El Senado italiano se rebela contra las prisas de Renzi
El primer ministro ve frustrado su intento de exhibir ante Merkel la reforma laboral
En tanto cumple su objetivo declarado de eliminar el Senado —o de convertirlo en una cámara simplemente decorativa—, Matteo Renzi le pidió este jueves un favor. Que aprobase su proyecto de reforma laboral a tiempo de exhibirlo ante sus colegas europeos, reunidos en Milán en la cumbre sobre empleo juvenil, como un trofeo personal y una muestra de que, ahora sí, Italia está cambiando.
Pero el Senado, donde el Partido Democrático (PD) dispone de una mayoría tan exigua que la mínima disidencia puede hacerla trizas, decidió que las prisas no son buenas y que Renzi, siempre tan sobrado de autoestima, no tendría más remedio que presentarse ante Angela Merkel con los deberes sin hacer. La aprobación de la moción de confianza al Gobierno —por 166 votos a favor, 111 en contra y dos abstenciones— no se produjo hasta la una de la madrugada del jueves, mucho después de que los líderes europeos que habían llegado el miércoles a Milán emprendiesen el camino de regreso.
La oposición abucheó y lanzó objetos al presidente del Senado por negarse a aplazar el debate
Al enterarse de que algunos senadores, sobre todo del Movimiento 5 Estrellas (M5S), habían organizado una tangana que había obligado al presidente del Senado, Pietro Grasso, a expulsar a un par de ellos y a suspender la sesión, el primer ministro italiano declaró: “Puede haber contestación y polémica, pero las reformas se harán. Vamos adelante con serenidad y determinación. No retrocederemos ni un centímetro”. Justo lo que faltó, ya en la sesión de tarde, para que un libro lanzado desde el hemiciclo (por parte de Gian Marco Centinaio, de la Liga Norte) no impactase en el rostro del presidente del Senado, que soportó abucheos, insultos y lluvia de objetos por no aplazar la votación sobre la reforma laboral para dar más tiempo al debate. A un buen número de senadores, incluidos algunos del PD, no les cabe ninguna duda de que las prisas del Gobierno de Renzi por aprobar el proyecto de reforma —retocándolo hasta última hora y sin apenas debate— se debían a su necesidad de blindarse ante Europa en un momento en que Italia —desde la izquierda de su propio partido a las organizaciones empresariales, pasando por sindicatos, medios de comunicación y hasta obispos— empieza a rebelársele.
La decisión de eliminar el llamado artículo 18 del estatuto de los trabajadores —según el cual los empresarios tienen la obligación de readmitir a los despedidos de forma improcedente en las empresas con más de 15 empleados— ha puesto en guardia a una buena parte de la base social del PD: el senador Walter Tocci votó a favor para después presentar su dimisión. El objetivo del Ejecutivo es crear un sistema de protección gradual de los trabajadores, por lo que solo con la antigüedad se podrán obtener algunos derechos, como la readmisión en caso de despido.
Aunque descartando de antemano un amotinamiento que provocase la pérdida de la confianza del Senado —y por ende la caída del Gobierno—, 27 senadores y 9 diputados de la formación de centroizquierda se descolgaron con un documento en el que critican la redacción, por ambigua e inexacta, del proyecto de reforma laboral. Temen que, una vez superada la moción de confianza, el primer ministro la utilice como un verdadero cheque en blanco. En cualquier caso, lo que sí consiguió este jueves el Senado fue dejar a Renzi vendido ante sus homólogos europeos.
Varios Gobiernos han tratado de modificar el artículo 18: en 2002, el intento del Ejecutivo de Silvio Berlusconi de reformarlo desencadenó una huelga general. La líder de la Confederación General Italiana de Trabajadores (CGIL), Susanna Camusso, ya había comunicado a Renzi, hace unos días, su "rechazo total" hacia la modificación de la norma y la decisión del sindicato de convocar una manifestación para el 25 de octubre.
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