pero eso no le ha impedido coquetear con el diablo. Asegura que abraz¨® la causa de los derechos civiles con s¨®lo 18 a?os, cuando conoci¨® al rey del soul, James Brown, y este le explic¨® c¨®mo la polic¨ªa hab¨ªa tiroteado su coche sin motivo alguno. Sali¨® vivo de milagro, lo suficiente para inocular una indisimulada rabia en el joven Sharpton. ¡°Eso fue hace muchos a?os, pero todav¨ªa estamos en la lucha contra la brutalidad policial¡±, escribi¨® en su blog con motivo de la muerte por asfixia del afroamericano Eric Garner a manos de la polic¨ªa de Nueva York en julio pasado.
Desde aquella revelaci¨®n al ritmo de la m¨²sica con laca de James Brown, el reverendo no ha cesado de denunciar abusos contra negros. Algunos justificados, otros no tanto. En casi todos alimentando fuegos y cometiendo no pocos excesos verbales contra jud¨ªos, mormones, homosexuales, polic¨ªas y pol¨ªticos.
Uno de los m¨¢s sonados fue el caso Brawley. Tawama Brawley ten¨ªa 15 a?os en 1987, cuando fue hallada en su ciudad, Wappinger Falls, al norte de Nueva York, con las palabras ¡°puta¡±, ¡°negraza¡± y ¡°KKK¡± escritas en el est¨®mago, los vaqueros quemados, las zapatillas rotas y heces en el pelo. Seg¨²n dijo, hab¨ªa sido raptada y violada por hombres blancos. Dos abogados negros muy radicales y el reverendo Sharpton se hicieron cargo de su defensa.
Brawley les cont¨® que un polic¨ªa estaba entre los agresores. Sharpton le puso nombre. ?Qu¨¦ pruebas ten¨ªa? Ninguna. Harry Crist Jr. se hab¨ªa suicidado, casualmente, poco despu¨¦s del supuesto ataque a la joven. Sharpton tambi¨¦n acus¨® a un fiscal local, Steven Pagones, de formar parte de los violadores. Tampoco aport¨® pruebas. Despu¨¦s de seis meses de investigaci¨®n, un jurado popular determin¨®, tras o¨ªr a decenas de testigos, que todo era una patra?a inventada por la joven para evitar el castigo de su padrastro por llegar tarde a casa tras estar con su novio.
El caso Brawley abri¨® una senda que el l¨ªder negro recorrer¨ªa a menudo. En 1991, sus arengas influyeron en las revueltas de Crown Heights, en Brooklyn (Nueva York), por la muerte de un joven negro atropellado por una ambulancia conducida por un joven jud¨ªo ortodoxo. Sharpton calific¨® a los jud¨ªos de ¡°mercaderes de diamantes con las manos manchadas de sangre de ni?os inocentes¡±. En una de las jornadas de violencia, una turba mat¨® a un joven jud¨ªo, un estudiante australiano.
¡°El reverendo rata¡±, titul¨® el sensacionalista New York Post. ¡°No era ni soy una rata, porque yo no estaba con las ratas. Yo soy un gato. Cazo mafiosos, matones y malos polic¨ªas¡±, contest¨® Sharpton
A?os m¨¢s tarde, una iglesia pentecostal afroamericana pidi¨® a un inquilino jud¨ªo que regentaba un negocio de ropa, Freddie Fashion Mart, que desalojar¨¢ a uno de sus subarrendados, una tienda de m¨²sica negra. Sharpton encabez¨® las protestas: ¡°No vamos a permitir que echen a un hermano para que un intruso blanco ampl¨ªe su negocio¡±. En una protesta, unos de los manifestantes prendi¨® fuego a Freddie Fashion Mart. Murieron siete empleados y el agresor.
Entre los a?os 1973 y 1980, Sharpton altern¨® su actividad pastoral con su trabajo como productor de las giras de James Brown. Fue esta incursi¨®n en el mundo de la m¨²sica lo que le llev¨® a convertirse en confidente del FBI. Tal y como record¨® en su biograf¨ªa, sinti¨® la llamada del deber cuando un tal ¡°Sal¡± le amenaz¨® de muerte. ?La raz¨®n? Seg¨²n nuestro hombre, no someterse a las mafias del espect¨¢culo. Seg¨²n otros, porque el FBI le quer¨ªa de topo dadas sus supuestas relaciones con el hampa. Para convencerle, los federales le mostraron un v¨ªdeo en el que aparec¨ªa ¨¦l mismo negociando una partida de coca con un narco.
Sea como fuera, Sharpton form¨® parte en los a?os 80 de un grupo denominado Los Genoveses, que actu¨® con ¨¦xito contra el crimen organizado de Nueva York. Su trabajo consisti¨® en grabar conversaciones con un miembro de la familia Gambino, que permitieron actuar contra los capos mafiosos de la ciudad. M¨¢s revelaciones sobre esta vieja historia surgieron en abril de este a?o, cuando Obama deb¨ªa acudir a la convenci¨®n anual de la National Action Network. ¡°El reverendo rata¡±, titul¨® el sensacionalista New York Post. ¡°No era ni soy una rata, porque yo no estaba con las ratas. Yo soy un gato. Cazo mafiosos, matones y malos polic¨ªas¡±, coloc¨® Sharpton en su perfil de Twitter. ¡°El FBI le pidi¨® ayuda y el acept¨®. Es lo que debe hacer un buen ciudadano¡±, coment¨® el alcalde De Blasio.
Es dif¨ªcil discernir si todos estos detalles y alguno m¨¢s llevaron a Tom Wolfe a inspirarse en Sharpton para su incendiario reverendo Bacon de La Hoguera de las Vanidades. Material ten¨ªa de sobra. Por ejemplo, el intento frustrado de asesinato de que fue objeto cuando preparaba una protesta en Brooklyn. Sharpton denunci¨® a la polic¨ªa por no protegerle. La demanda no prosper¨® porque el Ayuntamiento opt¨® por pagarle 200.000 d¨®lares.
Wolfe tambi¨¦n podr¨ªa haber tenido en cuenta los problemas con Hacienda del reverendo, o sus frustrados intentos de ser alcalde, senador e incluso candidato dem¨®crata a la Casa Blanca, o sus relaciones con traficantes de coca¨ªna o c¨®mo se hizo vegano tras su huelga de hombre durante su detenci¨®n por protestar contra la base naval estadounidense de Vieques, en Puerto Rico.
Hoy, 40 a?os despu¨¦s de su encuentro con el fallecido James Brown, al que considera un padre y del que se considera un hijo, Sharpton sigue en la brecha. La manifestaci¨®n en Nueva York por la muerte en julio de un hombre negro cuando era detenido por la polic¨ªa es una buena prueba. ¡°Seguiremos presionando porque ning¨²n hombre merece morir a manos de quienes juraron protegerle¡±, advirti¨® d¨ªas antes. Y en ello est¨¢.
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