El ¡®crash¡¯ del ladrillo retumba en el Este
Rumania apost¨® gran parte de su desarrollo econ¨®mico al auge del mercado inmobiliario tras una larga transici¨®n. Ahora trata de reponerse del estallido de la burbuja
Iba a ser inmenso. Imponente. Un edificio regio, con columnas de piedra y altas ventanas. Se dice que blanco, por supuesto, como casi todo lo que se dise?¨® en la ¨¦poca de Nicolae Ceaucescu. Pero el que deb¨ªa ser el Instituto Elena Ceaucescu, en honor a la esposa y n¨²mero dos del dictador comunista que Gobern¨® Rumania durante 24 a?os, nunca lleg¨® a construirse. El solar donde iba a erigirse la instituci¨®n educativa de la?primera cient¨ªfica de Rumania --como gustaba hacerse llamar la mujer--, est¨¢ vac¨ªo. A unos minutos del r¨ªo Dambobita y de Piata Uniri, en una atractiva zona de Bucarest, el enorme terreno espera desde hace 25 a?os la piqueta. Las obras ten¨ªan que haber empezado el invierno de 1989. Pero los escombros del derribo del Muro de Berl¨ªn, y las revoluciones que dinamitar¨ªan la mayor¨ªa de las dictaduras de Europa del Este aquel oto?o, alcanzaron la capital rumana antes de que se pusiera la primera piedra. Y no hubo tiempo para otro proyecto fara¨®nico del megal¨®mano dictador.
Nicolae y Elena Ceaucescu fueron juzgados por un improvisado tribunal militar y ajusticiados el d¨ªa de Navidad de 1989. Y desde ese d¨ªa el solar est¨¢ abandonado. Camil Ionesco, de 66 a?os, propietario de un peque?o kiosco cercano en el que vende desde galletas y refrescos hasta sobrecitos de champ¨², cuenta que ni siquiera en la ¨¦poca de las?vacas gordas, cuando decenas de constructoras desembarcaron en el pa¨ªs para aprovechar el boom inmobiliario que despert¨® la entrada de Rumania en la Uni¨®n Europea, en 2007, llegaron las gr¨²as. ¡°Este sitio es como un s¨ªmbolo de todo lo que se fue. Construir aqu¨ª dar¨ªa mala suerte. Nadie querr¨ªa vivir ni trabajar en este lugar. Al menos yo no¡±, remarca el hombre, atus¨¢ndose el pelo ralo y canoso.
Hoy, el solar de Elena Ceaucescu es como una cicatriz en el suelo gris de Bucarest. Pero aunque quiz¨¢ sea la m¨¢s antigua, no es la ¨²nica. En los a?os previos a la entrada de Rumania en la UE, el pa¨ªs se ve¨ªa como un lugar jugoso para la inversi¨®n, sobre todo extranjera. As¨ª se?vend¨ªa en numerosos folletos de las c¨¢maras de comercio. Hab¨ªa terrenos baratos, mano de obra con salarios menores a los de otros pa¨ªses europeos, y muchas oportunidades en un pa¨ªs que iniciaba su desarrollo con la ayuda de las instituciones comunitarias. ¡°Empresas italianas y alemanas iniciaron proyectos agr¨ªcolas e industriales en Rumania. Tambi¨¦n llegaron inmobiliarias y promotoras francesas o espa?olas con proyectos de todo tipo: sobre todo edificios residenciales¡±, explica el analista econ¨®mico Matei Petre.
Rumania (22 millones de habitantes) era un mercado en expansi¨®n frente al agotamiento de otros pa¨ªses de la UE. Hoy es, tras Bulgaria, el segundo miembro comunitario m¨¢s pobre, pero entonces su econom¨ªa crec¨ªa a ritmo de casi un 8% anual. Y con previsi¨®n de subir m¨¢s, apunta Petre en su despacho del centro de Bucarest. Los rumanos, tras a?os embarcados en la larga y lenta transici¨®n que lleg¨® tras el derrumbe de la dictadura comunista, empezaban a divisar un horizonte m¨¢s espl¨¦ndido. En 2008, se terminaron de construir m¨¢s de 67.300 edificios en el pa¨ªs, seg¨²n el Instituto Nacional de Estad¨ªstica rumano. Unos datos muy superiores a las de los a?os previos a la entrada de Rumania en el club comunitario, cuando las mejores cifras apenas superaban los 35.000.
Pero la luna de miel dur¨® poco. En 2010, la crisis alcanz¨® al mayor de los pa¨ªses balc¨¢nicos. Y la burbuja inmobiliaria, calentada por la inversi¨®n extranjera, estall¨®. En 2013, apenas se terminaron de construir 40.000 edificios. El de la calle Prisaca Dornei no es uno de ellos. Su esqueleto espera a los obreros desde hace cuatro a?os. Bogdam, de 27 a?os, y sus amigos beben unas cervezas, sentados en unas cuantas sillas plegables, justo delante. ¡°Al principio, la construcci¨®n avanzaba muy r¨¢pido. Un d¨ªa par¨®, sin m¨¢s¡±, dice el joven.
Est¨¢n en un buen barrio. Tiene metro, est¨¢ al lado de un bonito parque y una iglesia nueva; cerca de varios colegios. Es el ¨²nico edificio abandonado en la zona ¨Caunque en otras ciudades, como Bucau o Constanta, hay otros en una situaci¨®n similar--, pero no el ¨²nico atrapado por la crisis. En la comunidad donde vive la rubia y espigada Alina Munteanu, por ejemplo, hay a¨²n numerosos apartamentos vac¨ªos. ¡°Nadie tiene dinero para comprar, y si lo tienen esperan a que los precios bajen m¨¢s¡±, dice molesta. Est¨¢ contrariada y con raz¨®n. Desde 2008 el metro cuadrado en Bucarest ha pasado de costar 2.000 euros a 1.000, de media; y el apartamento que compr¨® Munteanu en pleno ¡®boom¡¯ ya no vale los 75.000 euros que pag¨®. ¡°Y en cambio nuestro sueldo es menor¡±, apostilla.
Con la entrada del pa¨ªs en la UE llegaron inversores extranjeros en busca de oportunidades
Munteanu trabaja para la administraci¨®n. Su salario es uno de los que mengu¨® con las draconianas medidas de austeridad emprendidas por el Gobierno de Victor Ponta --candidato ahora a la presidencia del pa¨ªs--, tras el colapso de los mercados. Si puede seguir pagando el piso, dice, es porque su marido, consultor, gana algo m¨¢s. ¡°D¨®nde ir¨ªa yo, si no, con menos de 300 euros al mes¡±, dice. En Rumania, el salario medio es similar a lo que cobra Munteanu; el m¨ªnimo apenas sube de los 150 euros mensuales, y un profesional liberal no suele pasar de los 500. Mientras, la tasa de desempleo no es muy elevada: entorno al 8%, frente al 24% de Espa?a, apunta el economista Petre.
El sue?o de una Rumania espl¨¦ndida atrajo a algunos hijos de la di¨¢spora. Eugen Tibi, que volvi¨® a Bucarest desde Espa?a para trabajar en la construcci¨®n, es uno de ellos. Este hombre de 48 a?os, alto y fuerte, hab¨ªa sido instalador electricista durante una d¨¦cada en la zona del corredor del Henares (al este de Madrid), y en 2006 encontr¨® un buen trabajo con una promotora de la capital rumana. ¡°Se ganaba bien. Unos 1.000 euros al mes si eras un buen profesional, con experiencia¡±, cuenta. Pero su trabajo fue uno de los que se evapor¨® con la crisis. Ahora, Tibi trabaja en un taller mec¨¢nico. Invirti¨® lo que hab¨ªa ahorrado en reciclarse hacia el sector del autom¨®vil, menos tocado por la recesi¨®n.
Pero los coches le gustan menos. Rumania empieza a remontar y Tibi degusta la idea de recuperar su empleo. El mercado inmobiliario --un buen term¨®metro en este caso-- muestra signos de estabilizaci¨®n. Los programas de reducci¨®n de impuestos y de cr¨¦ditos para fomentar la compra de la primera vivienda, que puso en marcha el Ejecutivo de Ponta, empiezan a dar resultados. Aunque los signos se ven, sobre todo, en la capital, apunta el periodista especializado en mercado inmobiliario Cristi Moga. En Bucarest, los permisos de construcci¨®n aumentaron un 35% este a?o y la finalizaci¨®n de obras un 50%. Pese a todo, tanto el instalador electricista como los j¨®venes que beben cerveza frente al edificio varado de Prisaca Dornei, creen que la piqueta deber¨ªa ir despacio. ¡°Cuanto m¨¢s r¨¢pido, m¨¢s alta y m¨¢s euf¨®rica sea la construcci¨®n¡ m¨¢s dura ser¨¢ la ca¨ªda¡±, dice Tibi.
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