La rebeli¨®n de las supervivientes
Las movilizaci¨®n de las v¨ªctimas de abusos sexuales en las universidades de EE UU destapa el drama oculto de unas instituciones que son un orgullo nacional
¡°Cuando una est¨¢ siendo violada el tiempo se convierte en un enemigo. Se desacelera a un ritmo tan insoportable que cada segundo se convierte en una hora; cada minuto, en un a?o, y la violaci¨®n, en toda una vida. El 25 de mayo de 2011 fui violada por un conocido en el dormitorio Crossett del campus del Amherst College¡±. La autora de estas l¨ªneas, Angie Epifano, es una superviviente. Dana Bolger, Camilla Quanta, Emma Sulkowicz, Zoe Ridolfi-Starr, Sarah Yee, Annie Clark, Andrea Pino y cientos m¨¢s tambi¨¦n son supervivientes. No son d¨¦biles ni se sienten vulnerables. No han sido derrotadas. No son v¨ªctimas. Y han dicho basta.
Una de cada cinco alumnas de ense?anza superior en EE UU sufre abusos sexuales en su campus. Las universidades y los college, orgullo del pa¨ªs, centros de excelencia de prestigio mundial, padecen una carcoma de la que hasta hace un par de a?os s¨®lo se hablaba en cafeter¨ªas o en pasillos. La carta de Angie Epifano, publicada en 2012 por el Amherst Student, una revista con 150 a?os de historia, lo cambi¨® todo. Miles de estudiantes se pusieron en contacto, denunciaron su drama y obligaron a los centros a asumir una realidad que siempre prefirieron ignorar.?La ola alcanz¨® al presidente Barack Obama, que este a?o, en un solemne acto, convirti¨® la lucha contra los ataques sexuales en los campus en una de sus prioridades.
¡°El asunto de la violencia contra las mujeres es tan viejo como el tiempo. La raz¨®n por la que parece m¨¢s com¨²n hoy en d¨ªa es porque las supervivientes han salido de las sombras y est¨¢n contando su verdad en un n¨²mero sin precedentes¡±, declara a EL PA?S Dana Bolger, violada en 2011 en el Amherst College de Massachusetts. Bonnie Fisher, experta en violencia sexual de la Universidad de Cincinnati, a?ade a este peri¨®dico otra explicaci¨®n: ¡°Ahora hay m¨¢s mujeres que hombres matriculadas. Tal vez por eso est¨¦ saliendo a la luz el problema". ¡°Es como si este tema hubiera salido del armario. La oscuridad ha terminado", afirma en sus entrevistas Bernice Sandler, de 86 a?os, veterana luchadora por los derechos civiles y considerada la madrina del T¨ªtulo IX de la reforma educativa de 1972, la que ampara las investigaciones en los campus contra las agresiones sexuales.
Frente a quienes defienden que se trata de un problema de alcohol y pubertad, los datos son contundentes. De ese 20% de j¨®venes agredidas, el 80% conoc¨ªa a sus asaltantes, seg¨²n un informe elaborado por la Casa Blanca. El 98% de los agresores son hombres. La mayor¨ªa de los ataques se registran en el primer y segundo a?o de carrera, durante la llamada zona roja, que va desde la llegada al campus a las vacaciones de Acci¨®n de Gracias (finales de Noviembre). La mayor parte de los asaltos se produce cuando la mujer est¨¢ bajo los efectos del alcohol o las drogas.
M¨¢s de 70 centros de educaci¨®n superior est¨¢n bajo investigaci¨®n federal
Estados Unidos tiene unos 4.600 centros de educaci¨®n superior, con unos 20 millones de estudiantes. ¡°Pese a que el porcentaje de mujeres que sufre abusos es m¨¢s o menos el mismo, desde la d¨¦cada de los 80 las mujeres son mayor¨ªa en los campus. En la actualidad, el 58% de los estudiantes son mujeres. Es decir el porcentaje de violaciones se mantiene estable mientras que el n¨²mero de matriculadas ha aumentado de 5,4 millones en 1980 a m¨¢s de 10 millones en 2012¡±, explica Bonnie Fisher a EL PA?S.
En la actualidad,?74 instituciones de educaci¨®n superior est¨¢n bajo investigaci¨®n federal. Entre ellas figuran centros de prestigio como Harvard, Princeton, Berkeley, Columbia o UCLA. Penn State University, con 45.000 alumnos, tiene el mayor n¨²mero de denuncias por sexo no consentido desde 2012 (84). Le sigue Harvard (83), con 28.000 estudiantes, y la University of Michigan-Ann Arbor, con 64 y 43.000 matriculados. El 55% de los 1.579 centros con m¨¢s de 1.000 alumnos recibi¨® al menos una denuncia por agresiones sexuales en 2012.
Un informe realizado por la senadora dem¨®crata de Misuri Claire McCaskill ofrece un panorama poco alentador. Muchas universidades incumplen la ley federal que les obliga a investigar con personal formado las denuncias de abusos y a informar de ellas. En 236 centros analizados, un 21% no dispone de ese personal y el 31% ni siquiera hab¨ªa proporcionado informaci¨®n a los alumnos. El 41% no ha llevado a cabo una investigaci¨®n sobre abusos sexuales en los ¨²ltimos cinco a?os
Detr¨¢s de las cifras hay mujeres de carne y hueso. La m¨¢s conocida es Emma Sulkowicz, estudiante de Artes de Columbia, en Nueva York. Fue violada en su segundo a?o de carrera. Su agresor, con el que hab¨ªa mantenido relaciones sexuales anteriormente, la penetr¨® analmente sin su consentimiento. No se atrevi¨® a denunciar su caso hasta que supo que otras dos chicas hab¨ªan sido v¨ªctimas del mismo agresor. Las tres denuncias fueron archivadas por la universidad.
La Casa Blanca cre¨® un grupo de trabajo sobre el problema el pasado enero
Sulkowicz renunci¨® a plantear cargos penales. En abril de este a?o present¨®, junto a otras 23 v¨ªctimas, una demanda contra el, a su juicio, ocultamiento sistem¨¢tico de los casos de abusos por parte de la universidad. Como trabajo de carrera, ha puesto en marcha una performance que ha recorrido el mundo. Desde septiembre carga un colch¨®n all¨ª a donde va. Asegura que lo har¨¢ hasta que se grad¨²e. "Me violaron en mi cama, y desde entonces eso se ha convertido en mi espacio", dice en el v¨ªdeo Mattres Performance / Carry that Weigh publicado por el?Columbia Spectator.
Pero si Sulkowicz y su colch¨®n son los iconos del movimiento, los motores son otros. Dana Bolger es uno de ellos. Fue violada en 2011. Era su segundo a?o en el Amherst College de Massachusetts. ¡°Mi decano me anim¨® a tomarme un tiempo en casa, sobre todo para que mi violador pudiera graduarse y no coincidir con ¨¦l¡±, explica. Cuando volvi¨®, ella y otras como ella solicitaron sin ¨¦xito al centro que las atendiera. Decidieron salir de las sombras. Angie Epifano, fue la primera. Escribi¨® su experiencia en la revista estudiantil en octubre de 2012. Hab¨ªa nacido un movimiento nuevo.
En el otro lado del pa¨ªs, viven dos ¡°hadas madrinas¡± de la revuelta. Son Annie Clark, de 25 a?os, y Andrea Pino, de 22. Tiene su Estrella de la Muerte, como la denominan ellas, en Los ?ngeles: un min¨²sculo apartamento desde el que asesoran, ayudan, movilizan con un par de ordenadores, un mapa del pa¨ªs con las universidades investigadas y toda la rabia sana del mundo.
De vuelta a Nueva York, Zoe Ridolfi-Starr es otra joven que ha alzado la voz. En su primer a?o en Columbia, durante una fiesta, dos chicos abusaron de ella. Nunca denunci¨® a sus agresores. Tras un a?o en Argentina, ahora est¨¢ de vuelta, decidida a plantar cara. Ridolfi-Starr se siente portavoz de chicas traicionadas por sus centros y por las autoridades. Ha creado un grupo denominado No red tape (No a la burocracia), que utiliza como eslogan ¡°Red tape won¡¯t cover up rape¡± (La burocracia no tapar¨¢ las violaciones).
Ante este panorama, la Casa Blanca cre¨® el 22 de enero de este a?o un grupo de trabajo. Entre las medidas que ha adoptado se incluye una web y una campa?a de v¨ªdeo: It's on us (Depende de nosotros). En ella han participado famosos como el actor John Hamm (Mad Men).
Tambi¨¦n han surgido movimientos espont¨¢neos. Es el caso de Know Your IX, una web de apoyo, contacto y asesoramiento fundada por Dana Bolger y Alexandra Brodsky. Un v¨ªdeo elaborado por una compa?¨ªa de tecnolog¨ªa de Washington, Everfi, es utilizado ahora por m¨¢s de 400 universidades. En ¨¦l se discuten estrategias para frenar los abusos sexuales en los campus.
La James Madison University ha lanzado una propia campa?a, No More, con v¨ªdeo incluido. Guillermo Rojas, estudiante del Darmouth College de Nueva York, cre¨® un mapa con la ubicaci¨®n exacta de los sitios donde se han producido ataques sexuales en su campus.
En algunas universidades han decidido castigar el consumo de alcohol, otras imparten cursos. El enfoque m¨¢s novedoso ha llegado de California. El Gobernador, Jerry Brown, ha firmado una ley que obliga a todas los centros a redactar pol¨ªticas de consentimiento. Si no, perder¨¢n la financiaci¨®n p¨²blica. Bajo esa ley, mantener relaciones sexuales requiere un "acuerdo afirmativo, consciente y voluntario¡±, que puede ser verbal o a trav¨¦s de acciones. ¡°Al margen del alcohol, la clave de este tema es el consentimiento. Si una persona no puede dar su permiso para una relaci¨®n sexual porque est¨¢ drogada o bebida, es una violaci¨®n. El consentimiento es al tema crucial¡±, afirma Bonnie Fisher.
Los estudiantes v¨ªctimas de una agresi¨®n sexual tienen tres opciones: buscar ayuda en el centro, acudir a la polic¨ªa o guardar silencio. La mayor¨ªa prefiere el centro, ante la creencia de que tendr¨¢ m¨¢s apoyo, en virtud del T¨ªtulo IX de la reforma educativa de 1972, una norma que obliga a las universidades a garantizar la igualdad entre sexos. Desde este punto de vista, la v¨ªctima de una violaci¨®n est¨¢ siendo discriminada en el acceso a la educaci¨®n.
Las universidades que reciben financiaci¨®n federal est¨¢n obligadas a informar de las agresiones que se producen en su campus o cerca de ¨¦l en virtud de la Clery Act (1990), que lleva el nombre de Jeanne Clery, una estudiante que fue violada y asesinada en su habitaci¨®n por un compa?ero en 1985.
En 2011, la Oficina para los Derechos Civiles del Departamento de Educaci¨®n de Estados Unidos envi¨® una carta a los centros denominada Querido colega, en la que alertaba del escaso rigor a la hora de aplicar el T¨ªtulo IX y la Clery Act y les amenazaba con la retirada de los fondos federales. Esto provoc¨® un alza en el n¨²mero de denuncias reportadas.
Algunos conservadores han puesto en duda el problema. Heather MacDonald, del think tank conservador Manhattan Institute, escribi¨®: "La realidad en los campus no es una epidemia de violaciones sino un problema de exceso de alcohol y promiscuidad sin control normativo¡±. Hay otras opiniones: ¡°La violaci¨®n es el delito violento m¨¢s com¨²n no reportado en los campus universitarios. Es evidente que los funcionarios incumplen de forma sistem¨¢tica la ley y no informan de los delitos¡±, denunci¨® la soci¨®loga del Occidental College de Los ?ngeles Danielle Dirks en un art¨ªculo en The New York Times el 12 de agosto.
Para muchos expertos, las universidades no saben c¨®mo tratar un fen¨®meno que tiene sus ra¨ªces en la revoluci¨®n sexual de los a?os sesenta y setenta, cuando abandonaron restrictivas normas de contacto entre sexos a cambio de permisividad. ¡°Los a?os de universidad ofrecen la oportunidad de experimentar la vida sin demasiada supervisi¨®n. Son j¨®venes inmaduros, en el sentido de que acaban de dejar la protecci¨®n de la casa familiar¡±, opina a EL PA?S Bonnie Fisher. ¡°No estamos hablando de chicos borrachos practicando sexo. Estamos hablando de depredadores calculadores. En cualquier otro ¨¢mbito, un agresor sexual ser¨ªa repudiado, pero por alguna raz¨®n, en las universidades se les quiere y protege¡±, denuncia la soci¨®loga del Occidental College de Los ?ngeles Danielle Dirks.
¡°La mayor¨ªa de los agresores son reincidentes¡±
Dana Bolger tiene d¨ªas buenos y malos. Fue violada en 2011 en el Amherst College de Massachusetts y el dolor sigue ah¨ª. Pero ha convertido su experiencia en el motor de su activismo contra los abusos en las universidades americanas. Fundadora de la web Know Your IX, sitio de referencia para asesorarse sobre el tema, se siente una superviviente, en la medida en que no se siente derrotada por lo que le sucedi¨®. "Le doy muchas vueltas a c¨®mo definirme. Mucha gente utiliza la palabra superviviente para demostrar que ha afrontado la terrible experiencia de ser v¨ªctima, y que esa circunstancia no la derrotar¨¢ o marcar¨¢ de por vida. Por eso yo tambi¨¦n uso la palabra. Pero a veces creo que ese t¨¦rmino puede ocultar que la superviviente ya no es la misma persona. Tengo buenos y malos d¨ªas. Mi violaci¨®n fue hace tres a?os y ahora soy mucho m¨¢s fuerte. Pero todav¨ªa tengo d¨ªas en que todo aquello vuelve a la superficie, d¨ªas en los que no me siento tan fuerte", confiesa a EL PA?S.
Para Bolger, las cuesti¨®n de los asaltos sexuales en los campus ¡°no es producto de su liberaci¨®n o de una mayor promiscuidad¡±, sino de pautas culturales muy arraigadas que requieren cambios profundos. ¡°Las investigaciones muestran que la mayor¨ªa de los agresores de las universidades son reincidentes, con una media de seis v¨ªctimas. Utilizan el alcohol como arma para someter la capacidad de resistencia de sus v¨ªctimas y para minar su credibilidad despu¨¦s de la agresi¨®n. Pero eso no significa que la soluci¨®n sea prohibir el alcohol. Eso conducir¨ªa a un consumo ilegal, que har¨ªa que las v¨ªctimas se retrajeran a¨²n m¨¢s a la hora de denunciar los hechos. Y los agresores encuentran siempre nuevas v¨ªas para llegar a sus v¨ªctimas. En lugar de eso, necesitamos cambiar c¨®mo nuestra cultura aborda el sexo y el g¨¦nero. Mientras los hombres son preparados para ser agresivos, dominantes y no aceptar un no como respuesta, y las mujeres para ser pasivas, silenciosas y capaces de perdonar siempre, estaremos siempre atrapados en esta ecuaci¨®n. Como sociedad, tenemos que apoyar y crear a las v¨ªctimas, pedir cuentas a los agresores y educar sexualmente a edades m¨¢s tempranas¡±.
A partir de su formaci¨®n como jurista, Bolger defiende que las universidades atiendan los casos de violaciones, adem¨¢s de la v¨ªa penal, algo que forma parte del debate. ¡°Muchas veces la gente me pregunta por qu¨¦ las universidades se hacen cargo de los casos de violaci¨®n. ?No deber¨ªa ser la polic¨ªa la encargada?, me preguntan. La respuesta es s¨ª y no. Las dos v¨ªas no son excluyentes. La polic¨ªa atiende los casos de violaciones porque la violaci¨®n es un crimen, y las universidades hacen lo propio porque es una cuesti¨®n de derechos civiles. Deber¨ªa ser casi imposible para una superviviente ir a la misma clase que su agresor o escribir su drama en un peri¨®dico cuando la habitaci¨®n de su violador est¨¢ a pocos metros de la de ella. Las universidades deben apoyar a la superviviente para que pueda seguir en el centro y recibir una educaci¨®n. Eso es algo que la polic¨ªa no puede hacer¡±.
Frente a quienes denuncian que el rigor de la Casa Blanca en este tema est¨¢ vulnerando los derechos de muchos acusados, Bolger se posiciona con claridad: ¡°Al exigir a los centros que sean justos con la v¨ªctima y el acusado, el T¨ªtulo IX garantiza a los presuntos agresores m¨¢s derechos de los que tienen en el campus en otros c¨®digos disciplinarios, como el que por ejemplo atiende casos de plagio. Por ejemplo, si una v¨ªctima tiene el derecho a apelar una decisi¨®n o sanci¨®n, el acusado tiene el mismo derecho¡±.
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