Brasil en un laberinto
En el pa¨ªs varias veces la tragedia caus¨® consecuencias dr¨¢sticas que provocaron grandes cambios
En pol¨ªtica hay una ley inexorable; lo imposible siempre ocurre. En Brasil, varias veces la tragedia caus¨® consecuencias dr¨¢sticas que provocaron grandes cambios.
Solo hay que acordarse de las m¨¢s notorias: el suicidio de Get¨²lio Vargas, que, pr¨¢cticamente derrocado, con una bala en el pecho alcanza a sus adversarios; el derrame cerebral y muerte de Costa e Silva, que llevan a un golpe dentro del golpe, una Junta Militar, y una nueva Constituci¨®n otorgada; la muerte del presidente Rodrigues Alves, elegido por segunda vez, por la gripe espa?ola; Tancredo Neves, elegido para la redemocratizaci¨®n, enferma la v¨ªspera de su toma de posesi¨®n y muere al poco.
Vivimos uno de estos momentos. 60 d¨ªas antes de las elecciones, en un accidente, muere el candidato a presidente Eduardo Campos. La conmoci¨®n toma el pa¨ªs, pero no es la mayor consecuencia. Lo es la resurrecci¨®n de Marina Silva, que en las pasadas elecciones obtuvo 20 millones de votos. Sin poder presentarse por su partido ¡ªno logr¨® registrarlo¡ª se ali¨® como candidata a vicepresidente de Campos que, muerto, le ha devuelto la oportunidad de participar, como protagonista, de la carrera electoral.
"Cambiaron las suertes", como dec¨ªa un personaje de R¨®mulo Gallegos en Cantaclaro. Brasil ha entrado en un gran remolino pol¨ªtico.
Silva es una figura carism¨¢tica, m¨ªstica, dogm¨¢tica, prejuiciosa e intransigente. Fundadora del PT, fue ministra del presidente Lula y la ruptura con sus or¨ªgenes es difusa, sin l¨ªneas definidas.
Pero a su alrededor se ha creado un robusto frente de combate al PT y al Gobierno de Dilma Rousseff, lo que hace posible lo que se consideraba imposible: derrotarles. Las encuestas estimulan esa posibilidad. Sus apoyos son los m¨¢s ecl¨¦cticos: los indignados que hace algo m¨¢s de un a?o provocaron un ruido inmenso en el pa¨ªs; sus, hasta hace poco, frustrados seguidores; las fuertes corrientes e iglesias evang¨¦licas que la tienen de representante; las clases conservadoras, descontentas con las pol¨ªticas econ¨®mica, exterior, energ¨¦tica, agr¨ªcola, portuaria y de tierras; en el ¨¢mbito pol¨ªtico, los sectores descontentos del PT y los incalculables partidos aliados que se quejan del trato recibido por la presidenta y por la direcci¨®n del PT. La sensaci¨®n de los aliados es que se ha hecho de todo para barrerlos, causando enfrentamientos y aristas, y que ahora hay posibilidad de reacci¨®n. El PMDB, el mayor de los partidos de esa alianza y que nomin¨® al candidato a vicepresidente, est¨¢ muy dividido y solo no vota contra Rousseff por su participaci¨®n en la f¨®rmula; de un simple adorno, Michel Temer ha pasado a ser decisivo para la victoria.
Silva es una inc¨®gnita. La figura de hoy nada tiene que ver con su radical historia de guerrera de los cauchales
Adem¨¢s, un ciclo de pesimismo ha hecho que el pa¨ªs pierda su sue?o de potencia emergente, con n¨²meros que lo muestran al borde de la recesi¨®n, inflaci¨®n, altos intereses y calificaciones negativas de las agencias; junto al desprestigio de su diplomacia, herida tras ser tratada de "enana" por Israel, marcada por su alineamiento con el chavismo venezolano y por unas relaciones no muy amistosas con EE UU. La euforia se ha ido.
El PT nunca se plante¨® perder. Al rev¨¦s, cumpl¨ªa con ¨¦xito su objetivo de ser un partido hegem¨®nico, dominando el ayuntamiento de S?o Paulo, como ya sucede; buscando el Gobierno de los mayores estados, S?o Paulo y Minas Gerais; e implantando pol¨ªticas de control social, consejos populares e intervenci¨®n en los medios, como en Venezuela, Ecuador y Argentina.
Hay un tsunami pol¨ªtico en marcha. Ahora, la energ¨ªa inicial de la ola ya ha llegado al final. Sus objetivos se han logrado: una segunda vuelta electoral y una disputa re?ida donde todo puede ocurrir. El mayor partido de la oposici¨®n, el PSDB, pese a su excelente y talentoso candidato, ha sido aplastado por la guerra entre las dos candidatas procedentes de la izquierda.
Para huir de la amenaza de derrota, algunos l¨ªderes del PT hasta han pensado en hacer candidato a Lula. Pero el expresidente tambi¨¦n parece alcanzado por el maremoto y perdido su aura de invencibilidad, aunque mantenga su carisma y a¨²n sea el mayor l¨ªder pol¨ªtico del pa¨ªs.
Un ciclo de pesimismo ha hecho que el pa¨ªs pierda su sue?o de potencia emergente, con n¨²meros que lo muestran al borde de la recesi¨®n
La presidenta Rousseff, con su fuerte car¨¢cter de liderazgo, ha conquistado su espacio como gestora y no es mujer de tirar la toalla o aceptar humillaciones.
Silva es una inc¨®gnita. La figura de hoy nada tiene que ver con su radical historia de guerrera de los cauchales. Senadora durante 16 a?os ¡ªparte de esos a?os fue ministra de Medio Ambiente de Lula¡ª ha dejado su marca como radical, fundamentalista, de capacidad limitada, prefiriendo siempre el enfrentamiento al di¨¢logo y buscando la conversi¨®n y no el entendimiento. Fue formada en las Comunidades Eclesiales de Base, pero ahora es evang¨¦lica ortodoxa y cree que el mundo se divide entre destinados a la salvaci¨®n y condenados a la perdici¨®n.
Las elecciones son el 5 de octubre. La campa?a ha llegado a un alto grado de violencia, con golpes bajos. En los sondeos, nerviosos y esquizofr¨¦nicos, todo es posible. Las encuestas ¡ªque son muchas¡ª siempre muestran ventaja de Rousseff en la primera vuelta y victoria de Silva en la segunda, que exige mayor¨ªa absoluta.
La palabra exacta para la situaci¨®n actual es perplejidad.
Brasil ha perdido el optimismo, crecen las cr¨ªticas, ha desaparecido la sacralidad de las pol¨ªticas sociales. Lula da se?ales de no querer meterse en un pacto mort¨ªfero y se aleja de un duelo fatal.
Es un laberinto. Misterio e imprevisi¨®n.
Jos¨¦ Sarney fue presidente de Brasil entre 1985 y 1990.
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