Maestros o m¨¢rtires
M¨¦xico espera por el destino de 43 estudiantes desaparecidos Este es el perfil de diez maestros en ciernes que chocaron con el crimen organizado
La escuela normal rural de Ayotzinapa es la sala de espera de los padres de los 43 estudiantes de magisterio mexicanos desaparecidos hace dos semanas. El centro de estudios forma maestros rurales. Es p¨²blico, gratuito y solo selecciona a miembros de familias pobres. Las instalaciones est¨¢n a un lado de una carretera secundaria en una serran¨ªa calurosa, separadas de los n¨²cleos urbanos cercanos. Cuenta con unos 500 alumnos en r¨¦gimen de internado. Tiene 88 a?os de antig¨¹edad y es de tradici¨®n ideol¨®gica socialista. En ella se form¨® el conocido guerrillero Lucio Caba?as. El viernes a la comida, charlando sobre la Revoluci¨®n cubana, un estudiante le mostraba a otro un cuaderno de El Capital de Carlos Marx y le dec¨ªa: "Mira esto. Ya voy por el cuarto. Cuando t¨² llegues a eso, vas a entender lo que es Cuba". El centro mantiene un esp¨ªritu contestatario, de defensa del campo y fuertemente corporativo. Los estudiantes, de primer y segundo curso, la mayor¨ªa en torno a los 20 a?os, fueron secuestrados el viernes 26 de septiembre a manos de la polic¨ªa municipal de Iguala -una ciudad cercana- y unos presuntos sicarios. Los alumnos estaban apropi¨¢ndose en esos momentos de tres autobuses que iban a utilizar para sus desplazamientos, una pr¨¢ctica muy com¨²n con la que compensan sus bajos recursos. Las autoridades han hallado en este tiempo una decena de fosas ocultas en un cerro con m¨¢s de 30 cad¨¢veres que siguen sin ser identificados. El alcalde de Iguala y su jefe de polic¨ªa, supuestos aliados de un cartel local, est¨¢n pr¨®fugos.
Esta es una selecci¨®n de perfiles suyos en base a entrevistas con familiares.
Jos¨¦ ?ngel Campos | Amable y goleador
Cuando Bernardo Campos llega a casa por las noches, su mujer le pregunta si el chico apareci¨® y ¨¦l le dice "no, nada". Entonces ella se pone triste y empieza a llorar. El mediano de sus tres hijos, Jos¨¦ ?ngel Campos, se hab¨ªa pasado la vida trabajando con su padre. "Cultiv¨¢bamos ma¨ªz, frijol, sorgo para alimentar las vaquitas de orde?a. O nos ¨ªbamos de peones. Otras personas nos alquilaban para el campo", dice Bernardo. Su esposa no est¨¢ con ¨¦l haciendo guardia en la escuela porque se tiene que quedar en casa cuidando a un t¨ªo enfermo que "se mare¨® de la ¨²lcera". Jos¨¦ ?ngel termin¨® el bachillerato el curso pasado con 32 a?os y decidi¨® que quer¨ªa ser profesor. Su padre lo apoy¨® y le dijo que mientras estudiase, ¨¦l se encargar¨ªa de que en casa hubiese comida. Cuenta que es amable, trabajador y un buen delantero amateur. "Su palabra m¨¢s favorita era gol". Jos¨¦ ?ngel est¨¢ casado y tiene dos hijas, Am¨¦rica, de siete a?os, y una de dos meses que a¨²n no tiene nombre porque todav¨ªa no la han llevado al registro civil. De momento no le llaman de ninguna manera.
C¨¦sar Manuel Gonz¨¢lez | Cristiano Ronaldo lee a Marx
El d¨ªa que desapareci¨® se dej¨® el tel¨¦fono en la escuela. Al encenderlo, llegan mensajes en Facebook: "?D¨®nde est¨¢s, canijo?"; en Instagram: "Vuelve de una pinche vez"; y en Whatsapp: "Rezo por ti". Tres meses en la escuela fueron suficientes para cambiarlo. El Tlaxcalita, de 21 a?os, lleg¨® vestido de marca, mandaba a las chicas fotos de sus abdominales y se dibujaba a s¨ª mismo en una aplicaci¨®n del m¨®vil con aires a Cristiano Ronaldo. Esa imagen es su fondo de pantalla. Las teor¨ªas de Marx y el entrenamiento f¨ªsico refrenaron su car¨¢cter vanidoso. Con el dinero que le mandaba su familia se compr¨® unas sandalias de suela de llanta que presum¨ªa, con iron¨ªa, como si fueran unos Salvatore Ferragamo. "Vale m¨¢s la palabra de un pobre que la de un rico", era ahora su frase favorita. Llamaba a casa y le dec¨ªa a su padre: "?C¨®mo est¨¢ usted?". Hasta entonces siempre le hab¨ªa hablado de t¨². Noches atr¨¢s, su padre se despert¨® sobresaltado. Hizo autostop en una carretera secundaria hasta llegar a Iguala, donde desaparecieron los estudiantes. Vag¨® de madrugada por una ciudad de sombras. En una esquina vio a C¨¦sar vestido con un sudadera. Lo persigui¨® durante varias calles hasta que logr¨® ver bien su cara. No era C¨¦sar.
Jorge ?lvarez Nava | Un campesino con sinusitis
Su padre lo vio por ¨²ltima vez en agosto cuando vino a una reuni¨®n a la escuela. Jorge, 19 a?os, se acerc¨® a saludarlo y se dieron un abrazo. Su hermana era cajera en un banco hasta que ocurri¨® lo de su desaparici¨®n. Le dijo a su jefe que no era capaz de concentrarse para hacer cuentas y dej¨® el trabajo. Jorge tuvo fiebre tifoidea a los seis a?os y sinusitis durante toda su vida. Eso lo desvi¨® de su destino de trabajar la tierra con su padre y le hizo pasar m¨¢s tiempo dentro de casa pegado a su madre. Ella dice que le¨ªa mucho y despu¨¦s le iba a hablar de lo que aprend¨ªa. "De historia, de c¨®mo se hizo el mundo, de la luna, que si la tierra, que si los meteoritos; ¨¦l estudiaba todas esas cosas en la computadora y me las platicaba". El padre siente el impulso de ir al monte a tratar de encontrar a su hijo: "Si pudiera ir a buscarlo armado, ir¨ªa". Hace un a?o le compr¨® una guitarra de 2.500 pesos (150 euros) a pagar en dos plazos. Hab¨ªa aprendido a tocar por Internet. La canci¨®n que m¨¢s ensayaba era Cuando me enamoro, de Enrique Iglesias y Juan Luis Guerra.
Bernardo Flores | Comil¨®n de iguanas
Randy, el perro, saca a la iguana de la madriguera y Bernardo, el cazador, la remata con un tirachinas. Despu¨¦s el cazador lleva la pieza a su madre. La se?ora le corta las patas, la cabeza y condimenta la carne. Cuando est¨¢ en su punto de cocci¨®n, vierte una salsa de chile verde. La comida favorita de Bernardo es la iguana en salsa verde. Durante muchos a?os, se levant¨® a las siete de la ma?ana para trabajar el campo. Con un machete limpiaba el terreno. Se dio cuenta de que este no era su mundo cuando prob¨® otra cosa. Un d¨ªa acompa?¨® a su madre, una maestra de escuela y descubri¨® lo reconfortante que es trabajar sentado. Bernardo -el cazador, el campesino de 19 a?os- se sinti¨® profesor. Pero no iba a ser tan f¨¢cil. En Ayotzinapa vivi¨® d¨ªas de zozobra por el f¨ªsico. Sus kilos de m¨¢s fueron un lastre. Bernardo -El Cochi por su parecido con un narco regordete de una pel¨ªcula- eran el que menos corr¨ªa. Le costaba hacer flexiones. Solo ten¨ªa una ventaja. Al resto le hab¨ªan salido callos por el manejo del machete. Las suyas, ¨¢speras como la piel de una iguana, permanec¨ªan intactas. Su padre Nardo lo espera ahora en el patio de la escuela. Alrededor del padre merodea un perro. Bernardo, d¨ªas antes de su desaparici¨®n, le escribi¨® un SMS a su viejo: "Por aqu¨ª hay un perro que se parece a Randy".
Sa¨²l Bruno Garc¨ªa | Amigo de los cerdos
Despu¨¦s diez minutos de conversaci¨®n, de repente su padre se pone hosco y dice que se arrepiente de haber dicho de qu¨¦ pueblo son, y no deja de repetirlo. "Ahora si mi hijo aparece van a venir derechito a por ¨¦l a la casa". Pide que se elimine del bloc el nombre del lugar, "b¨®rrelo, b¨®rrelo". Su hijo, el tercero de cuatro, tiene 18 a?os. Dicen sus padres que la primera semana de pruebas en la escuela lo pas¨® mal. Com¨ªan poco, hac¨ªan mucho ejercicio y solo dorm¨ªan una hora y media al d¨ªa, de madrugada. Tambi¨¦n le¨ªan. "Estudiaba puros libros de leyes", dice su madre. "Me dijo, mami, yo me met¨ª a activista para leer y poder explicarle las cosas a los chamacos y defender a mis compa?eros". Est¨¢n orgullosos de que sea el primer "profesionista" de la familia. Hab¨ªa salido de casa a los 16 a?os para poder ir a hacer el bachillerato. Dicen que le gustaba dibujar. Hace poco le pint¨® a una sobrina suya una rosa con una espada cruzada. Y le encantaba el trabajo del campo, especialmente darle de comer a los marranos.
Antonio Santana Maestro? | Un novio concienzudo
Tiene 20 a?os. Se llama Antonio porque naci¨® un d¨ªa con un santo de nombre feo y su madre dijo que mejor el del d¨ªa anterior, San Antonio. Desde chico acompa?aba al trabajo a su madre, maestra de primaria. All¨ª no hay luz, ni ordenadores, y los alumnos son hijos de campesinos analfabetos que se desloman para que su familia prospere. Entre esas cuatro paredes de un aula remota, Antonio, El Teacher por su segundo apellido en ingl¨¦s, tom¨® conciencia de que quer¨ªa dedicar su vida a ense?ar a los m¨¢s pobres. La escuela de Ayotzinapa, muy cerquita de su casa, era el mejor lugar para conseguir ese objetivo. No sabe conducir. Juega al f¨²tbol en un sitio conocido como La Jaula, una cancha de tierra rodeada de alambrada. Cuando marcaba un gol se sub¨ªa a ella y festejaba como si estuviera en La Bombonera. Antonio se cri¨® sin padre pero un hombre con sombrero blanco, bigote y gesto adusto con el que se cas¨® su madre por segunda vez hizo de tal. Esa sombra de un padre ausente le ha hecho tener algunas cosas muy claras en la vida: ¨¦l no quiere ser un tarambana que va teniendo ni?os por ah¨ª que no pueda criar. Una chica del pueblo lo rondaba para casarse con ¨¦l pero su madre recuerda lo que le contest¨®: "Se?orita, no me quiero casar as¨ª nom¨¢s, sin nada que ofrecer".
Christian Alfonso Rodr¨ªguez | ?Danzante o guerrillero?
Un d¨ªa antes de su desaparici¨®n se pas¨® por casa. Su familia vive en Tixtla, un pueblo al lado de Ayotzinapa. Christian, 19 a?os, le dijo a su madre que despu¨¦s de las actividades en Iguala -la incautaci¨®n de tres autobuses con los que iban a viajar a una marcha al DF- pasar¨ªa tres d¨ªas de descanso con ellos. La madre lo persign¨® y le dijo que fuera con Dios. Desde entonces no lo ha vuelto a ver. Le llaman Hugo porque sol¨ªa ir con una camiseta de Hugo Boss. Es alto -187 cent¨ªmetros- y calza un 43. Siempre se da cuenta de que su compa?ero de habitaci¨®n le ha tomado prestadas las botas porque le sobra medio pie. No quiere ser profesor. Lo suyo era la danza. La escuela rural es un oportunidad para formarse intelectualmente y dejar de ser una carga econ¨®mica para sus padres. El baile que mejor se le da es el veracruzano. Para perpetrarlo se viste de bot¨ªn, guayabera, pantal¨®n de manta, sombrero y pa?uelo rojo. En el futuro se ve como profesor de danzas regionales mexicanas. Su hermana Carmen es mucho m¨¢s bajita que ¨¦l. La familia dice entre bromas que con ella le echaron menos ganas o no le pusieron suficiente abono. Aunque a Hugo lo hab¨ªan nombrado delegado de su clase, su hermana Carmen lo tiene claro: "?l no encajaba en este ambiente".
Jorge Antonio Tizapa Legide?o? | Apagado o fuera de cobertura
Su padre es una carta con dinero que llega de Estados Unidos. Jorge Antonio apenas tiene recuerdos de su progenitor, que hace muchos a?os se fue a trabajar de fontanero all¨¢ arriba. El padre est¨¢ enterado de lo ocurrido pero por ahora no planea volver. La madre no deja de llamar a su hijo por tel¨¦fono. El n¨²mero al que llama est¨¢ "apagado o fuera de cobertura". Jorge, de 20 a?os, no fue un alumno especialmente aventajado en la escuela. Le costaban las matem¨¢ticas y la lengua. Durante un tiempo dej¨® los estudios. Cubr¨ªa como ch¨®fer de un microb¨²s la ruta de Tixtla a Atliaca. Se enamor¨® de una muchacha con la que tuvo un hijo. Construy¨® una casa de l¨¢mina junto a la de su madre. Ni ¨¦l ni la muchacha fueron felices y se separaron. En ese momento decidi¨® ingresar en la escuela de magisterio. Su hermano Iv¨¢n dice que ¨²ltimamente estaba m¨¢s "ponchado", entre fuerte y rellenito. Su madre va a todos lados con una carpetilla donde guarda el acta de nacimiento de su hijo: "Nacido a las 13:40 de un d¨ªa de junio de 1994". Mientras hablamos vuelve a marcar por tel¨¦fono. La llamada no entra.
Carlos Lorenzo Hern¨¢ndez | Entre Marx y el Quijote
Est¨¢ en primer curso y tiene 18 a?os. "Es alto, morenito, ni muy flaco ni muy gordo, rollicito", dice Enidh, su t¨ªa, de 22 a?os. Son de Huajintepec, un pueblo a seis horas en coche de la escuela de magisterio. "Ni muy peque?o ni muy grande". Cuando a¨²n viv¨ªa en el pueblo, Enidh y ¨¦l se juntaban por las tardes con el resto de "los chamacos" y se pon¨ªan a jugar al f¨²tbol. "All¨¢ es una vida tranquila. Ni accidentes ni violencia ni nada". Es el mayor de cuatro hermanos. Su padre trabaja cortando malas hierbas en plantaciones de ma¨ªz por 150 pesos (nueve euros) al d¨ªa. Hubieran preferido mandarlo a estudiar m¨¢s cerca de casa, pero no hab¨ªa ning¨²n centro donde tuviese dormitorio y comida gratis y en el que no hubiese que pagar por la inscripci¨®n. Carlos les dec¨ªa que estaba leyendo a Marx y a Lenin y una novela: Don Quijote de la Mancha.
Jes¨²s Jovany Rodr¨ªguez | Orden y progreso
Jes¨²s Jovany Rodr¨ªguez tiene 20 a?os. Su anhelo era ser maestro, aunque a su madre le gustaba m¨¢s la idea de que estudiase inform¨¢tica. "Por dondequiera, en eso de las computadoras hay m¨¢s trabajo". Mar¨ªa Concepci¨®n Tlatempa, serena, arropada con un rebozo blanco, dice que su hijo estaba contento porque pronto le iban a entregar en la escuela el uniforme de gala. Le contaba que por las ma?anas sal¨ªan a correr temprano, sobre las cinco de la ma?ana. ?l es el mayor de tres hermanos. Se comportaba con ellos como un orientador. A su hermana, de 19 a?os, le recomend¨® que no se casara tan joven. Pensaba que ten¨ªa que formarse primero para no pasarse el resto de su vida metida en casa dependiendo de su marido. Ella le hac¨ªa caso y quer¨ªa estudiar tambi¨¦n para maestra. Pero se qued¨® embarazada, se cas¨® y renunci¨® a los estudios. Su madre cuenta que era serio y austero. Solo una vez le pidi¨® un capricho. Unas Nike blancas de 700 pesos (40 euros). Se las compr¨® hace cuatro a?os. Todav¨ªa las conservaba en casa de sus padres, alineadas en el armario en una hilera de tenis, al lado de la hilera de los zapatos.
Las fotos de los alumnos son de Rodolfo Valtierra.
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