El PT tendr¨¢ que aprender a convivir con la nueva oposici¨®n
La calle no tiene due?o ni ideolog¨ªa. Todos tienen el derecho de ocuparla democr¨¢ticamente
El Partido de los Trabajadores (PT) que acaba de ganar las elecciones con su candidata Dilma Rousseff deber¨¢ esta vez aprender a convivir con la oposici¨®n, algo a lo que no estaba acostumbrado. En los ¨²ltimos doce a?os de Gobierno petisa, Brasil ha vivido sin ella. El carisma de Lula y sus conquistas econ¨®micas y sociales, sobre todo de su primer Gobierno, la hab¨ªan hecho enmudecer.
Si la ausencia de un partido opositor -como existe en todas las democracias maduras de los pa¨ªses desarrollados- pudo traer ventajas a los tres gobiernos del PT, es posible que la historia descubra que pudo haber tenido tambi¨¦n su lado negativo.
Ni las mejores democracias sobreviven inmunes a la corrupci¨®n y a tentaciones autoritarias sin una oposici¨®n democr¨¢tica, real, concreta, democr¨¢tica, capaz de exigir al Gobierno que ejerza la funci¨®n que le han otorgado los electores. Ni m¨¢s, ni tampoco, menos.
Como en una familia los hijos acabar¨ªan perdiendo identidad sin una acci¨®n vigilante de los padres, as¨ª los gobiernos pueden olvidarse de su funci¨®n si les falta el aguij¨®n de una oposici¨®n que les recuerde lo que prometieron al elegirse y les estimulen a llevarlo a cabo. Y que le pidan cuentas.
El Partido de los Trabajadores fue maestro en el arte de la oposici¨®n antes de que el sindicalista Lula da Silva lo llevara al poder. Sab¨ªan como nadie ocupar la calle y exigir. Se opusieron entonces hasta al texto de la Constituci¨®n. Nadie mejor que el expresidente Fernando Enrique Cardoso sabe por experiencia lo que fue tener al PT a la oposici¨®n que gritaba en las calles y plazas "?Fuera Cardoso!". Aquella, aunque a veces dura al extremo, sirvi¨® de ant¨ªdoto a los gobiernos y hasta derrumb¨® a uno de ellos del pedestal.
Los gobiernos pueden olvidarse de su funci¨®n si les falta el aguij¨®n de una oposici¨®n que les recuerde lo que prometieron al elegirse
Al llegar al poder, el PT, que ten¨ªa hasta entonces vocaci¨®n de disidente y no de Gobierno nacional, tuvo la suerte no solo de poder gobernar sin oposici¨®n, sino de contar con un l¨ªder con gran fuerza de atracci¨®n nacional y tambi¨¦n internacional.
Ni siquiera en el momento crucial del esc¨¢ndalo de corrupci¨®n del mensal?o, que fue el ¨²nico momento dram¨¢tico para Lula, la oposici¨®n quiso cargar las tintas y nunca pidi¨® su salida del Gobierno.
Ahora, por primera vez, el PT puede empezar a experimentar en su carne lo que puede significar una oposici¨®n de verdad, que el nuevo l¨ªder A¨¦cio Neves, fuerte con sus m¨¢s de 50 millones de votos, ha afirmado que har¨¢ "sin adjetivos", pero tambi¨¦n con total "sentido democr¨¢tico".
Va a ser una experiencia nueva para el segundo mandato de Dilma Rousseff. Hasta ayer, la calle, con sus manifestaciones y protestas, a veces democr¨¢ticas y a veces no tanto, era exclusiva del PT y de los movimientos sociales. La protesta ten¨ªa siempre el ADN de la izquierda.
A partir de las ¨²ltimas elecciones, por primera vez despu¨¦s de las manifestaciones de junio de 2013, la calle ha empezado a ser tomada no solo por los trabajadores sino tambi¨¦n por las clases medias (hijas a veces de aquellos obreros de entonces), que tienen valores que reivindicar y quejas que presentar.
Las manifestaciones de junio fueron abortadas por la infiltraci¨®n en ellas del movimiento de los violentos Black blocs, que hicieron recogerse a la clase media de nuevo en sus casas.
La calle ha empezado a ser tomada no solo por los trabajadores, sino tambi¨¦n por las clases medias
Hoy esa clase media empieza a querer defender su derecho a ser oposici¨®n y a gritarlo en p¨²blico. Y, enseguida, nuevos infiltrados que la oposici¨®n oficial del PSDB de Neves ya ha repudiado intentan, conscientemente o no, de nuevo abortar ese deseo leg¨ªtimo de manifestarse de la "no izquierda". ?Es justo negarle ese derecho?
En todas las manifestaciones, en el mundo entero, existen abusos y exageraciones; se dan cita los verdaderos amantes de los valores democr¨¢ticos y los que se aprovechan de la ocasi¨®n para poner la zancadilla al derecho sacrosanto de manifestaci¨®n y de protesta. Tan sagrado es el derecho a gobernar de quien gana las elecciones como el del contrario de ejercer su funci¨®n de oposici¨®n. Son las dos piernas con las que camina la democracia. Sin una de ellas andar¨¢ siempre coja.
La calle no tiene due?o ni ideolog¨ªa. Todos tienen el derecho de ocuparla democr¨¢ticamente para reivindicar lo que en conciencia consideran sus derechos y sus justas reivindicaciones.
Aprender a vivir con los instrumentos de la democracia no siempre es f¨¢cil, pero sin ello, hasta el mejor de los gobiernos puede caer en la tentaci¨®n de prevaricar.
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