Sebastianismo brasile?o
Marina Silva, la heredera de la candidatura de Campos, es la figura m¨¢s peligrosa con la que pod¨ªa chocar el PT
El 4 de agosto de 1578 Sebasti¨¢n I de Portugal muri¨® en la batalla de Alcazarquivir. As¨ª naci¨® el sebastianismo, un movimiento que profetizaba el regreso del monarca fallecido para conducir a la naci¨®n. El mito arraig¨® en el nordeste brasile?o y adquiri¨® con los siglos diversas modulaciones. La confianza en que la muerte puede proveer a la pol¨ªtica una redenci¨®n mesi¨¢nica parece visitar de nuevo a Brasil en estos d¨ªas. Las emociones que desat¨® la tr¨¢gica desaparici¨®n de Eduardo Campos, el candidato del Partido Socialista Brasile?o (PSB), revolucionaron la campa?a. Campos es, post mortem, el representante de muchos ciudadanos que apenas lo identificaban cuando estaba vivo. Esa canonizaci¨®n agiganta a su vice, Marina Silva, que ocupa su lugar. Dilma Rousseff nunca sospech¨® que su reelecci¨®n enfrentar¨ªa un desaf¨ªo tan riesgoso, tan inesperado.
La f¨®rmula inicial del PSB ten¨ªa la rareza de que Marina era mucho m¨¢s conocida que Campos. En 2010 hab¨ªa conseguido 20 millones de votos como candidata a presidente. Y a mediados de 2013 superaba a Dilma en las encuestas. Con la muerte de Campos el riesgo para Rousseff se multiplic¨®. Seg¨²n Datafolha, Marina desplaz¨® al tercer lugar a A¨¦cio Neves, del PSDB. El PSB pas¨® del 8% al 21%. En una eventual segunda vuelta contra Dilma, Marina triunfar¨ªa.
La heredera de Campos es la figura m¨¢s peligrosa con la que pod¨ªa chocar el PT. No es, como A¨¦cio, un antibi¨®tico. Es una vacuna. Est¨¢ hecha de una sustancia parecida a la de su rival.
La biograf¨ªa de Marina parece, como la de Lula da Silva, un gui¨®n de Hollywood. Naci¨® en una familia de agricultores, obreros y amas de casa del Estado de Acre. A los seis a?os, una intoxicaci¨®n con mercurio le produjo trastornos que arrastra todav¨ªa. Tuvo cinco malarias y tres hepatitis. De peque?a perdi¨® a la madre. Trabaj¨® como empleada dom¨¦stica. Aprendi¨® a leer a los 16 a?os. Se gradu¨® en Historia. Se cas¨®, se separ¨®, volvi¨® a casarse. Tiene cuatro hijos. Desde hace diez a?os es evang¨¦lica, de la Asamblea de Dios.
Intimidada, Rousseff se recost¨® sobre el padre del PT. Su publicidad defiende ¡°el pa¨ªs de Dilma y Lula¡±. Pero Marina puede ser vista, en un pliegue subliminal, como una heredera m¨¢s genuina de las promesas iniciales del gobierno. Marina, que fue ministra de Lula, interpela a una izquierda desencantada por las alianzas conservadoras del PT y los esc¨¢ndalos de corrupci¨®n. Hay otro dando vueltas: Paulo Costa, exdirector de Petrobras preso por maniobras ilegales, se acogi¨® al r¨¦gimen de delaci¨®n premiada. Transformado en hombre-bomba, podr¨ªa revelar irregularidades de la empresa.
Marina representa un ambientalismo algo brumoso, el regreso a un para¨ªso perdido que hace juego con la antropolog¨ªa radical de Eduardo Viveiros de Castro. Con un fraseo contempor¨¢neo, defiende el compromiso con la sustentabilidad ecol¨®gica, productiva, urbana. El partido de Marina, bautizado con dos palabras de moda, Red Sustentabilidad, rechaza donaciones de empresas de tabaco, agrot¨®xicos o bebidas alcoh¨®licas.
Los rivales presentan a la intransigente Marina como una Juana de Arco de la floresta. Ella intenta escapar de ese retrato con el auxilio de dos multimillonarios poderosos. Uno es Guillermo Leal, due?o de Natura, una multinacional de la cosm¨¦tica identificada con la preservaci¨®n del ambiente. La otra aliada es Mar¨ªa Alice Set¨²bal, Neca, accionista del banco Ita¨², el m¨¢s importante del pa¨ªs. Neca acaba de agitar la escena electoral con sus declaraciones a Folha de Sao Paulo. Revel¨® que Marina promover¨ªa una ley para la autonom¨ªa del Banco Central y fijar¨ªa una meta de inflaci¨®n m¨¢s rigurosa, del 4,5%, descendente hasta el 3% en cuatro a?os. Tambi¨¦n anticip¨® la incorporaci¨®n de otros financistas al entorno de la candidata.
Marina Silva pretende tranquilizar al mercado y seducir a los votantes urbanos de A¨¦cio que, con el asesoramiento de Arminio Fraga, impugna los extrav¨ªos econ¨®micos de Dilma. Brasil est¨¢ a las puertas de una recesi¨®n. Seg¨²n la Fundaci¨®n Getulio Vargas, el clima econ¨®mico es el peor desde 1991. Es l¨®gico que Marina se rodee de economistas ortodoxos, como Eduardo Gianetti o Andr¨¦ Lara Resende, uno de los padres del Plan Real. O que quiera sumar a Murilo Portugal. Gianetti acaba de definir el programa de la candidata: tipo de cambio flotante, super¨¢vit primario y metas de inflaci¨®n. Mientras Dilma profundiza el populismo, las oposiciones convergen.
Los adversarios de Marina intentan exponer su lado B. Cierta inclinaci¨®n al sectarismo que ya provoca chispazos con los l¨ªderes del PSB. Pero ella disfruta de un encanto propio de los grandes candidatos, como Lula o como Obama: logra que muchos votantes proyecten sobre su figura las mejores fantas¨ªas. El prodigio puede desvanecerse. Pero la carrera es corta. Por ahora, Marina encarna mejor que nadie la vocaci¨®n de cambio de la sociedad brasile?a. Un cambio de contornos poco definidos. Como ella.
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